“Eso hace que cuiden el puesto, no asuman riesgos, porque hay 800 esperando”, comentó a la AFP este oficial chavista, crítico de Maduro (elegido hasta 2019).
Venezuela tiene 165,000 efectivos militares y 25,000 en reserva, además de miles de integrantes de una milicia civil.
Salvo el Parlamento de amplia mayoría opositora -al que el Tribunal Supremo acaba de despojar de sus funciones-, el chavismo controla todo el aparato estatal.
Varias instituciones que manejan los militares son acusadas de corrupción por dirigentes opositores, pero esa mano oscura iría más lejos.
“Hay informes que alegan que varios tienen vínculos muy estrechos con narcotráfico y otras formas de criminalidad”, dijo a la AFP Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano, basado en Washington.
Oficiales como el ministro de Interior, general Néstor Reverol, o el exdirector de inteligencia Hugo Carvajal son acusados por la justicia estadounidense de tráfico de drogas.
Alarcón observa que el presidente también ha puesto a los uniformados en cargos clave para ejercer una suerte de chantaje. Son responsabilidades que los hacen “vulnerables” a que les abran “expedientes por violaciones de derechos humanos, lavado de dinero o narcotráfico”.
“Es como si estuvieras en un barco que se está hundiendo, la gente que más va a cooperar para que no naufrague es la que no sabe nadar”, ilustró.
Alcalá sostiene que “hay un grupo de militares corruptos que vende la idea de sostener a Maduro”, con el cual no se identifica la mayor parte de la institución. “Maduro fue inteligente al involucrar a la Fuerza Armada en cuestiones de difícil solución como la escasez, pues la hizo parte del problema”, apunta.
Ante ello algunos oficiales respaldarían a Maduro, más que por convicción, por temor a una cacería de brujas.
“Hay una Fuerza Armada asustada porque muchos sienten que su libertad, su vida, su patrimonio dependen de mantener la estabilidad del gobierno. Piensan que con la oposición en el poder van a ser perseguidos”, opina Alarcón.
El opositor Julio Borges, presidente del Parlamento, admite que ese miedo es una de las “trancas más grandes” para que haya un cambio de gobierno, pues a su juicio a Maduro solo lo sostiene la cúpula castrense.
“Si no desatamos ese nudo podemos pasar décadas teniendo la misma película”, opinó Borges, quien el jueves llamó a los militares a romper su silencio frente a lo que denunció como un “golpe de Estado” de Maduro contra el Legislativo.
El diputado plantea incluso un sistema de “justicia transicional” al que se puedan acoger los oficiales involucrados en delitos.
Pero no solo los militares sostienen a Maduro, enfrentado a un cóctel explosivo que quizá en otro país ya le hubiera costado el puesto a un presidente.
Tras la aplastante victoria en las legislativas de 2015, la oposición chocó contra el muro institucional del chavismo y terminó dividida -una vez más- en torno a cómo anticipar la salida de Maduro y un fracasado diálogo para resolver la crisis.
Todo ello en medio del colapso económico (la inflación cerraría este año en 1,660% según el FMI) y una criminalidad galopante.
No hay un liderazgo que “enamore” a las masas o les haga sentir “pasión por el cambio”, dice el analista Luis Vicente León.