Greene no tuvo un solo estratega electoral, un equipo de voluntarios, o un simple local que ejerciera de centro de operaciones. Por no tener, ni tan siquiera disponía de una página web, herramienta imprescindible en una política tan sofisticada como la actual, según los analistas.

Aún así, Greene se impuso con claridad a su adversario, el juez y ex senador estatal Victor Rawl, recibiendo casi el 60% de los 30.000 votos contabilizados. Por lo tanto, será el candidato del Partido Demócrata que se enfrentará el próximo mes de noviembre al senador Jim DeMint, uno de los más conservadores.

Todo lo que rodea el caso de Greene es sumamente extraño. Para empezar, los líderes del partido en Carolina del Sur no lo habían visto nunca en ningún acto antes de la contienda. Además, sería difícil encontrar un perfil menos estimulante para un cargo tan importante como el de senador: es desempleado, vive en el sótano de la casa de su padre, y le expulsaron del Ejército después de haber servido durante 13 años en las Fuerzas Aéreas.

Para más inri, unas horas después de su victoria, se supo que está procesado por haber mostrado fotografías pornográficas a una joven estudiante universitaria, a la que posteriormente pidió subir a su habitación. En caso de ser declarado culpable, Greene podría ser condenado a cinco años de cárcel.

La situación es tan disparatada que los analistas políticos del país llevan un par de semanas buscando alguna teoría que explique un fenómeno tan inverosímil, pero ninguna resulta convincente. Por ejemplo, algunos politólogos apuntan a que su condición de afroamericano pudo decantar los votos de miles de electores negros, que forman la mayoría de la base demócrata en el estado. No obstante, sin haberse dado a conocer, ¿cómo sabían los electores cuál era el color de su piel?

Feudo conservador

Otros consideran que pudo ser clave el hecho de que su nombre estuviera en la parte superior de la pantalla. Según su argumento, la campaña de Rawl pasó prácticamente inadvertida en los medios, pues se considera que DeMint es invencible en un feudo conservador como Carolina del Sur. Por lo tanto, ante dos candidatos que no conocían, muchos electores habrían votado instintivamente por el primero de la lista. Compartiendo esta misma base del argumento, los hay que creen que, simplemente, el nombre del vencedor sonaba mejor.

Aprovechando el estupor de los demócratas del país entero ante un ridículo tan espantoso, Rawl elevó una demanda para repetir la contienda. Su argumento fue que se produjo un fraude electoral, ya fuera voluntario, o a causa de un error informático. Según el juez, "está bien documentada la falta de fiabilidad del sistema, las máquinas son increíblemente frágiles, y sujetas a la manipulación (de hackers),no funcionan bien".

El órgano central del Partido Demócrata en Carolina del Sur rechazó el jueves pasado la solicitud de Rawl al no poder verificarse que hubiera un pucherazo o un error electrónico. Tampoco hicieron caso de las alegaciones de que Greene podría ser un tapado del Partido Republicano, como han apuntado algunos medios de comunicación. Su razonamiento se basa en la incapacidad de Greene de explicar de dónde sacó los cerca de 8.500 euros en concepto de tasas necesarios para ser candidato cuando no puede ni tan siquiera pagarse un alquiler.

Así las cosas, Alvin Greene será el improbable candidato demócrata al Senado, escribiendo una de las páginas más estrambóticas de la historia política de los EEUU, más propias de una república bananera o de una película de los hermanos Marx que de la democracia más antigua del mundo.