Correa, que ha ganado cinco elecciones en línea desde que asumió el poder en el 2007, propuso la consulta dos meses después de la sublevación policial por reclamos salariales, que dejó diez personas muertas y que el mandatario aseguró fue instigada por opositores para derrocarlo e incluso intentar asesinarlo.

La oposición desvirtuó esa denuncia y desde varios frentes promueve el “No” en el referendo, aduciendo que el mandatario socialista busca controlar el poder judicial y restringir derechos y libertades al plantear, además, límites a las inversiones de la banca y los medios de comunicación, así como regulaciones a la prensa.

El referéndum propone disolver temporalmente el Consejo de la Judicatura para que una comisión con un delegado del gobierno reestructure el sector, y limitar la libertad condicional de los presos.

El gobernante defiende la consulta alegando que la justicia vive una crisis que alienta la inseguridad -que admite es el talón de Aquiles de su gobierno-, pero al mismo tiempo reconoce que será un plebiscito sobre su gestión en el que espera un voto de confianza.

“Un 24 por ciento de la gente va a votar ‘Sí’ porque lo propone el gobierno, y un 12 por ciento ‘No’” con el mismo argumento. “Una parte de la población vota en función de la confianza, pero eso pasa en todos lados”, afirmó Correa la noche del domingo, sin precisar el origen de las cifras.

“Si ha visto cuatro años (de buena gestión), la gente va a decir que es un paso para que siga esta política”, añadió el presidente, quien descartó negociar con la oposición de derecha si sufre un revés en el referéndum.

“Si perdemos, olvídense, preferimos irnos a nuestra casa (dimitir) a claudicar frente a la partidocracia”, advirtió durante la campaña.

La gestión de Correa es aprobada por un 65 por ciento de los ecuatorianos, frente a un 32 por ciento que la rechaza, según una encuesta de la firma Santiago Pérez del pasado 16 de abril.

Si bien la popularidad del mandatario se disparó tras la rebelión policial, este episodio significó una “ruptura fuerte en el proceso de acumulación de legitimidad con los triunfos sucesivos en las elecciones anteriores”, estimó Hernán Reyes, politólogo de la Universidad Andina.

Además, la insurrección creó “incertidumbre” en algunos sectores y agentes económicos, y revivió el temor de volver a la inestabilidad que vivió el país entre 1996 y 2007, cuando tuvo ocho presidentes (incluido Correa), de los cuales tres fueron depuestos, señaló Reyes.

“Esto intentó ser superado con el llamado a la consulta” que busca “generar un voto de confianza o no de la población hacia el presidente”, y que puede ser aprovechada para “afianzar algunas líneas estratégicas o socavar su credibilidad”, agregó.

“Si el presidente gana, recobrará la fortaleza política y legitimidad, golpeadas el 30 de septiembre”, apuntó el director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Adrián Bonilla, y observó que una victoria amplia “legitimará las políticas pasadas y futuras” de Correa.

Dos encuestas reveladas el miércoles último por Santiago Pérez y la firma Investigaciones y Consult Marketing Solutions dan una cómoda ventaja al “Sí”, con un ligero crecimiento del “No”.

Reyes cree que una derrota o un triunfo por un margen mínimo colocará al gobierno “ante una profunda reflexión sobre la estrategia post-consulta”, mientras que Bonilla considera que aquello adelantaría la campaña para las presidenciales de 2013, si bien afirma que es un “escenario muy improbable”.