Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
Sociedad  
 
11/11/2007 | Encrucijada latinoamericana

Fernando Henrique Cardoso

El otro día tomé un taxi en Providence, donde queda la Universidad de Brown, donde trabajo temporalmente. Le hice preguntas al conductor del tipo que los extranjeros suelen hacer. Percibiendo mi acento, pasó después al español, sin preocuparse en lo más mínimo por preguntar si yo sería otra cosa que, como dicen aquí, hispánico.

 

Él era cubano, naturalizado estadounidense, habiéndose mudado a EE.UU. en 1979. Le pregunté sobre Cuba y me respondió que cada dos o tres años va a visitar a su familia. Pero, ¿cómo?, le pregunté, ¿no está prohibido? Se va a Canadá y de ahí a La Habana, sin ningún visado o problema. ¿Y qué piensa de Fidel? Ah, me dijo, "aquí no entienden, pero allá, no es solo él quien manda, él no puede hacer todo lo que quiere hacer por el bien del pueblo. Si la vida allá fuera tan miserable como dicen, no habría tanta gente con él. ¿Sabe por qué? Yo, por ejemplo, cuando voy a Cuba me hago exámenes médicos gratuitos. Aquí se gana bien, pero todo es trabajo, trabajo y trabajo, y todo es pagado".

Probablemente si le preguntáramos a un venezolano pobre cómo van las cosas en Caracas, él respondería algo parecido, dada la abundante distribución de los recursos, poco importa si es demagógica o no. ¿Eso absuelve a los gobiernos por sus desviaciones antidemocráticas? Claro que no. Pero explica lo obvio que mucha gente no percibe: para la masa de la población cuyas necesidades más elementales fueron descuidadas por gobiernos anteriores, cualquier mejora es un aliento y abre espacios para cimentar solidaridades que no toman en cuenta los ideales democráticos y llegan a perdonar los desatinos y las corrupciones.

Hago estas consideraciones banales que parecen aceptar o justificar lo inaceptable, porque hay muchas formas también inaceptables de criticar a los regímenes antidemocráticos. Quedé sorprendido con la declaración del presidente George W. Bush, de que no admitiría una transición en familia, augurando la muerte de Fidel. Como si así influyera en el futuro político de Cuba. Sí puede influir, pero en el sentido contrario del que pretende, aumentando las posibilidades de que Raúl Castro ocupe el poder por más tiempo, dada la previsible reacción del pueblo cubano ante el disparate verbal de Bush.

No se aprende fácilmente de los errores de la historia. ¿Pues, no fue el mismo gobierno de Bush el que dilapidó el capital de solidaridad que ganara el país después de los ataques terroristas de Nueva York y Washington, cuando se lanzó a la aventura del "cambio de régimen" en Iraq y a la guerra preventiva que llevó al país a la encrucijada actual? Colocó a EE.UU. en un rompecabezas tan difícil que, aunque los demócratas ganen las próximas elecciones, como es probable, habrá dificultades para la retirada de las tropas, pues en Iraq no existe un "otro lado" establecido. Hay una mezcla caótica de etnias y tradiciones religiosas, a estas alturas permeada por la tentación del terrorismo que los estadounidenses pretendían eliminar. Y, de nuevo, viene el presidente Bush con su manía de "cambio de régimen" a recetar una mejor fórmula para la transición del poder en Cuba, olvidando que esto es un problema del pueblo cubano.

No es que los regímenes no deban, no puedan o no necesiten cambiar. Pero la estrategia de cambio a partir de valores impuestos desde afuera (peor aun cuando es por la fuerza militar) dejó de ser eficaz y nunca fue moralmente aceptable. Las injerencias externas, en el límite, dan más impulso a los dueños del poder local de lo que los debilitan. Y en los países democráticos, en las circunstancias actuales, los pueblos recurren a artimañas de todo tipo para solapar decisiones que les parecen inaceptables. Basta ver la porosidad del bloqueo de Estados Unidos a Cuba y los mecanismos para burlar las restricciones estadounidenses para entrar en el país, como lo ilustra el testimonio del taxista.

Estados Unidos y demás países aliados no tuvieron tanto éxito para socavar las fuerzas de sustentación del bloque soviético, por la presión de la guerra fría, como lo tuvieron los críticos internos del régimen. Fueron ellos, junto con la incapacidad del sistema comunista de construir un modo de vida aceptable para la población, los que provocaron su desmantelamiento. La Unión Soviética se derrumbó, así como el muro de Berlín, sin que los "sovietólogos" previeran cuándo y cómo ocurriría, y sin que la CIA o cualquiera otra agencia hubiesen tenido la posibilidad o la capacidad de cualquier acción de éxito. Como, de otro modo, tampoco en Cuba. Los medios de comunicación masiva, cada vez más difíciles de ser controlados, como la televisión y la radio, y principalmente Internet, incitan el apetito por la libertad y por el consumo, aun antes de que los países se integren al mercado global. Cuando las fuerzas políticas internas comienzan a pedir más libertad y mayor participación popular, es la incapacidad de adaptación de las estructuras burocráticas del autoritarismo lo que acelera las transiciones políticas, más que los mecanismos externos de injerencia y presión directa.

La incomprensión de los límites que existen en el mundo actual para que se acepte la visión fundamentalista alimenta la ilusión de que la amenaza, la fuerza o la rigidez ideológica podrían tener éxito. Ya es tiempo de que los líderes del mundo occidental aprendan que la primera condición para preservar los valores de democracia y libertad es el respeto a la pluralidad y la diversidad cultural de los pueblos. Cualquier fundamentalismo, religioso o de neoconservadurismo capitalista, al extrapolar y desear imponerse como regla general, aumenta los callejones sin salida, sin victoria posible.

Eso no quiere decir que debamos renunciar al núcleo central de la visión occidental del mundo. Pero nosotros los occidentales (incluso los extremo-occidentales, como los latinoamericanos) tendremos que aprender a convivir con las demás formas de civilización. Si los valores occidentales llegaran a prevalecer, será progresivamente y más por la aceptación espontánea de algunos de ellos que por la fuerza y la imposición. En ese proceso, necesariamente interactivo, el mundo occidental también podrá reelaborar y absorber otros modos de vivir y de encarar la vida, de modo que, sin destruir lo que es esencial de nuestra tradición, la enriquezca aun más.

FERNANDO HENRIQUE CARDOSO, EX PRESIDENTE DE BRASIL, ES SOCIÓLOGO Y ESCRITOR.
TRADUCIDO POR JORGE L. GUTIÉRREZ. © 2007 AGENCIA O' GLOBO DISTRIBUIDO POR THE NEW YORK TIMES SYNDICATE
EXCLUSIVO PARA EL DIARIO EL COMERCIO EN EL PERÚ.

El Comercio (Pe) (Peru)

 



Otras Notas del Autor
fecha
Título
20/10/2018|
16/08/2009|
30/08/2007|
12/05/2006|

ver + notas
 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House