El conflicto en Medio Oriente y el reposicionamiento de la arquitectura comunicacional de los poderes centrales. La comunión entre la retórica de los medios estadounidenses, rusos y chinos y la geopolítica propia de los estados nacionales. Europa, ¿el rehén?.
La prensa
internacional continúa reflejando las derivaciones de la crisis en Oriente
Medio, con obvio foco en lo que el destino pudiera reservarle a los regímenes
de Teherán (Ahmadinejad) y Damasco (al-Assad). En tanto la recapitulación de
los eventos cotidianos en los titulares se concentra en clasificar el rol
militar otorgable a los Estados Unidos de América, el Estado de Israel, Rusia,
la República Popular China e incluso la India de cara al conflicto, también
corresponde analizar el modo en que se comportan los medios de comunicación de
las naciones protagonistas. No solo desde lo que pudiera rescatarse a simple
vista, sino también desde perspectivas no tan evidentes para el ojo no tan
entrenado.
Es así
como, tal lo sucedido en los albores de las intervenciones de fuerzas
occidentales en Irak y Afganistán, el mainstream media norteamericano vuelve a
arrojar munición gruesa sobre Irán y su comentado esfuerzo por hacerse de armas
nucleares. A diferencia de lo sucedido con Saddam Hussein -oportunidad en que
las armas de destrucción masiva brillaron por su ausencia-, la república
islámica hoy en la picota no desmiente aquellos intentos. Lo que es más: promociona
como un logro nacional el enriquecimiento de uranio y la puesta en marcha de
centrifugadoras. En todo caso, el establishment informativo de EE.UU. no se
enfrenta hoy a la confirmación de informes no autenticados: el debate parece
merodear la justificación del objetivo de los científicos iraníes. Los aliados
internacionales de Teherán argumentan que este país observa derecho a
defenderse de las amenazas que parten desde Tel Aviv, mientras el estado judío
analiza ataques preventivos porque no tiene intención alguna de convivir con un
enemigo en posesión de armas estratégicas. Tiene lugar, a fin de cuentas, una
suerte de juego de suma cero ideológico que conduce a ingenierías mediáticas de
alta inversión y sofisticación para intentar inclinar la balanza de la opinión
pública mundial. Las armas -al menos por el momento- ceden terreno a una
explotación más profunda y a consciencia del Internet y las redes sociales.
Todo ello, en un esfuerzo denodado para lograr la respectiva sinergización con
baterías de medios tradicionales (radio, cine, televisión, prensa escrita,
etc.).
Los
medios de comunicación en Estados Unidos, quizás sacudidos por la inminencia de
las elecciones presidenciales, reflejan el problema iraní echando mano de
metodología, fuentes y fraseología idénticas a las empleadas en 1990 (ya
veintidós años atrás). De cara a la opinión pública, no pueden sacudirse la
mala experiencia de haber adherido ciegamente a la desprolijidades de la pasada
Administración Bush. Consideraciones deontológicas aparte, Washington no deja
de proceder conforme a su quinto principio geopolítico, esto es, intervenir en
zonas específicas del globo para evitar el surgimiento de bloques regionales
que pudieran comprometer su hegemonía económica. En este sentido, no es que Irak
o Afganistán representaran amenazas serias para su territorio continental, y lo
propio podría apuntarse respecto de Irán. Sin embargo, al mismo tiempo que los
iraníes son considerados como un potencial polo disruptor para los reservorios
petroleros en Medio Oriente, las autoridades estadounidenses no pueden
abandonar su compromiso histórico con Tel Aviv. EE.UU. acusa un problema
comunicacional de proporciones: si bien sus fuerzas armadas consolidan
propósitos geopolíticos en el terreno bélico (no necesariamente ganando guerras
en el sentido tradicional), pierde la batalla ideológica. La faena de conquista
de "hearts & minds" no transita por el más efectivo de los
carriles. Todo el esfuerzo comprendido por CNN, ABC, CBS y otras grandes cadenas
no alcanzan para torcer el sentimiento antinorteamericano arraigado en
diferentes regiones del globo, como ser, Asia y Latinoamérica.
La casi
certificada intervención militar en la República Islámica de Irán ha llevado a
sus aliados a redoblar los esfuerzos de su propio esquema comunicacional. En
China, por ejemplo, la agencia de noticias Xinhua hace tiempo que desarrolla y
potencia su llegada a América Latina con noticias en idioma español. La cadena
rusa RT, por su parte, observa idéntica prerrogativa, pero con formas y
procedimientos más completos, orientados hacia la conquista ideológica de los
hispanoparlantes desde sus plataformas en las redes sociales. Es la respuesta
programada del gobierno de Moscú ante la penetración que, aunque algo
bastardeada y bastante homogénea, proyectan los espacios en estrecha relación
con el American Way y el declamado Rule of Law occidental más allá de las
fronteras de Norteamérica. Obsérvese cómo RT obsequia formas y contenido a la
necesidad de contrapeso frente a agencias noticiosas estadounidenses y
británicas, desde su sitio web. En tanto los medios de EE. UU. promocionan los
esfuerzos de Irán por atentar contra objetivos fuera de su territorio, la
cadena rusa replica con novedades relativas a los aviones no tripulados caídos
a tierra en Oriente Medio y la pretendida exageración de la amenaza de la
República Islámica de cara al mundo libre, casi siempre en la pluma de
escatologistas-conspiranoides como Daniel Estulin y Adrián Salbuchi. Internet,
Facebook y Twitter representan, para la Federación Rusa, la mudanza de la
doctrina de las buffer zones geográficas hacia el ciberespacio. De lo que se
trata es de minar o entorpecer la creciente influencia estadounidense en Asia y
Medio Oriente. El apuro para perfeccionar la llegada de RT a diversas zonas por
la vía de la presentación de titulares en múltiples idiomas no es accidental,
por cuanto aquélla se ha visto enriquecida durante los últimos meses. Este
conglomerado informativo es consciente del antiamericanismo que reposa,
latente, en los ciudadanos de un sinnúmero de naciones del continente
americano, y lo explota convenientemente. Luego, complementa con el alerta
sobre organizaciones no gubernamentales que "espían" en las regiones
más caldeadas. En definitiva, la denuncia sistemática de los think-tanks
occidentales también se esboza en capítulo obligado de esta gigantesca
conflagración informativa.
Europa,
mientras tanto, parece haber quedado atrapada en medio de los distintos bloques
propagandísticos. Con la aguda crisis económica como titular principal y sus
ciudadanos atemorizados por las consecuencias de un probable escenario de
desaparición efectiva del Euro y un igualmente plausible incendio a la griega,
la crisis de Medio Oriente golpea con dureza, generalizando la confusión. Ya
podría afirmarse, a estas alturas, que la Doctrina Putin ha cosechado una
importante victoria en la puja regional: una gran mayoría de las naciones
europeas depende del gas ruso para cimentar su supervivencia. Para colmo, el riesgo
de la interrupción de las remesas de petróleo iraní está a punto de convertirse
en una realidad palpable. En lo que respecta a la Federación Rusa, esta ya está
preparada para recuperar su rol de superpotencia y reeditar la Guerra Fría
versus los Estados Unidos de América, aunque el punto cero de la discusión no
sea -como en los años cincuenta y después- la factibilidad de la aniquilación
nuclear entre opuestos. El renovado enfrentamiento en ciernes tendrá como eje
central a la interdicción por los recursos energéticos entre los protagonistas,
por ejemplo, el reciente descubrimiento de valiosos reservorios petrolíferos en
Azerbaiján o el oro negro que descansa en el lecho del Mar Artico. La
influencia política que EE. UU. viene cimentando en repúblicas que antes fueron
parte de la antigua U.R.S.S. -caso de Georgia- también darán lugar a algún
chisporroteo. Como telón de fondo, esta puja necesitará del perfeccionamiento
de herramientas de propaganda, y Moscú hará lo que sea necesario para extender
su influencia en América y aquellas naciones de Oriente Medio y Asia que
considerará inaceptable dejar a tiro de piedra de la cobertura norteamericana.
En este espectro, podría esperarse incluso que la Federación explotase el
pensamiento de bloggers y formadores de opinión online estadounidenses que
acusan recurrentemente al gobierno federal de estar construyendo una distopía a
futuro, entendida como una sociedad regida por una Administración represiva que
destruya el pensamiento y la discusión mientras promueve la eliminación física
de individuos "peligrosos" bajo una fachada de benevolencia. A la
postre y -aunque suene contraproducente-, Estados Unidos, como entidad
nacional, podría no tener otro camino que echar mano de iniciativas con
preámbulo consecuencialista para no perder esa batalla ideológica ("El fin
justifica los medios"). Bajo este precepto, si bien el Wikileaks del
indescifrable Julian Assange se arroga la discrecionalidad de representar al
ciudadano, al poner el foco en los desperfectos democráticos que acusa
Washington, podría estar -inconscientemente, si se quiere- obsequiándole un
favor notorio a los objetivos de los bloques chino y ruso. Aún cuando el
contenido de los correos electrónicos interceptados a la firma Stratfor (del
geopolítico George Friedman) puedan observar algún rasgo de credibilidad,
Wikileaks se concentra en el gossip antes que, por ejemplo, en el hecho de que
esa organización observa un punto de vista bastante objetivo respecto del
problema iraní. No hace mucho, personal de Stratfor fue invitado por el
gobierno de Ahmadinejad para una serie de conferencias, mientras que esa
empresa -que hoy es inapropiadamente calificada como "la CIA en las
sombras"- tampoco figura en la "lista negra de think-tanks"
denostados por espionaje en Irán, algo que sí sucede con numerosas ONGs.
En
cualquier caso, puede puntualizarse que los errores de conceptualización
comunicativa de Washington a la hora de reforzar los puntos débiles de su
agenda probablemente obliguen a extremar ciertas medidas de corte represivo,
puertas adentro. Uno de los casos más ejemplificadores lo constituye la
sugestiva coordinación internacional entre gobiernos, Interpol, firmas privadas
y ONGs para someter a los activistas de Anonymous. Con toda probabilidad, las
libertades individuales acusarán golpes importantes, en aras del "objetivo
superior": diseñar una nueva doctrina de seguridad nacional, más
espartana.
A fin de
cuentas, cualquier emprendimiento bélico a desarrollarse en Medio Oriente
vendrá acompañado de nuevos elementos, no solo en lo que respecta a armamento.
La propaganda continuará desempeñando un rol clave para todos los polos, con la
meta de ganar espacio y sumar creyentes en relación a operaciones
convencionales y de infiltración (o contrainteligencia) que, a priori, pudieran
presentarse como de difícil justificación. La gran mayoría de los medios de
comunicación tradicionales, que ya han tomado partido, participarán
activamente. El lado más técnico del asunto se verá coloreado por la
utilización masiva -como nunca antes- del hacking y maniobras de sabotaje electrónico,
panorama en el que el virus Stuxnet (Israel) y el gusano Conficker (China) ya
han sabido destacarse.
Desde la
perspectiva del ciudadano promedio, la prioridad debería ser la misma de
siempre, esto es, revalorizar la variable de la educación. A criterio de
aprender a leer los titulares desde múltiples fuentes e interpretarlos a
consciencia, bajo una mirada más amplia y atenta.
**Por
Matías E. Ruiz
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