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13/04/2015 | La otra cara de la Cumbre

Joaquín Roy

El desarrollo de la cumbre de las Américas celebrada en Panamá ha revelado nuevas dimensiones de las relaciones hemisféricas que tendrán sin duda un impacto notable y duradero: nada será exactamente igual después del apretón de manos y larga conversación entre Raúl Castro y Barack Obama.

 

Pero otros indicios señalan que el escenario más amplio de la política exterior de Estados Unidos y su visión del mundo revelan que en el fondo América Latina y Cuba son una prioridad secundaria para Washington. Obama y los centros de poder norteamericanos son conscientes de que escenarios más peligrosos están muy lejos de La Habana y Caracas.

Este diagnóstico se vislumbró significativamente en la conferencia de prensa ofrecida por Obama luego de su encuentro con Castro. Dominada por las preguntas de los corresponsales norteamericanos, sin ser evitadas por el presidente, esta ceremonia giró decididamente de un escenario caribeño a otro radicalmente diferente: Irán. El cambio de rumbo se dio cuando el interrogatorio comparó el principio de trato entre Estados Unidos y Cuba con el previamente entablado con Irán, con la colaboración de otras potencias. El interrogatorio periodístico presentaba la duda de las buenas intenciones expresadas por los contendientes de Washington se mantuvieran firmes con garantías de cumplir con las mínimas expectativas tanto por La Habana como por Teherán.

Además, a pesar de un tímido regreso al escenario interamericano en el intercambio entre Obama y la prensa, el tema que no apareció en absoluto fue el de Venezuela, algo curioso pues en las vísperas dominaba el escenario. Ya en el contexto de la cumbre en marcha, Raúl había conseguido acaparar toda la atención noticiosa, gracias en parte a su extensa intervención de casi una hora. Maduro debía sentirse muy herido en sus expectativas de protagonismo. En conjunto, este acto confirmaba la gradación de la geografía mundial en la atención del gobierno norteamericano, con Obama o sin Obama.

Al día siguiente de la celebración de la cumbre, la atención mediática (tal como se había anunciado durante el acontecimiento de Panamá) se centraba no en las consecuencias del guión interamericano, sino en la confirmación de la candidatura de Hillary Clinton como candidata para la elección de la presidencia de Estados Unidos. Raúl Castro esperará mientras tanto pacientemente que Obama cumpla con los siguientes pasos (retirada de la lista de países colaboradores con el terrorismo internacional, facilitación de la reapertura de embajadas, medidas previas al levantamiento del embargo).

La prelación del trato con Irán dramatiza la precaria importancia de los temas interamericanos. América Latina no representa una amenaza para Washington, tal como incluso Obama textualmente declaró con respecto a Venezuela (luego de haber corregido la desafortunada etiqueta propinada por el decreto contra el grupo de funcionarios venezolanos). Los centros de poder norteamericanos solamente temen el peligroso acrecentamiento de la inseguridad ciudadana (como consecuencia de la ya insoportable desigualdad social), el narcotráfico y el crimen organizado sin control, y un aumento espectacular de la inmigración ilegal. En el caso de Cuba, la línea roja sería una repetición del incidente del Mariel, como consecuencia de la impotencia del sistema político cubano y el consecuente enfrentamiento interno.

La seguridad nacional fundamental de Estados Unidos se basa en los recursos internos y atracción del propio territorio nacional, tanto para la inmigración de toda clase, como para las inversiones. Pero Washington también debe revelar una fortaleza nítida en enfrentarse a los retos en el exterior en las zonas sensibles, como el Medio Oriente. Allí debe ejercer la necesaria colaboración con los aliados tradicionales, pero también debe priorizar componendas con los nuevos y sempiternos enemigos y contendientes, debido a su impacto en las fibras sensibles del poder e influencia. Ahí está la clave del trato donde se involucra a las potencias europeas y Rusia. Naturalmente, todo también depende de la inteligencia de Teherán y Jerusalén.

De aquí a la siguiente cumbre, ya con Obama fuera del poder, se volverá a una modificación práctica del panorama. A no ser que haya un deterioro notable del tejido social de América Latina que alarme a Estados Unidos, la región pasará a un segundo término. En cierta manera, la falta de noticias espectaculares puede ser positiva, aunque no ideal para la mayoría de los sufridos latinoamericanos.

Catedrático ‘Jean Monnet’ y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami.

El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 



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