Pronto Torrijos controla la totalidad de los poderes públicos en el istmo e instaura lo que se describiría como dictadura con apoyo popular.
Era la época en que los militares nasseristas se enfrentaban al Imperio en América Latina, como Velasco Alvarado, en el Perú, Ovando y J.J. Torres, en Bolivia, cuyos proyectos revolucionarios abortaron.
Panamá, en cambio, recuperó dominio sobre el Canal, con la suscripción de los tratados Torrijos-Carter.
Sospechosamente, el 31 de julio de 1981, Omar Torrijos moría en un misterioso accidente de helicóptero y su lugarteniente Manuel Antonio Noriega asumía las riendas del poder. Lo que no se conocía era que acumulaba sus altas funciones con las de operador de la CIA reclutado personalmente por George H. W. Bush, entonces jefe de esa agencia.
Noriega, encargado de monitorear la lucha contra el narcotráfico, simultáneamente mantenía relaciones privilegiadas con Cuba, pretendiendo ser un furtivo puente de comunicación con los americanos. Creyendo embaucar con éxito a la DEA, incautaba grandes cantidades de droga a algunas mafias mientras protegía a otras.
Cometía parecidas infidelidades con las informaciones que recogía, tanto en La Habana como en Washington. En suma, era un atildado agente doble.
Se suele decir que se puede engañar a todos por todo el tiempo, a algunos por poco tiempo, pero nunca a todos por todo el tiempo. Víctima de esa fatalidad Noriega sucumbió a sus propias intrigas, siendo desenmascarado en momentos en que George H. W. Bush gana la Casa Blanca el 20 de enero de 1989.
Considerando la traición como una afrenta personal, Bush, el 20 de diciembre de 1989, digita la Operación Causa Justa que en una invasión relámpago ocupa Panamá ametrallando centenas de gentes. Noriega tuvo que resignarse a buscar refugio en la Nunciatura Apostólica, apelando a la extraterritorialidad diplomática que impide su inmediata captura. Inclementemente asediado, el 3 de enero de 1990, decide entregarse a oficiales de la DEA que lo transportan preso a Miami. Condenado a 40 años de presidio, por tráfico de drogas, el juez le concede el curioso estatus de “prisionero de guerra”.
Aunque su condena fue acortada el año 2007, por buena conducta, dos otros países lo reclaman: Panamá por el asesinato de varios opositores y Francia, por lavado de 3,15 millones de dólares en bancos parisinos. En el forcejeo legal, Francia consigue que Noriega sea extraditado a París el 26 de abril de 2010.
Sus abogados franceses, impugnando su detención como ilegal, revelan un secreto de Estado: “la única razón por la cual Francia solicitó la extradición de Noriega es porque la familia Bush, temiendo una venganza contra el ex presidente, impide el retorno de Noriega a Panamá”.
Efectivamente, a sus 76 años, Manuel Antonio Noriega, hoy hemipléjico, apodado el cara de piña por la huella de viruelas en su rostro, seguramente no tiene mayor aspiración que limpiar la humillación sufrida, con la sangre del viejo Bush (87), en el mejor estilo siciliano.
Entretanto, el Gobierno francés se apresta a someter a Noriega a un nuevo juicio, abriendo la posibilidad de su regreso a Panamá para servir su condena en detención domiciliaria, en razón de su avanzada edad.
