¿Qué está sucediendo en nuestra principal agencia de Inteligencia?

El nombramiento de Goss, allá por septiembre del 2004, fue otro esfuerzo político más para tratar de paliar la filtración en serie de información clasificada de la CIA. Muchos analistas de la agencia, tanto empleados como jubilados, han estado rebelándose contra la estrategia general de la guerra contra el terror -- en particular, el esfuerzo por deponer a Saddam Hussein y el nacimiento de una democracia en su lugar.

Silenciosos en cierta medida durante la una vez popular victoria de tres semanas sobre Saddam, los asistentes de la CIA nos han asegurado en público cada vez más que no fueron responsables de la desastrosa reconstrucción de Irak de tres años.

Paul Pillar, un funcionario nacional de Inteligencia en la CIA del 2000 al 2005, insistía públicamente en que el contraterrorismo no debe ser tema de guerra. En la práctica, escribía prolíficamente en mitad de la presente guerra de Irak que todo era un error colosal.

El analista de la CIA ya jubilado Ray McGovern, que pregona sin fin su anterior servicio, criticaba recientemente al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld en un foro público y ha insistido en que la política exterior americana está cautiva de Israel.

Otro ex analista, Michael Scheuer, redactaba una escandalosa crítica a la guerra contra el terror. Escribiendo bajo el pseudónimo Anonymous, Scheuer, mientras era aún empleado de la agencia, también hace hoy el argumento similar de que Israel es la causa de muchos de los problemas en Oriente Medio.

La analista de la CIA recientemente despedida Mary McCarthy filtró información clasificada acerca de presuntos centros de detención de la agencia a Dana Priest, del The Washington Post, que ganó un Premio Pulitzer por la noticia. La lista de filtradores, a menudo elogiados, y críticos públicos anteriores y presentes de la CIA en tiempo de guerra continúa.

Durante la Guerra Fría, los recelosos liberales intentaban a menudo limitar tal iniciativa por parte de la CIA. Alegaban que sus cowboys operativos establecían sus propias normas, de Irán a Guatemala -- o que tras la jubilación, tendían a engrosar las filas de la derecha de toda la vida.

Allá por entonces, la respuesta de la CIA era que tales internos conocían los peligros reales en juego a la hora de luchar contra el Comunismo global. Algunos de estos operativos mal encaminados presuntamente siguieron una llamada superior y sintieron que los fines -- nuestra supervivencia -- a menudo justificaban los medios, o violar la ley o convertirse en puristas públicos.

Ahora los liberales muestran simpatía hacia esta generación nueva de autonombrados violadores de la ley y partisanos de la CIA. Pero los analistas de Inteligencia nunca deben minar la política de sus gobiernos electos, ya sea a través de filtraciones ilegales o haciéndose pasar por críticos públicos vagamente conocidos con acceso a información clasificada.

En lugar de eso, los funcionarios de la CIA deberían hacer aquello para lo que fueron contratados antes de designarse partisanos -- especialmente porque su trayectoria en la recogida y análisis de información de Inteligencia lleva bastante tiempo siendo muy desafortunada.

Estados Unidos, gracias en gran medida a una desorientada CIA, ha sido incapaz de anticipar nada, desde la Guerra de Yom Kippur de 1973 y la caída del Shah de Irán en 1979 hasta, más recientemente, la invasión de Kuwait por Saddam Hussein en 1990. Después, por supuesto, está el fracaso a la hora de anticiparse al 11 de Septiembre. En los últimos años, Estados Unidos captó mal la capacidad armamentística de destrucción masiva de Saddam, al tiempo que subestimada la extensión del arsenal de armas de destrucción masiva en la Libia de Moammar Gadhafi.

De modo que el General Hayden tendrá justificaciones a manos llenas de una agencia de Inteligencia que es cada vez más política y cada vez menos competente.

Recuerde que ya tenemos profusión de agencias de Inteligencia en el Departamento de Estado y las ramas individuales del ejército. Tampoco estamos seguros del todo de si la CIA simplemente replica gran parte del también caro FBI, la Agencia de Seguridad Nacional, o la Agencia de Inteligencia de Defensa.

De modo que, si es nombrado director de la CIA, la tarea del General Hayden debería ser o bien fusionar la agencia con otra entidad de Inteligencia, o meterla en cintura de manera radical.

El problema no es solamente que la CIA consuma demasiado dinero, tenga demasiados empleados, o reúna demasiada información superflua de Inteligencia al tiempo que pasa por alto los sucesos clave de la época. O que demasiados analistas no sepan hacer sus propios trabajos asignados faltos de interés. Ni siquiera que tanto Demócratas como Republicanos intenten periódicamente poner en orden la CIA a través de sus propios nombramientos políticos cuando sospechan que ha pasado a ser abiertamente hostil e insubordinada.

No, el temor más profundo es que en la CIA haya crecido un enclave atrincherado y una postura arrogante de "nosotros sabemos lo que es mejor" en la que moralistas autodesignados están a menudo convencidos de poder hacer sus propias reglas y código de conducta. El general Hayden tendrá que poner fin a esa cultura -- o poner fin a la agencia tal como la conocemos.

Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.