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03/05/2013 | Peña Nieto, Obama y los polígrafos

Carlos Puig

Los estadunidenses están un poco frustrados, confundidos y algunos francamente molestos. La decisión del gobierno de México de establecer nuevas reglas de comunicación para asuntos de seguridad, tráfico de drogas e inteligencia no han caído bien entre los vecinos. Ese es el resumen de la nota de The New York Times previa a la visita de Barack Obama a México.

 

Sus dos corresponsales en el país —Randy Archibold y Damien Cave—, en colaboración con una ex corresponsal que hoy cubre Washington —Ginger Thompson—, publicaron ayer en la página web del diario un amplio reportaje que arrancan con una anécdota sin desperdicio: “En su lucha conjunta contra el narcotráfico, Estados Unidos y México han forjado una relación de trabajo extraordinariamente estrecha en los últimos años, con los americanos incluso realizando periódicamente pruebas de polígrafo a los funcionarios de élite mexicanos para eliminar a cualquiera que hubiera sido corrompido.

“Poco después de que el nuevo presidente de México, Enrique Peña Nieto, asumió el cargo en diciembre, los agentes estadunidenses recibieron un mensaje claro de que la dinámica, en la que Washington había mantenido la clara ventaja, estaban a punto de cambiar: ¿Tendremos entonces la oportunidad de aplicarles el polígrafo a ustedes? Le preguntó un funcionario mexicano a sus homólogos estadounidenses”.

Según el Times, con base en un funcionario del gobierno de Obama, “el gobierno mexicano suspendió la participación de sus agentes en las investigaciones sensibles, y los estadunidenses están esperando a ver si México permite la aplicación del polígrafo a los nuevos miembros de las unidades bilaterales”.

El primer cambio fue que para cualquier intercambio sobre seguridad y tráfico hay un solo interlocutor: Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, quien en la nota, entrevistado por los corresponsales, defendió el cambio. La verdad es que en los últimos años las broncas entre PGR y SSP, o los celos entre la Sedena y la Marina habían sido bien aprovechados por los americanos que construían relaciones independientes con cada dependencia, y los hacían jugar a sus ritmos. Los cables enviados por la embajada durante el sexenio pasado, revelados por Wikileaks, dejaban claro el acceso que tenían los estadunidenses a diferentes actores de la lucha contra el narco que hablaban mal unos de otros, frente a los diplomáticos vecinos.

Obama llega a México en medio de tensiones serias en los asuntos de seguridad. Tiene que ver con la libertad de acción que tenían antes pero también con una desconfianza histórica frente a los priistas en el gobierno.

No suena mal que el gobierno mexicano haya querido poner orden en un tema tan sensible en la relación con las agencias americanas. Pero aprenderán pronto, como lo han aprendido tantos, que frente al crimen organizado los recursos, inteligencia y ayuda de los vecinos es imprescindible y en buena parte el éxito depende de esa colaboración.

Y aprenderán también que no se puede ser el mejor amigo de Estados Unidos en comercio, economía, inversión, migración y otros temas para luego ponernos los moños por un polígrafo.

Son unas por otras y no hay mucho para dónde hacerse.

Milenio (Mexico)

 



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