Unas horas luego de que el rescate era noticia mundial, en VTV abrieron los sarcófagos de la infamia y aparecieron unas momias (un tal Nolia y un tal Vladimir Acosta) que no ocultaban su incomodidad por el acontecimiento y a quienes trataron como si fueran grandes efigies. Sistemáticamente se negaron (una vez más) a llamar las cosas por su nombre y, en lugar de referirse a los secuestrados, los denominaron retenidos o detenidos, como si la ilegítima privación de libertad hubiera sido un hecho no sólo justificable sino al que las FARC tenían derecho. Disminuyeron la importancia del rescate alegando apoyo extranjero e inclusive, el tal Acosta, se focalizó en un análisis no de la perversidad del secuestro sino del error táctico que significó para las FARC mantener privados de libertad a gente inocente, en razón de que por culpa de ellos la guerrilla perdió movilidad, lo cual facilitó el golpe que les acertaron.

Para los teóricos de la izquierda paleozoica el problema no fue el aberrante cautiverio ilegítimo, la violación a todos los derechos humanos posibles o el sufrimiento a que fueron sometidos seres humanos con historia y familia. Todo se limitó a un problema táctico que no permitió el logro de los objetivos narcoterroristas. De modo que lo criticable para esta gente no es el secuestro sino que la guerrilla haya caído en la trampa.

El hecho de que hayan sacado a luz pública todo tipo de teorías absurdas tales como la posibilidad de que las FARC iban a liberar a los rehenes, que se pagaron 20 millones de dólares o cosas semejantes, no son realmente argumentos, son proclamas de fe producto de gente que actúa en función de una pretendida verdad revelada y que asumen que los demás no podemos verla, razón por la que debemos someternos a sus juicios. Estas descabelladas ideas son tan ridículas como las de quien afirma que se ha dado cuenta de que las piedras hablan y nadie lo nota.

Al preguntarnos qué hubiese pasado si la liberación hubiera sido producto de la intervención de Chávez y de la mujer del turbante, no cabe lugar a dudas de que la naftalina revolucionaria hubiera celebrado solemnemente el procedimiento, a diferencia de lo que ha sucedido. Este hecho devela la verdad sobre las teorías que han surgido para defender a las FARC: para la izquierda los seres humanos sólo son importantes en la medida en que son útiles a la revolución, no porque la vida humana tenga un valor intrínseco en sí mismo. El ser humano no es más que un artefacto para la revolución. El proclamado humanismo marxista es antropófago y, en consecuencia, no es humanismo sino un inmenso desprecio por la vida y la libertad, tal y como lo comprueban los sobrevivientes al cruel cautiverio terrorista. Es este doble estándar frente a temas de fondo lo que sirve de fundamento a todos los atropellos a los que los revolucionarios creen tener derecho.

Pero la realidad se impone. Las piedras no hablan, las FARC son crueles terroristas que desprecian la vida y la operación de rescate fue un éxito histórico, aunque el oráculo marxista pretenda lo contrario.

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