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10/07/2008 | Suazilandia - el reino del sida

Luis de Vega

Mientras el guardia sella en el pasaporte la entrada en territorio de Suazilandia por uno de los pasos fronterizos con Mozambique, el periodista se ve rodeado de cajas de preservativos diseminados por los mostradores a libre disposición. De esta forma el Gobierno del rey Mswuati III da la bienvenida a los visitantes al país con la mayor prevalencia de sida del mundo.

 

El 19 por ciento de la población -1,1 millones- está afectada. Pero la cifra se eleva al 26 por ciento en adultos en edad productiva y se dispara al 56,3 por ciento en mujeres embarazadas de entre 25 y 29 años. Es como si en la UE hubiera 92 millones de enfermos. «Piénsatelo», advierten los mensajes del Ministerio de Sanidad, que patrocina esta particular barra libre de condones.

El viajero se adentra de esta forma en este remanso de paz gobernado con mano de hierro por el joven rey. Nada hace pensar a simple vista en el triste récord que ostenta este pequeño país de 17.000 kilómetros cuadrados, situado entre Suráfrica y Mozambique, que se independizó del Reino Unido en 1968. Pero enfilando hacia la capital, Mbabane, entre los carteles de entidades bancarias y accesos a reservas de animales, los anuncios de diferentes iglesias cristianas salpican el borde del arcén. Advierten no sólo de la enfermedad, sino que también llegan a postularse como salvadoras de la nación.

El problema es calificado de «desastre nacional» por Derek von Wissell, director del National Emergency Response Council on HIV/AIDS (Nercha), el principal ariete del Gobierno en la lucha contra la epidemia. Desde su despacho, donde recibe a ABC con preservativos entre los bolígrafos y papeles de su mesa, propugna soluciones más terrenales que esos carteles de las iglesias y trata de explicar por qué Suazilandia afronta «una emergencia crónica» con cifras de pánico.

Esperanza de vida de 31 años

La esperanza de vida ha descendido de los 60 años en 1997 a los 31 actuales, la más baja del mundo. La mortalidad infantil se ha situado en 108 por mil. Hay 130.000 huérfanos o niños vulnerables, más del 30 por ciento de la población infantil. Las proyecciones apuntan a que serán 200.000 en 2010. «Entre el 50 y el 60 por ciento de los niños con malnutrición están infectados por el VIH», afirma Eva Vicent, nutricionista de Acción Contra el Hambre, organización instalada en el país desde hace unos meses.

«Imagina que tienes 15 años. Tu padre ha muerto hace cinco. Hace dos, tu madre enfermó. Tú has tenido que dejar el colegio para ayudarla y hacerte cargo de tus hermanos y hermanas pequeñas. Has intentado plantar maíz en las tierras de la familia, pero hay sequía y no te ha dado tiempo a formarte como granjero. Ahora, tu madre también ha muerto». Este es el mensaje de uno de los últimos programas oficiales para hacer frente a la epidemia. Es Young Heroes (Héroes Jóvenes), con el que se quiere llamar la atención del problema a nivel infantil.

En Suazilandia hay 15.000 muertos al año, casi siempre personas que, debilitadas por el sida, contraen otras enfermedades como tuberculosis, malaria, neumonía o diarreas. Se estima que subirán a 30.000 de aquí a 2015. Muchos son ciudadanos en edad de trabajar y reproducirse que dejan tras de sí una población mermada, sin nadie que cuide de los niños y con un lastre que impide a la economía salir adelante.

«Está bien que, al menos, el Gobierno de Suazilandia reconozca la existencia del problema del sida», comenta Aymeric Péguillan, responsable en el país de los proyectos de Médicos Sin Fronteras (MSF), que alaba el papel de Nercha, aunque cree que habría que renovar el mensaje de que «sida es igual a muerte, pues se ha demostrado que con esta enfermedad también se puede vivir con normalidad, tener relaciones sexuales y una familia».

Gracias a ese dominio de la esfera pública, los programas se multiplican, casi siempre con ayuda económica internacional -a Nercha llegan 20 millones de dólares al año de Global Fund-. Y ese presupuesto podría aumentar si las estadísticas no situaran a Suazilandia entre los países de ingresos medios por culpa de una elite que concentra todo el poder frente al grueso de la población, con el 69 por ciento viviendo bajo el umbral de la pobreza. Un panorama desalentador.

Promiscuidad

Todo apunta al estancamiento de una prevalencia en torno al 40 por ciento hasta el año 2015. Algunos datos muestran en la actualidad a un descenso en la incidencia (aparición de nuevos casos) por las informaciones recogidas en el sector poblacional de entre 15 y 24 años, pero cualquier repunte del optimismo, según los informe oficiales, es inútil a corto plazo.

¿Qué hace que todo esto ocurra en Suazilandia? Las personas consultadas por este corresponsal apuntan siempre, además de estar situado en la región más infectada del mundo, a los usos y costumbres locales. La promiscuidad está a la orden del día. Y esto no empieza a ser visto como un peligro hasta ahora, 22 años después de que se detectara el primer caso. «Cambiar nuestra cultura es muy difícil y a veces nos llaman moralistas», reconoce Von Wissell, que fue ministro de Sanidad.

«Aquí no hay tanta costumbre de tener pareja a largo plazo como en Europa o Estados Unidos», explica. «Estamos en la región con mayor uso de condones del mundo, pero en ningún país los condones detienen el sida. En cuanto llevas algo de tiempo con tu pareja, dejas de usarlo».

Más allá de los preservativos, Mswati III es el guardián de esa serie de creencias y prácticas que marcan la vida de los habitantes del país y que no pueden dejarse de lado a la hora de explicar por qué el sida encuentra en este rincón de África un caldo de cultivo ideal.

Entre estas prácticas vinculadas a la tradición, están la bunganwa, o la costumbre de tener múltiples «partenaires» sexuales incluso secretas o fuera del matrimonio; la kushenda, una especie de concubinato que permite a los hombres casados tener relaciones con solteras; la kungena, o aceptar como propia la mujer viuda de un hermano; la kuhlanta, que permite al marido engendrar hijos con la hermana menor de su mujer infértil; la kujuma, por la que jóvenes amantes, sin estar casados, se conocen en la intimidad, y que suele acabar en relaciones con penetración que en principio la tradición no preveía; la kulamata, o mantener relaciones sexuales con la hermana menor de la esposa, o la sitsembu, o poligamia.

Poligamia real

«No, yo sólo tengo una mujer», responde entre risas Von Wissell, un influyente blanco en las esferas de poder. La pregunta no es baladí si tomamos como modelo al rey, que no ha cumplido los 40 y tiene ya en nómina a 13 esposas. «Pero Mswuati es un moderado comparado con su padre, que, al morir, se había casado 105 veces», apunta un diplomático occidental en Mbabane, y de seguido puntualiza que «esto no es ni Sodoma ni Gomorra».

ABC (España)

 


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