Ni el unánime respaldo internacional a favor de la restitución del sistema democrático ha tenido el efecto deseado. Ni el gobierno de Micheletti ha logrado romper el aislamiento, aunque aparentemente el tiempo está a su favor.

El momento que más se estuvo cerca de una salida negociada fue durante la mediación del presidente costarricense Óscar Arias, que presentó una primera propuesta que fue aceptada por Zelaya y rechazada por los representantes del gobierno de Micheletti, y una segunda que fue rechazada por el primero y que todavía se espera la respuesta del segundo.

Tal y como lo habían dejado claro las resoluciones de la OEA y de la Asamblea General de Naciones Unidas, la propuesta de Arias incluye la restitución al frente del Poder Ejecutivo de Zelaya, pero disminuido en sus facultades a tal grado que debía integrar un gobierno de "conciliación nacional" y renunciar a sus pretensiones de colocar una "cuarta urna" para que la gente decidiera si quería o no una Asamblea Constituyente que derogara la actual Carta Magna. O sea que tanto quienes ejercen el poder actualmente como Zelaya debían ceder en aras de una solución pacífica.

Las manifestaciones públicas, las huelgas, el toque de queda, la violación a derechos fundamentales, la suspensión de la ayuda externa, la confrontación callejera, las muertes, la incitación a la insurrección, el despertar de viejas pesadillas de la década del 80 del siglo pasado son los elementos preponderantes a un mes de la brusca interrupción del orden establecido.

No podemos seguir así. Es urgente encontrar una solución que nos permita recuperar la tranquilidad y el reconocimiento del mundo entero como una nación en democracia.