Es penoso reconocer esta verdad y lo es más aún aceptar que no tenemos la capacidad de enfrentar juntos a esas organizaciones criminales, que impulsados por la motivación económica del dinero fácil y sucio siembran el terror, nos roban la paz y tranquilidad, en tanto que nosotros llenos de indiferencia y paralizados por el miedo, nos cruzamos de brazos esperando a leer y escuchar en las noticias o ver en la televisión la tendalada de muertos del día, levantar la estadística y comparar si fueron más o fueron menos que el día anterior, por favor no nos cobijemos en hacer creer que echando culpas y condenando instituciones nos vamos a liberar de esta plaga de crimen y violencia, pueden crear otra policía, nombrar otra corte, cambiar  y enjuiciar a cuanto funcionario se les antoje, pero si no se moviliza y se promueve la participación ciudadana de manera organizada con el gobierno central y las municipalidades, seguiremos llenándonos de luto y dolor en las diferentes familias y hogares del entorno nacional. Quiero enfatizar que si la clase política no le da un tratamiento integral a este problema, le va a resultar imposible encontrar soluciones que trascienda de la promoción política de hacer creer al pueblo que se está haciendo algo, quedará en una simple percepción, producto de un punto de vista simplista, improvisado y cortoplacista de carácter demagógico electorero.

Es también vergonzoso, ver que mientras se dilucida cuál es la institución que tiene razón o la verdad respecto a la tutela de los derechos humanos de los hondureños, sean los sobrevivientes de las víctimas de los hechos criminales, los que movidos por el dolor o por indignación los que deciden emprender acciones para exigir justicia y despertar la solidaridad de los demás hondureños con respecto a este problema que nos tiene sometidos a una minoritaria, pero muy poderosa red de organizaciones criminales, aún y cuando en su cruzada de valentía, los dolientes se corren el riesgo de caer en las garras de los delincuentes que se sientan atacados o de la teatralidad de las organizaciones con agendas políticas que explotando el dolor ajeno se rasgan las vestiduras, pero que no demuestran una verdadera voluntad para resolver el problema de la inseguridad.

Un peligro adicional es convertir las acciones al debate público mal encaminado porque cuando públicamente se señalan las vulnerabilidades de las instituciones y se deslegitima a todas las personas de manera general, se violentan derechos, se mancillan personas y al momento de montar un proceso en base a ley y no se prueba nada, ese debate solo favorece a los delincuentes porque de manera pública se conocen las debilidades de las instituciones  y de las personas que las conforman y les da pie para diseñar sus propias estrategias y tácticas para su desarrollo delictivo, incluso se presta a malos entendidos como los que dejan las infortunadas e irrespetuosas declaraciones del señor William Brownfield cuando dice que prácticamente está fracturada la jerarquía de los mandos policiales, de ser así que revele entonces quién manda en la Policía hondureña o a quién deben obedecer los subalternos que incita a no obedecer al actual director nacional.

No pretendo disentir con los cambios, pero creo que todos los hondureños debemos cambiar de actitud y aceptar que no debemos ser reactivos, es preciso ser previsores, entender que la prevención es la mejor manera de anticipar y esto es necesario que se fomente como cultura desde el entorno familiar, el escolar, en los colegios, en la universidad y en especial aprovechar la masividad de los medios de comunicación hablados, televisivos y escritos, incluidas las redes sociales, para crear programas de orientación y establecer medidas pasivas de prevención. Solo trabajando en equipo y organizados obtendremos la capacidad necesaria para frenar este fenómeno antes que acabe con nosotros. Las crisis abordadas positivamente se pueden explotar a favor, como decía Albert Einstein “la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque trae progresos, es durante las crisis que nacen las inventivas y las estrategias. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de los países y las personas es la pereza para encontrar las salidas y las soluciones.

Hablar de crisis es promoverla y callar en tiempo de crisis, es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”. Meditemos acerca de ello y actuemos, si continuamos esperando que otros actúen, echaremos raíces con la criminalidad y la violencia entre nosotros.

En la medida que nos organicemos sociedad y gobierno, seremos mucho más fuertes que los criminales, por lo tanto los podemos enfrentar y tener éxito, seguir atenidos que es un problema de la Policía y las Fuerzas Armadas no es lo correcto. En nuestras manos está la decisión; cruzarnos de brazos y culpar a otros, o arremangarnos las camisas a la par de aquellos que arriesgan la vida por nosotros.