Los diez barcos con mil brigadistas de veinte países que dicen llevar ayuda humanitaria a la organización terrorista Hamas, en Gaza, harían mejor desviándose al norte, a Siria, para donársela a quienes luchan contra la dictadura, o más hacia el sur, a Egipto, país con frontera abierta al territorio palestino.

Como indican la ONU y la Cruz Roja, Gaza dispone de alimentos y bienes suficientes. Tras ser inspeccionados por Israel para evitar la entrada de armas como las que atacan cada día a los kibutz de ese país, llegan, incluso, para llenar un nuevo y lujoso dentro comercial del que informa Wikipedia. Observe también en el nuevo parque acuático a la población supuestamente hambrienta, y lo que dice, de nuevo, Wikipedia.

Desde enero transportaron a Gaza cada semana desde la frontera israelí 235 camiones de ayuda humanitaria con 8.270 toneladas de productos, según las ONU, organización que entrega además 13,5 millones de dólares mensuales.

También, por los 11 kilómetros de franja que dan a Egipto y la frontera de Rafah los jihadistas de Hamas reciben ya toda clase de bienes, y posiblemente se rearman para cumplir su juramento: hacer desaparecer Israel y exterminar a su población infiel.

La “Segunda Flotilla de la Libertad” --tras el fracaso de la primera, asaltada por el ejército israelí, que provocó 11 muertos—recuerda el apoyo que en plena democracia española le daban a ETA similares brigadistas internacionales y humanitarios.

Donde más entusiasmo está provocando esta flotilla es en un conglomerado de activistas en el que, tras unos pocos idealistas, se ocultan la hoz y el martillo, la esvástica y la jihad islámica.

Sabiendo quién está tras esta jihad propagandística, en la que van cincuenta españoles en un barco que bautizaron Gernika --mayoritariamente independentistas, filoetarras, comunistas y vividores antisistema--, ni el Gobierno, ni la ONU, ni ninguna oenegé solvente avalan esta aventura.