Las cárceles guatemaltecas son por regla general general más amplias y habitables que las de sus países vecinos, pero comparten el mismo historial de violencia. Este coronel retirado al frente del sistema penitenciario chapín promete una fuerte inversión en infraestructura para mejorar la seguridad de los centros y se muestra confiado en el éxito de una red de cooperativas como plan de reinserción.
El director del Sistema Penitenciario de Guatemala es militar y kaibil. Como su jefe, el ministro de Seguridad. Y como el jefe de su jefe, el presidente de la República. Y como ellos, exhibe su formación académica antes que su pasado castrense, porque a este gobierno, en el que la mayoría de puestos clave del gabinete de seguridad están ocupados por militares retirados, le gusta dar imagen de tecnocracia.
Por eso Luis Alberto González comienza por explicar que tiene una licenciatura en administración y otra en Seguridad Pública, y su equipo de comunicaciones hace bromas sobre el hecho de que a su edad todavía sigue estudiando, un doctorado en Ciencias Penales de la Universidad de San Carlos. Nadie hace comentarios, no hace falta, sobre el enorme escudo de los paracaidistas kaibiles -el mítico cuerpo de fuerzas especiales del Ejército de Guatemala, famoso por su brutalidad durante la guerra civil- que adorna su despacho. Esa enorme calavera con boina ladeada no necesita ayuda para llamar la atención. Tampoco su lema: “Si avanzo, sígueme. Si me detengo, empújame. Si retrocedo, mátame”.
Del sistema penitenciario guatemalteco sabemos que está formado por 22 centros; sabemos que sufre hacinamiento, pero con niveles muy por debajo del de los sistemas hondureño y salvadoreño; sabemos que incluye desde hace tiempo un sistema de granjas de rehabilitación; sabemos que en anteriores administraciones fue utilizado por funcionarios para extraer a internos para que cometieran delitos en las calles, al servicio de estamentos públicos y privados; sabemos que los policías acusados de asesinar a tres diputados salvadoreños en 2006 fueron asesinados a su vez dentro de una cárcel, sin que nadie asumiera responsabilidades. Esas son las referencias que tenemos, y así se lo decimos al director González. Para que nos explique qué va a hacer para cambiar la imagen de un sistema penitenciario en crisis. Él, fiel a su rol de hombre de pensamiento académico, nos habla una y otra vez de rehabilitación, de oportunidades, de diálogo con los privados de libertad.
Parece ser también un hombre que confía relativamente rápido en la buena voluntad de las personas: confía ciegamente en los presos de Pavoncito y permite que gobiernen su propia cárcel modelo; confía en que es mejor agrupar a los pandilleros en cárceles exclusivas para cada pandilla porque ellos mismos le dijeron que así podrían rehabilitarse mejor; y confía en que el 70% de los pandilleros de Guatemala desea abandonar el mundo de violencia que llevan tatuado, como confía en que este gobierno, en los próximos cuatro años, será capaz de reducir a cero el hacinamiento de sus penales y acabar con su negra historia reciente de descontrol y masacres.
¿Qué
encontró usted en el sistema penitenciario?
Una
infraestructura colapsada, con capacidad para 6,492 privados de libertad y que
ahorita alberga a 14,138. Eso supone un 112 o 113 por cien de hacinamiento, lo
que genera desorden e indisciplina entre los privados de libertad. Faltó
visión. Si hace 25 o 30 años alguien hubiera tenido visión de futuro ahora no
estaríamos así. También encontramos un alto grado de corrupción, tanto
administrativa como entre los internos, porque a causa del hacinamiento las
necesidades de los privados de libertad son mayores, y eso lleva a que más
personal caiga en la corrupción.
¿Se
atreve a darnos un porcentaje de penetración de la corrupción entre los
funcionarios de centros penales?
Hemos
descubierto a funcionarios vendiendo a los privados de libertad medicinas que
son propiedad del Estado. Pero esos funcionarios ya fueron dados de baja y
procesados.
¿Pero
qué porcentaje del personal estima que no es confiable? ¿Un 60%? ¿Un 80%?
No,
estamos hablando de un 20%. Hacemos un trabajo constante para descubrir ese
tipo de casos. Pero también tenemos otro problema, que es el grado de extorsión
que existe de privados de libertad hacia otros privados de libertad. Cada
persona que ingresa es sometida a cobros ilegales por parte de otros internos.
Y eso es extorsión.
¿Y cómo
pretenden acabar con eso, si no pueden garantizar la seguridad de los internos
frente a ataques de otros internos?
Evaluamos
y analizamos constantemente la situación de cada centro, a través de
procedimientos de inteligencia encaminados a descubrir los roles que cumplen
esos privados de libertad que creen tener el poder de los centros. Hemos
atacado esas estructuras. Pero es como si usted corta un árbol y de inmediato
ahí viene el retoño.
¿Esas
estructuras creen tener el poder, como usted dice, o realmente lo tienen?
Lo que
hacen lo hacen a espaldas de las autoridades. Y manejan su propia ley ahí
dentro. Pero yo le garantizo que desarticulando eso lograremos evitar esas
prácticas, que están vinculadas, insisto, a las necesidades que crea el
hacinamiento.
Esta
administración planea construir nuevas cárceles. ¿Con eso el hacinamiento
quedaría reducido a cero?
Eso
pretendemos. Pero no es solo una cuestión de ampliar espacios. Estamos
trabajando para encontrar otras salidas al problema, como la aplicación de
medidas sustitutivas, o el uso de la tecnología, como brazaletes aplicados a
los delitos menores o, ya dentro del régimen progresivo, la prelibertad o la
libertad condicionada, una vez tengamos la posibilidad de promover una
rehabilitación eficaz.
¿Cuál es
el presupuesto anual del sistema penitenciario?
591
millones de quetzales, de los que 295 son para obras de infraestructura y 296
para funcionamiento. El respaldo político que el Sistema Penitenciario tiene se
basa en que este gobierno piensa que la reinserción es parte de su estrategia
de seguridad.
Entendemos
que planean crear centros penitenciarios expresamente diseñados para albergar a
pandilleros, enviando a cada pandilla a un centro diferente. ¿Es así?
La
clasificación de los privados de libertad es importante, y dentro de esa
clasificación están las dos pandillas. Esos centros van a contar con mejoras en
cuestión de trabajo, educación y salud para los privados de libertad, que...
¿Pero
qué tiene eso que ver con la separación por pandillas? Es decir, ¿qué les hace
pensar que separar a las pandillas va a ayudar a su reinserción?
Fíjese
que ellos son una familia. Nosotros lo hemos diagnosticado a través de
conversaciones con ellos, y hemos comprobado que quieren oportunidades de
trabajo y de educación. Algunos están convencidos de que para ellos terminó ese
estilo de vida y quieren una oportunidad para reinsertarse. Hoy lo que yo veo
en las pandillas es que piden oportunidades, un porcentaje bastante grande de
ellos. Yo creo que un 70% de integrantes de cada pandilla lo que quiere es
tener oportunidades y decir “hasta aquí llegué”.
Pero la
cuestión es que usted parece convencido de que agrupar en una prisión a los
pandilleros del Barrio 18 y en otra a los de la Mara Salvatrucha, en vez de que
compartan reclusión con no pandilleros o con miembros de la otra pandilla,
facilita el proceso de reinserción. ¿Por qué?
Es que
ellos mismos lo manifiestan.
Bueno,
pero entiendo que las políticas que rigen el funcionamiento del Sistema
Penitenciario no las rigen las pandillas, sino el Gobierno...
Claro. Y
trabajar de este modo nos permite tener mejor control.
¿Por
qué?
Por la
naturaleza de los nuevos centros, que son sectorizados, e incluso van a tener
sus propias áreas de máxima seguridad. Y aunque los miembros de una misma
pandilla estén en el mismo lugar, los más recalcitrantes van a estar aislados.
Pero eso
también podría aplicarse en un penal que reúna a miembros de pandillas con
civiles (no pandilleros).
Es más
difícil, porque la población penitenciaria general rechaza a los pandilleros.
Separarlos evita amotinamientos y nos facilita un mayor control.
¿Han
tenido en cuenta la experiencia de otros países para llegar a esa conclusión?
Totalmente.
Por eso tenemos ahora separada en el Sector 11 (del preventivo de Zona 18) a la
18, y en El Boquerón a toda la Mara Salvatrucha. Y nos ha dado resultado. Nos
lo dice nuestra comunicación con ambas pandillas y nuestra propia experiencia.
Le
preguntamos porque usted dice que los pandilleros se consideran una familia,
pero reforzar esos lazos familiares tiene consecuencias distintas a las que
tendría romperlos. En El Salvador, hace doce años, se decidió segregar a las
pandillas por cárceles, y eso generó nuevas dinámicas de comunicación y
organización interna en estos grupos, porque reunió a los líderes, facilitó que
intercambiaran experiencias y estrategias... Después de aquello las clicas,
antes dispersas, consolidaron una estructura nacional.
Por eso
tenemos a los líderes aislados, en un lugar. No es solo de reunir a los
pandilleros. Antes hay que hacer un perfil de los miembros dentro de esa misma
familia, y tenerlos separados, porque dentro de un mismo centro penal habrá
sectores que nos van a permitir segregarlos y que en ningún momento se vayan a
agrupar. La tecnología y los protocolos de seguridad nos van a dar ese grado de
control. Podremos, por ejemplo, impedir que los líderes sigan ejerciendo
control de la pandilla hacia fuera de la cárcel.
Pero, de
nuevo... si van a tener ese nivel de control por sectores, ¿qué sentido tiene
mantenerlos en cárceles distintas, si bastaría tenerlos en sectores distintos
para que no peleen entre ellos?
Nos
permite otro nivel de control. Y le insisto que tendremos en esos sectores a
soldados, a los más jóvenes, pero los líderes, los ranfleros, lógico, siempre
van a estar segregados. Mire... esta va a ser la cárcel tipo...
(El
director se levanta y dibuja en una pizarra el boceto de su cárcel modelo con
cuatro sectores en cruz dentro de un área cuadrada. Explica que cada sector
tendrá su propio patio y su propio acceso. Sus propias zonas de visita. Que los
espacios de recreación y talleres se usarán de forma alterna. Que en cada uno
habrá alrededor de 184 reos. Que los custodios accederán a sus puestos por
pasillos elevados, sin mantener contacto directo con los internos, y
controlarán su sector mediante sistemas electrónicos de vigilancia. Que las
puertas de celdas y sectores se abrirán y cerrarán a distancia. Que habrá una
zona de máxima seguridad, con celdas de aislamiento, separada del resto de
sectores. Pide disculpas por la calidad de su dibujo, pero parece muy
satisfecho con el diseño que presenta.)
¿Se
trata de un diseño propio o tomado de la experiencia de otros países?
Hemos
visitado Colombia, que está muy avanzado, y yo estuve en República Dominicana y
en México. Conjuntando esas tres experiencias, y teniendo en cuenta otros
factores, como la propia experiencia, creemos que este es el tipo de cárcel que
nos puede funcionar.
¿Las
pandillas van a marcar el patrón de cárcel para el resto de privados de
libertad del país?
No,
tenemos otros tipos de cárceles para el resto. Este es un modelo específico
para las pandillas, que nos va a permitir trabajar de otra manera con ellas,
porque en las condiciones en las que están hoy las posibilidades de
rehabilitación son pocas.
¿Estas
cárceles se van a construir con fondos del erario público o con cooperación?
Vienen
parte de presupuesto propio y parte de cooperación internacional. Taiwán nos
está donando 10 millones de dólares que van a ser utilizados en la cárcel
modelo de rehabilitación de Pavoncito.
(González
se refiere a una cárcel a las afueras de ciudad de Guatemala, la única del país
libre de hacinamiento -tiene capacidad para 1,500 pero solo 900 internos-, en
la que desde hace cuatro años funciona una cooperativa formada por reos.
Envasan agua, fabrican botas y prendas de vestir, cosen balones de fútbol,
tejen hamacas, serigrafían todo tipo de objetos... Bajo la coordinación de una
junta directiva cuyo gerente general es el polémico capitán Byron Lima,
condenado por el asesinato del Obispo Juan José Gerardi. Hay quien cuenta que
Lima más que administrar gobierna esa cárcel, en la que funciona una escuela
que ofrece, incluso, títulos universitarios homologados por la Universidad
Galileo de Guatemala.)
¿Qué
tiene de modélica Pavoncito?
En
Pavoncito está en desarrollo un proyecto focalizado en el factor humano del
privado de libertad. Pero no han tenido las instalaciones adecuadas, y por eso
con el dinero de Taiwán vamos a hacerles un edificio para los sectores y todo
lo que ahora son sectores va a quedar para talleres, para el área de educación,
el área de salud... y con fondos del Gobierno se va a arreglar toda el área
perimetral y el área administrativa.
Lo
llamativo de la cárcel de Pavoncito es el enorme peso de un grupo de internos
en la gestión de las actividades que realizan el resto de presos. ¿No es cierto
que ese modelo descansa en la autoridad de esos reos?
Lo que funciona
en Pavoncito es una cooperativa y no, como se malacostumbraba antes, un comité
de seguridad formado por jefes que extorsionan al resto de privados de
libertad. Pavoncito lo que hizo fue sujetarse a las autoridades, y son las
autoridades las que tienen el control, sobre la base que ellos han creado. Yo
no les voy a engañar: todo eso ya estaba cuando yo llegué al cargo, y lo único
que se necesitaba era viabilizar el funcionamiento legal de la cooperativa.
Ellos lucharon solos, y no doblaron las rodillas. Buscaron oportunidades,
aunque por lo que expresan ellos durante años les fueron vedadas. En el
cooperativismo han una oportunidad no solo para el privado de libertad, sino
también para la etapa postpenitenciaria, porque de hecho apuntan a que la cooperativa,
que es de responsabilidad social limitada, sea también para el exprivado de
libertad, que sale etiquetado y no encuentra trabajo. La cooperativa,
supervisada por el sistema penitenciario, está impulsando programas incluso
para las esposas de los privados de libertad, que en muchos casos son el único
sostén de la familia mientras su esposo cumple condena.
Entendemos
que tienen por cliente a la corporación policial...
Cuando
más trabajaron fue durante la campaña electoral. Le trabajaron a todos los partidos
políticos.
¿Qué
hacían?
Serigrafía,
gorras, chalecos, playeras, uniformes de fútbol... de todo.
También
trabajan para la Policía, y para el mismo Sistema Penitenciario.
Tienen
una fábrica de botas, de uniformes... y trabajan también los uniformes e
insignias de los contingentes del Ejército en misiones de la ONU, los
sombreros, las boinas...
¿No es
comprometedor que privados de libertad, que en algunos casos purgan penas
incluso por delitos relacionados con crimen organizado, elaboren uniformes
policiales?
Es una
oportunidad de trabajo.
Por
supuesto, pero es delicado tener acceso a uniformes militares o policiales, o
de custodios.
Ahí es
donde el sistema penitenciario garantiza el control. Y también porque en
administraciones anteriores hubo privados de libertad que fueron explotados por
empresas que les compraban productos a un precio y los vendían a otro, mientras
que ahora ellos tienen estatutos, pagan sus impuestos y venden directamente al
cliente. No hay ningún problema que ellos fabriquen uniformes, porque hay
control.
¿Control
para que no salga o se quede algo ahí de forma indebida?
Claro, o
por cualquier situación que se pueda dar. Pero hay que ver también el compromiso
que está adquiriendo el privado de libertad en Pavoncito con su propia
rehabilitación. Va a llegar un punto en el que cubrirán las necesidades básicas
de la misma cooperativa. Más adelante pagar su luz, su agua, su teléfono. Eso
no crea que va a ser para todos, sino para el que va queriendo rehabilitarse.
El
capitán Byron Lima, que ha sido un personaje muy relevante en la historia
reciente del sistema penitenciario de este país, tiene mucho peso en esta
cooperativa.
Él es
uno de los pioneros, pero no solo él.
Se lo
digo porque su historial no es precisamente el de un líder positivo.
Ahí
dentro hay un capitán, pero también hay un coronel, un teniente coronel, un
mayor, un teniente, sargentos mayores... Y también hay abogados, médicos, hay
mecánicos, hay periodistas... Para mí es un fenómeno positivo el hecho de que
todos esos talentos se hayan integrado y hayan echado a andar esta idea de la
cooperativa, que empezó en el 2008.
No
estamos cuestionando al capitán Lima porque sea militar, sino porque desde 1998
ha liderado, en cada cárcel en la que ha estado, grupos como los comités de
seguridad a los que usted se refirió antes, y en las cárceles que controlaba se
produjeron varias masacres. ¿No le preocupa que una persona con esa historia de
poder y violencia lidere esa cooperativa?
A
nosotros nos interesa la reinserción social. Para los hechos delictivos ahí
están los entes encargados de dar persecución. Yo le puedo decir a usted que es
ladrón, pero hace falta tener la carga de la prueba, y así hay situaciones
que... No me quiero meter más a esto, pero todavía existe un enfrentamiento
ideológico y puede ser que algunas de esas versiones puedan venir de ahí. A
nosotros como Sistema Penitenciario nos interesa la reinserción, y este
personaje ha demostrado buena voluntad y un liderazgo que ha traído beneficio
para mucha gente, porque ahora de los ochocientos sesenta y algo internos que
hay en Pavoncito, como 300 están agremiados... Si no les gustara no estarían
agremiados. El hecho de que ellos funcionen de esa manera ha permitido que
todos los días tengan visita. Hay personas que tienen su tienda y llega su
esposa a ayudarlos. Tienen su tortillería, su panadería, todo el mundo trabaja
y todo el mundo estudia. Y a las seis de la mañana están haciendo deporte. La
única situación que a mí como director no me parece lógica es que hay una línea
imaginaria (un puesto de control de acceso) que tienen los privados de
libertad, pero hablando con el director del centro me explica que es por si
algún ilícito se les pasa a los guardias, y que si los privados de libertad lo
descubren se lo regresan al guardia. Hay antecedentes de eso. Ellos mismos
dicen: si nos meten una granada, o alcohol o teléfonos eso nos va a traer
requisas y la vida que llevamos ya no va a ser tan tranquila… en lugar de
continuar con sus prebendas, comenzarían a retroceder.
¿No
deposita demasiado peso en la buena voluntad de esos internos? Parece que
Pavoncito no es modelo de intervención del Estado sino de buena voluntad del
reo.
Sí, la
iniciativa ellos la tomaron. El sistema lo único que tiene que hacer es tener
el control.
¿Usted
cree que el sistema penitenciario tiene el control en Pavoncito?
Si hacen
una revuelta podemos reducirlos al orden. Estamos conscientes de que nosotros,
como sistema penitenciario, tenemos la custodia, la seguridad y el control de
los centros. Pero también tenemos que tener la parte humana: aquel que quiera
oportunidades lo van a tener y el que no, se va aislado para Fraijanes 1 y
Fraijanes 2 (centros de máxima seguridad). En Pavoncito hay gente que lucha por
las oportunidades y cuando detecta algo colabora con las autoridades diciendo:
fulano de tal está sacando llamadas o está extorsionando. Como hace año y
medio, cuando me comentaron que allí estaba uno que estaba extorsionando a El
Salvador, a Galgos, Pesarosi, Elektra... y lo descubrieron. Cuando lo
detectaron él, como sabía que iba para Fraijanes 1, pidió, suplicó quedarse,
diciendo que iba a cambiar. Ahorita ese interno entrega dos manualidades semanales
a diferentes empresas aquí. No está ganando menos de sus mil doscientos o mil
quinientos quetzales semanales.
O sea,
que estaba extorsionando a empresas de El Salvador…
Y no
solo de El Salvador.
Pero
como prometió que iba a cambiar ustedes lo dejaron donde estaba…
Lo
dejaron y él tuvo esa oportunidad, inclusive con el conocimiento del director
del centro, de que él iba a cambiar.
Ok…
Entonces usted presenta Pavoncito como modelo e invita al resto de centros
penitenciarios a parecerse a él.
Lo vamos
a institucionalizar. De hecho ya están iniciando cooperativas en las cárceles
de Cantel, Canadá y Pavón.
En El
Salvador se han desplomado los (índices de) homicidios luego de que las
pandillas negociaran con el gobierno sobre la base de beneficios carcelarios
que les habían sido retirados: traslados de cárceles de máxima seguridad,
comida del exterior, más visita, más visita íntima... En el caso de que el
presidente de Guatemala le consulte, ¿usted sería anuente, desde una
perspectiva penitenciaria, a un acuerdo de ese tipo, que implique beneficios a
cambio de la reducción de delitos?
Este
gobierno ha mantenido su política de accionar en contra de la delincuencia y en
ningún momento va a negociar. Pero nosotros, como Sistema Penitenciario, lo que
buscamos es la reinserción del privado de libertad y los miembros de una
pandilla tienen el mismo derecho a la reinserción y la rehabilitación que el
resto. El sistema penitenciario, dentro de lo que le marca la ley, reacciona a
la conducta del interno y de forma progresiva le va concediendo privilegios,
pero no dentro de una negociación. De hecho acá las pandillas ahorita tienen
más oportunidades, pero porque su conducta se los ha ido dando, no como parte de
una negociación. (En El Boquerón) se les puso un laboratorio de computación,
pero eso es parte de la rehabilitación.
Entendemos
que preso que representa menos riesgo vive en condiciones menos restrictivas
que el más peligroso. Lo particular del otro escenario es que la vida dentro de
la cárcel se ve afectada por actitudes que la estructura criminal presenta
fuera de la cárcel: si la estructura criminal delinque menos en la calle, sus
miembros en prisión viven mejor. ¿Eso le parece mal?
Eso
depende de cada Estado. Aquí el que delinque se va preso.
Tomando
en cuenta que los líderes de las pandillas están aislados en los Fraijanes 1 y
2, ¿consideraría la posibilidad de trasladarlos a cárceles de menor seguridad a
cambio de que enviaran un mensaje de menos violencia a sus pandillas?
Yo creo
que la estrategia que estamos manteniendo es la mejor estrategia para evitar
más acciones de las pandillas. Porque si hacemos eso que usted dice estaríamos
negociando con ellos y nosotros no estamos negociando, sino combatiendo.
Nosotros seguiremos las mismas políticas de este Gobierno: si el comportamiento
es bueno el tratamiento es bueno, y si el comportamiento es malo, pues ellos
mismos van a labrar su propio destino y pasarán aislados 20 años.