A todas luces parece que el juego está trancado porque   los universitarios no quieren una educación “socialista” y no aceptan la propuesta que hizo el presidente Nicolás Maduro de negociar, uno por uno, con cada uno los rectores universitarios los reclamos socio económicos.

Y es que Maduro, quien aseguró que no “era un burro” como lo pintan en las caricaturas de la prensa local, exigió a los rectores que rindieran cuenta del presupuesto que se le ha asignado en los últimos años.

A Maduro lo dibujan de todas las formas imaginarias. A veces con un pajarito en la cabeza, que supuestamente es Chávez que le habla desde el más allá o porque confunde un “telescopio” con un “estetoscopio” que lleva un médico en su bata blanca.

Pero el mandatario es de los que no le importan las críticas. Sigue a pie juntillas, repitiendo la cartilla que le mandan todas las mañanas desde La Habana y al finalizar la jornada después de repetirla tantas veces ante los micrófonos, afirma que los culpables son los medios “imperialistas” y los  “pitiyanquis” que se empeñan en mostrarlo con un coeficiente intelectual inferior.

Lo que no sabe Maduro o no quiere saber el presidente venezolano es que el salario de los 40.000 profesores del sector universitario no ha sido ajustado desde el 2008 y la inflación se ha tragado un 200 % del ingreso registrado en los últimos años, incluido el último ajuste salarial de 20 % , pero exige a los profesores que rindan cuentas presupuestarias.

La mala intención del gobierno está a la vista. Eso de llamar por separado a cada rector indica su mala intención de quebrar la huelga y el conflicto que llevan más de tres semanas. Pero en respuesta la Federación de Profesores Universitarios, la FAPUV, va a pronunciarse en los próximos días después de estudiar la situación y los alcances.

El meollo del conflicto es que el gobierno ha propuesto un proyecto “socialista” para la educación superior, es decir una convención colectiva que mejora de inmediato un 20 % del salario pero obliga a los universitarios arrodillarse ante las obligaciones ideológicas y políticas del proyecto chavista.

Los universitarios se lo están pensando. No es tan fácil convencerlos con un mendrugo en la boca mientras se les obliga arrodillarse. La rectora de la Universidad Central de Venezuela, Cecilia García Arocha, rechaza el plan chavista de “socializar” la universidad. “La universidad debe ser plural”, advierte mientras denuncia que el gobierno ha pretendido violar la autonomía e intervenir las universidades”.

Mario Bonucci, rector de la Universidad de los Andes, (ULA), nos declaró que el conflicto universitario va a continuar mientras el gobierno de Mauro “no reconozca la crisis de la universidad” y adopte soluciones “no de violencia ni de represión policial contra nosotros”, sino de “comunicación”.

El conflicto ha sumado 40 manifestantes en huelga de hambre en diferentes ciudades como San Cristóbal de Táchira, Mérida, Maracaibo del estado Zulia, Barquisimeto de Lara y Caracas.

En el ayuno han participado 40  estudiantes, profesores, sacerdotes y familiares. Esta semana es crucial para saber en qué terminará el conflicto, si los universitarios aceptan o no  la propuesta gubernamental del contrato colectivo socialista  o si lo cuestionan. Parece que los profesores quieren morir de pie y no de rodillas aceptando un sueldo, de entrada de hambre.

Los universitarios prefieren mantener su sueldo de hambre antes de arrodillarse y  vender su dignidad a las autoridades pro cuatro monedas. Los manifestantes universitarios demostrarán de lo que son capaces, sin duda, especialmente el movimiento estudiantil que ha impulsado la protesta.

Los estudiantes en huelga de hambre.