Con su decisión, anunciada el martes, de enviar otros 30 mil soldados a Afganistán, el presidente Barack Obama pretende una acción fulminante contra la resistencia de ese país a fin de ponerle fin a la ocupación lo más pronto posible y evitar los fiascos que ya sufrieron allí en el pasado otras potencias, como Gran Bretaña y Rusia.
Desde principios de este año sus jefes militares en el país ocupado le habían advertido que Estados Unidos corría el riesgo de sufrir una derrota si no se enviaba más soldados. Tras varios meses de análisis y búsqueda de consejo Obama optó por aumentar el número de sus fuerzas, lo que representa otros 30 mil millones de dólares para los contribuyentes estadounidenses.
Esta difícil decisión que pone en evidencia el fracaso de la estrategia que se ha seguido durante los más de ocho años en Afganistán, donde para colmo el gobierno instalado y sostenido por las fuerzas de ocupación está infectado de corrupción. Incluso el presidente Karazai recién inició un segundo mandato, pese a haberse comprobado que había cometido fraude en las fracasadas elecciones.
La oposición de la opinión pública estadounidense y de la mayor parte de los países del mundo a las guerras iniciadas por Bush, el miedo a que se repitan los traumas de Vietnam, y hasta el hecho de que es el Nobel de la Paz 2009 también debieron estar presentes antes y al momento de que Obama decidiera comprometer más a su país en Afganistán.
Pero los críticos temen que el hecho de que Obama anuncie el despliegue de los nuevos soldados a mediados del próximo año; pero que al mismo tiempo se adelanta -quizás en un intento de exorcizar el fantasma de Vietnam- a decir que el número de los mismos comenzará a disminuir a partir de julio de 2011, le resta contundencia, entrampa la estrategia y muestra cierta inseguridad en la firmeza estadounidense para ganar la difícil guerra de Afganistán.
Aunque ya está demostrado históricamente que el número de tropas, una mayor cantidad de armamento y alta tecnología militar no son suficientes para que un ejército tenga éxito en Afganistán, lo cierto es que el resto del mundo si bien ha alabado la decisión de Obama no parece dispuesto a reforzar de forma significativa a las tropas de la OTAN que también participan en la ocupación.
Para evitar que se envalentonen los rebeldes del mundo, ojalá que no se cumpla la respuesta de los talibanes a la decisión de Washington en el sentido de que el envío de más soldados solo significa que Obama tendrá que ver más "urnas (fúnebres) que llegarán a Estados Unidos provenientes de Afganistán".
