Hasta su ingreso en la CE, Portugal y España compartieron un sueño europeísta una vez fenecieron las dictaduras salazarista y franquista. Portugal se apresuró a borrar su tradicional ``espléndido aislamiento'' (a pesar de ser insólito miembro fundador de la OTAN). Había sobrevivido bajo el espejismo de su neutralidad de la II Guerra Mundial, la desproporción de sus colonias africanas, y la saudade que produce estar encajonada entre España y el mar, lejos de Inglaterra, su ansiado aliado. España, por su parte, recordó con energía las palabras de Ortega y Gasset: ``España es el problema, y Europa es la solución''.
En el comparativamente largo período de aprendizaje (una década), Portugal y España quemaron las etapas para borrar las falsas alternativas de alineamiento internacional del pasado. Lisboa desmanteló su decrépito imperio colonial. España colocó en su correcto sitio sus lazos con América Latina y los vínculos con el mundo árabe, que se habían convertido en una ``política exterior de sustitución''. Con su recién estrenada faz democrática, Portugal y España resultaban más eficaces en establecer alianzas más densas en esos dos continentes, aminorando las huecas promesas de expresiones como ``la madre patria'' y reconocer el denso papel de Brasil en el entramado internacional.
A pesar de ciertas fricciones, ambos países comenzaron a considerar como desarrollos normales el que la economía española se convirtiera en omnipresente en Portugal. Quizá también se deba considerar lógico el que ambos países sufran hoy de forma notable el impacto de la crisis económica mundial y europea, y también compartan las dudas sobre la evolución de la propia Unión Europea.
Socios fundadores del euro y tempranos usuarios del Acuerdo de Schengen por el que las fronteras quedaron eliminadas, la crisis parece haber sido ingrata doblemente para Portugal. Por una parte, Portugal recibió el honor de que el Tratado de Reforma del entramado europeo, tras el desastre del experimento constitucional, haya pasado a la historia como Tratado de Lisboa. Pero no ha constituido protección suficiente para que Portugal haya sido señalada como la siguiente quiebra, luego de la alarma de Grecia.
Todos los cambios de régimen importantes y de trueque de estatus internacional han tenido como marco graves crisis económicas: al final de los 20, en plena transición política en mitad de los 70, y ahora. El gobierno portugués comparte con el español, en plena conmemoración de la adhesión a la UE, la amenaza de huelga general, moción de censura en los respectivos parlamentos, y posible adelantamiento de las elecciones, que en el caso portugués resultaría escandaloso debido a la cercanía de las anteriores.
Pero a pesar de todas estas serias dificultades, ambos países cuentan con un tejido social sólido, un potencial económico respaldado por su posición estratégica y un respaldo para contribuir a la supervivencia de la UE y todo lo que representa para el mundo. Su experiencia de pertenencia y su mutua colaboración es un ejemplo para otras latitudes.
Catedrático `Jean Monnet' y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami.
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