Si bien existe un irrespeto hacia las leyes y las autoridades judiciales, policiales, militares, eclesiásticas, las acciones se vuelven más audaces para dejar un sello especial en cada acto criminal sean secuestros, asaltos, narcotráfico, etc.

El acto más osado fue la fuga en el penal de Nacaome, donde los integrantes de una banda de criminales asaltaron las instalaciones físicas para liberar a sus compinches, pero abatiendo a tiros a dos policías e hiriendo a otro, originando el control por minutos de las instalaciones físicas, hasta llegar un contingente policial que restableció el orden. Ello sucedió y podrá seguir sucediendo si el problema de la violencia no lo atendemos con responsabilidad.

A mi manera de ver el panorama, se hace un daño enorme a la nación en general cuando un problema tan sensitivo se politiza al punto de  tratar de engañarnos con que alguien tiene la varita mágica para terminar con el crimen organizado, la delincuencia común y cualesquier otra forma de violencia, con comportamientos que en el pasado fracasaron y que al presente están desactualizados por las variantes políticas, sociales, económicas, religiosas y demás.

Siendo un problema estructural que abarca desde el seno de la  familia, donde no hay formación a la honradez, pasando por lo espiritual que es deficiente y hasta decepcionante, llegando a una educación donde el peor ejemplo son las huelgas en colegios y la universidad nacional, hasta llegar a una clase política corrupta que goza de impunidad pero que busca seguir dominando el escenario hondureño, la respuesta solamente es la represión policíaca, sin tener en cuenta los efectos del desempleo, la falta de inversión del capital nativo, la carencia de civismo y moralidad, la desinformación que dan muchos, programas del cine y la televisión que son verdaderas escuelas del crimen y proyectan el distorsionado ambiente de riqueza, que se logra  rápidamente entrando en negocios sucios como el narcotráfico y la prostitución creando sueños falsos de riqueza, donde son presa la juventud que finalmente son víctimas de los sicarios que obedecen  las órdenes de los zares, cuyos nombres se citan en los niveles altos del poder político y económico. Pero siguen intocables y desde los centros penales se ordenan operativos que la prensa nos informa diariamente con lujo de detalles.

La inseguridad que enfrentamos no sólo es por la descoordinación de los diferentes operadores de justicia, sino también por la actitud indiferente y hasta cobarde de nosotros los ciudadanos. Se impone un sistema de miedo, de incertidumbre, de recelo a las autoridades, y de desconfianza en el sistema jurídico incapaz de frenar esa ola de violencia, en que recalcamos todos por los diferentes medios de comunicación hasta crear una mentalidad sin aparentes soluciones y dando oportunidad para que se presenten falsas teorías basadas en el extranjero donde han fracasado.

Todos tenemos un papel importante que desempañar en el control y solución de esta crítica situación, cada quien su campo de acción. Pero no basta rezar, no es suficiente proponer planes de nación si algunos de los protagonistas, no basta protestar en concentraciones y foros, sino estamos claros cuáles son las causas y efectos de lo que venimos arrastrando por muchos años hasta llegar al presente, que para algunos la solución es la represión y para otros la reforma de las leyes, sin analizar los aspectos sicológicos y sociológicos.