Ha concluido la fase del proceso electoral que le permitía hacer propaganda a las organizaciones políticas que postularon candidaturas a los diferentes cargos de elección popular. Es deseable que entre los votantes exista la mejor disposición de acudir mañana a las urnas, y entre los líderes, las mayores demostraciones de madurez y cordura que se esperaría de ellos.

Por ser el sufragio universal uno de los actos humanos que mejor expresan el espíritu de la democracia, la cita de este domingo debería ser una verdadera fiesta cívica. El simple hecho de contar con un sistema que le permite al individuo expresarse y decidir su destino —con todo y sus imperfecciones— es motivo de sobra para el regocijo. Más aún, porque pese a que el mundo ha entrado de lleno en el siglo XXI y su dinámica, algunas naciones del orbe, pocas afortunadamente, todavía ven muy lejano el día en que sus habitantes sean convocados para tomar decisiones trascendentales.

Por ello, vale la pena aquilatar el ejercicio de mañana y convertirlo en un acontecimiento histórico. Sabemos que las vísperas fueron agitadas e intensas para los candidatos y para la ciudadanía. Incluso, la sombra de la violencia estuvo al acecho permanente, y la amenaza de enfrentar una situación difícil a causa del paso del huracán Félix, finalmente se esfumó.

Es a partir de estas consideraciones que recalcamos la importancia de la fiesta cívica. Si la furia de la naturaleza se portó magnánima con nuestro territorio y si algún viso de raciocionio ha contribuido a disminuir el clima de incertidumbre social y política que aparecía en el horizonte, tenemos razones de sobra para que esta cita con las urnas sea un éxito.

Ha llegado la hora de dejar atrás los señalamientos que pudo ocasionar la falta de firmeza del Tribunal Supremo Electoral, aunada a algunas señales de desorganización. Es momento, además, de olvidarse que la clase política ha ofrecido durante los meses anteriores demostraciones inéditas de un canibalismo tan inexplicable como intolerable.

Sin duda, lo que espera la ciudadanía es que los dirigentes y aspirantes exhorten a sus parciales a renunciar a cualquier actitud confrontativa. Sobre todo, porque ahora más que nunca, con la poderosa arma del sufragio, el elector puede y debe descalificarlas de una buena vez.

Así que aprovechemos las horas que nos quedan antes del encuentro crucial. Meditemos acerca de nuestra decisión, porque es el futuro de la patria y de la familia lo que está en juego. Y ustedes, señores políticos, prediquen con el ejemplo