“Valientes, valientes”, les exclaman los manifestantes al reconocerlos en su paso  cuando se adentran en las marchas. Se colocan en la primera línea y a los lados del campo de batalla para socorrer a los combatientes  en los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.

En las batallas campales en las autopistas de Caracas y otras ciudades de Venezuela los efectivos militares y policiales disparan cartuchos de bombas lacrimógenas contra los manifestantes, que los “guerreros”, “escuderos” y “protectores” las devuelven lanzándolas a mano. También les lanzan bombas molotov. Hay mucha diferencia entre disparar con un fusil a quemarropa y al pecho de alguien a devolver el cartucho con la mano. La munición no tiene la misma velocidad ni el mismo impacto o fuerza tirada  a mano que  disparada con fusil. Por eso es que los uniformados se ríen cuando les devuelven suavecito las bombas.

En estos 67 días  de protestas no ha habido un día sin que los efectivos de la GNB y la PNB arremetieran contra los manifestantes que piden elecciones generales,  libertad de los presos políticos, respeto a la constitución y a la Asamblea Nacional, cese a la represión y la persecución política.

Que si tienen miedo, sí, tienen mucho miedo como todo el mundo. Y no es para menos,  han visto caer más de 66 personas, “El miedo es lo que nos mantiene vivos, siempre tenemos miedo a que nos pase algo. Todos nos jugamos la integridad física en las marchas. Lo que nos mueve es el compromiso con los pacientes de la comunidad, es decir, ayudarles si caen en el asfalto”, dice el médico José Di Giorgio.

El médico José Di Giorgio, de 32 años, es un gastroenterólogo con posgrado en España. Se regresó a Caracas hace poco para enrolarse como voluntario en la Cruz Verde, que es una organización humanitaria que nació en 2014 para atender a las víctimas de las protestas reprimidas por las fuerzas de seguridad como ahora.

Todo comenzó en la Escuela de Enfermería, Medicina  y los Primeros Auxilios de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Federica Dávila y Daniela Liendo fueron las pioneras en organizar a los voluntarios de la Cruz Verde con cursos de “atención en conflictos armados”.

En estos momentos la organización de los “cascos de la cruz verde” cuenta con unos 170 miembros voluntarios, integrados por 70 médicos graduados y el resto de paramédicos, enfermeros y estudiantes de enfermería,  solo en Caracas. Son todos jóvenes valiosos cuyas edades oscilan entre 20 y 32 años.

La organización de los “Cruz Verde” ha formado grupos similares en otros estados con estudiantes de medicina de la Universidad de Los Andes (ULA) en Táchira y Mérida, en Zulia con la ULA y en el oriente con la UDO. Así se ha ramificado la atención de los primeros auxilios en las protestas en el mismo sitio en que se producen.

A diferencia de la Cruz Roja que es una marca institucional pro gobierno, los de la Cruz Verde acompañan a los manifestantes en el frente de batalla, atienden a los pacientes caídos y asfixiados por las bombas lacrimógenas, les dan la primera cura, los resucitan y les extraen con pinzas las balas de goma, canicas y tuercas y luego los remiten a los centros de salud habilitados.

Con los primeros auxilios se han salvado muchas personas. “Atendemos una media de 150 víctimas diarias de la represión. También atendemos a los represores, por lo menos, a 1 policía o guardia nacional que solicita nuestro servicio por marcha. Nosotros no discriminados si es chavista o de la oposición, a todos tenemos que salvarle la vida”, asegura el médico Di Giorgio.