Fueron detenidos el piloto, de nacionalidad venezolana, y sus tres tripulantes colombianos. A falta de una prisión en la que recluirlos, el juez acabó ordenando su libertad provisional y los cuatro huyeron del país a los pocos días. Nada pudo hacer el fiscal, amenazado repetidamente de muerte para que suspendiera sus investigaciones.

Este suceso ilustra bien la situación que atraviesa Guinea Bissau, uno de los países más pobres del mundo y donde el desgobierno por las luchas internas se ha acentuado con el asesinato en pocas horas, entre el 1 y el 2 de marzo de este años, del presidente, «Nino» Vieira, y del general al mando del Ejército. Ambos eran rivales reconocidos.

A esto hay que sumar que no hay más que 60 agentes y un coche para hacer frente al narcotráfico, y «la complicidad de los funcionarios del Gobierno en esta actividad criminal a todos los niveles», según el último informe del Departamento de Estado norteamericano. Por eso, «la degeneración de Guinea Bissau en un narco-estado es una posibilidad real».

La situación es pareja en otros países, lo que resulta un caldo de cultivo ideal para las redes americanas de tráfico de cocaína, que encuentran cada vez más dificultades en las tradicionales rutas del Caribe y han elegido esta zona de la costa atlántica de África como punto intermedio antes de alcanzar los mercados europeos.

Quince toneladas anuales

Las incautaciones de cocaína en esta región se han disparado, invirtiendo la tendencia del resto del mundo. De los 273 kilos de 2001 se ha pasado a unas 15 toneladas anuales en la actualidad, según estimaciones de la ONU.

Los cargamentos cruzan el Atlántico en barcos o aterrizan en vuelos furtivos como el del pasado verano a Guinea Bissau. Los destinos son también otros países como Sierra Leona, Guinea, Nigeria, Mauritania o Liberia.

Aunque las mafias colombianas siguen controlando el tráfico, cada vez más se impone la ruta que va de Venezuela a Europa pasando por algún país del oeste africano, según la Organización de las Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen (ONUDC). El fenómeno preocupa incluso en países de una mayor estabilidad como Ghana o Senegal y podría empezar a extenderse en pequeños estados como Gambia, Benin o Togo.

Los últimos datos de la ONUDC, de finales de octubre, son concluyentes. Cada año, unas 50 toneladas de cocaína, con un valor en mercado de unos 2.000 millones de dólares, transitan por esta zona del continente. Su destino principal es Gran Bretaña y España, adonde llegan en cantidades más pequeñas transportadas en vuelos comerciales por correos humanos denominados «mulas».

Otras veces los traficantes eligen la ruta del interior, que asciende a través del desierto del Sahara bajo control a veces de grupos terroristas, como ocurre en el norte de Malí.

Todo este grupo de países africanos sirve de trampolín para un tercio de la cocaína que se consume en Europa, según la ONU. El dinero que mueven los narcos, que en algunos casos supera los presupuestos estatales de esos estados, es una chispa en medio del polvorín de pobreza y debilidad institucional de la región.