Durante este período, no sólo se percibió, sino que se observó una especie de tranquilidad social que ahogaba sus contradicciones internas, sobre todo entre los que estaban y no con el cambio. ¿Qué hizo que uno se imponga sobre otro? Las respuestas pueden ir desde intereses políticos, sectoriales hasta, por el que me inclino en esta columna, el haber tocado o no haber respondido a las demandas en materia económica.

El 26 de diciembre del 2010 se decretó el alza de los precios de los carburantes e inmediatamente los sectores sociales, incluidos los aliados del oficialismo, reaccionaron movilizándose y haciendo de los días posteriores jornadas de protesta. El Gobierno retrocedió, sin dejar de agradecer a quienes lo apoyaron y cuestionar a los que se movilizaron en contra de la medida impuesta para, entre otros motivos, frenar el contrabando de carburantes. Ni el 20% de incremento salarial propuesto entonces frenó la arremetida, porque percibían que el impacto social iba a ser superior. Un punto de inflexión sin duda, que muestra que cuando se toca o afecta el bolsillo del ciudadano, sea éste obrero, profesor, médico o campesino, no se piense en la política.

En los últimos días,  la COB, junto a sus organizaciones afiliadas, lidera movilizaciones en procura de un incremento salarial mayor al 10% comprometido por el Gobierno. Cada uno tiene los argumentos para defender sus posiciones, pero más allá de eso, otra vez, el motivador social es la economía del bolsillo, aunque no se puede soslayar otros intereses, en este caso de índole político sectorial.

Entonces, la adhesión militante a un proyecto político o Gobierno no siempre está garantizada, por más sólidos que puedan ser los principios que la alienten, cuando se ve mermada la capacidad de compra.

"El poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra", decía Marx.