Un ejercicio de memoria.Hace 26 años, en Guadalajara, Jalisco, fue secuestrado y posteriormente asesinado Enrique Camarena. Le decían El Kiki.
A El
Kiki lo raptaron enviados de Rafael Caro Quintero, por aquel entonces el más
poderoso de los narcotraficantes mexicanos. Todo indica que fue plagiado y
ultimado por policías municipales de Jalisco. Lo torturaron y lo mataron a
golpes.
Camarena
trabajaba para la DEA. Unos meses antes de su asesinato, por su trabajo, el
Ejército mexicano había descubierto lo que en aquel entonces fue el plantío de
marihuana más grande de la historia mexicana: el rancho El Búfalo, se llamaba.
Unos
años más tarde me tocó cubrir, en una Corte de Los Ángeles, los juicios en
contra de Humberto Álvarez Machain (declarado inocente) y Rubén Zuno Arce
(culpable), por su presunta complicidad en el asesinato de El Kiki. En todo
momento, sin ninguna duda, sin intentar ocultarlo, el gobierno estadunidense
dijo siempre y con claridad que Camarena había realizado, entre otros, dos
tipos de actividades en su tiempo en Guadalajara: trabajo encubierto, es decir,
que se hizo pasar por un mexicano enrolado en las filas del narco, y
reclutamiento y pago de informantes dentro de las filas de organizaciones
criminales.
Eso
hacía, y lo hacía muy bien. Tanto que, gracias a su información, el Ejército se
colgó la medalla de El Búfalo. Así se dijo en el libro Desperado, de Elaine
Shannon, que en aquellos años causó un escándalo junto a la miniserie
televisiva que le siguió. Portada de Proceso y todo.
Así que
ahora que The New York Times publica, como si fuera una sorpresa, que la DEA
infiltra cárteles pues… ¿? Porque el método se ha seguido usando, después de la
muerte de Camarena, de manera regular. Odiado por algunas autoridades mexicanas
con el argumento de que se está pagando y solapando a criminales, ha dado
resultados, como se dice claramente en muchos de los cables difundidos por
WikiLeaks; por ejemplo, en aquel donde se habla de que para la captura de
Arturo Beltrán Leyva en Cuernavaca estos informantes habían pasado información
al Ejército.
Información
que vino de un infiltrado dentro del cártel.
Buena
parte de la inteligencia para llevar a cabo la Operación Limpieza que descabezó
a la SIEDO vino también de un informante estadunidense infiltrado dentro de un
cártel: Edgar Bayardo era, de hecho, un triple informante, para la PGR, los
estadunidenses y uno de los cárteles, mientras que cobraba en otro. Terminó
asesinado en un Starbucks.
Vale la
pena debatir lo válido de la práctica en contra de sus resultados, pero que
nadie se indigne y que ningún periódico quiera descubrir el agua tibia.
La nota
del Times traía dos datos espectaculares que no necesitaban volarse: que la DEA
sí estaba hablando con Vicentillo antes de que éste fuera arrestado y que ha
estado muy cerca de El Chapo Guzmán.
Infiltrarse
es el método de la DEA. ¿Por qué se sorprenden ahora?
masalla@gmail.com
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