El teniente-coronel se ha empeñado en autoproclamarse mediador y generador de la paz en el conflicto colombiano pero, una vez más, se resiste a entender que la sociedad no es un cuartel y que, por lo tanto, no obedece sus órdenes, sino que tiene una dinámica mucho más compleja. 

Así como para ser pelotero no basta con desearlo, sino que hay que desarrollar el talento de un atleta que nunca llegó a ser, para ser mediador o negociador en un conflicto hay que saber de la materia, conocimiento que tampoco ha demostrado tener.

Haber hecho tal afirmación, en modo imperativo y en tono retrechero, descalifica a este personaje, que tenía unas condiciones políticas -miembro de la izquierda radical y jefe de Estado a la vez, entre otras- que lo hicieron el mediador escogido por mutuo acuerdo entre las partes en conflicto para lograr el canje de un grupo de rehenes y nada más. Pero sus condiciones objetivas fueron hechas trizas por su incapacidad subjetiva, diplomática y mediadora.

Si hubiese actuado como un verdadero mediador, lo primero que ha debido hacer es cerrar la boca (¡que te calles!) y proceder con la discreción y la confidencialidad de propia de un facilitador. Por el contrario, en medio de un delirio, grita la frasecita y, en el acto, se descubre como el hombre parcializado que siempre fue, lo que lo descalifica para las actuaciones que su ego alocado desea. Parcialización que, de paso, queda corroborada luego con la carta enviada por las FARC.

Las FARC y el ELN son terroristas, sin lugar a dudas.  Sin embargo, dentro de un proceso de pacificación serio, luego de haber avanzado mucho, después de que esos grupos dejen de actuar como terroristas y hayan dado suficiente muestra de jugar limpio, un paso probable en el proceso de negociación colombiano podría dirigirse a ayudar a que los guerrilleros se reinserten en la vida civil y a que algunos de ellos entren en el juego político, tal como sucedió con el M-19 en Colombia y con el IRA en Irlanda, por ejemplo. En este contexto, es probable que se pueda considerar una redefinición de estas bandas armadas.

El rol de un mediador debe ser el de promover una estructura de diálogo que permita que las partes lleguen a un punto en que un acuerdo razonable y democrático sea posible, pero la utilización de expresiones altisonantes, parcializadas y conceptualmente erradas no sólo no son propias de un mediador sino que son dinamita para todo proceso de diálogo (para usar la frase que Chávez utilizó para referirse a Uribe).

La paz no se decreta. Mucho menos por una persona cuyo proceder ha promovido la violencia, la discriminación y ha impulsado a los grupos violentos. La paz en Colombia es posible siempre que se trabaje profesionalmente y se eviten declaraciones y actuaciones irresponsables como la que encabeza este comentario.

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