Como bien se podía anticipar, los últimos sucesos en Gaza han dominado los titulares en todos los medios. En Israel y en el extranjero. En el ámbito de la noticia, parece tener preferencia especial, como siempre lo ha tenido todo lo explosivo que suele ocurrir en nuestra parte del mundo. ¿Qué hará Israel ante una situación bien complicada que se le plantea? ¿Hasta qué punto tomará medidas para hacer frente a esta nueva coyuntura? ¿Cómo procederá el Hamas gobernante ante el secuestro de israelíes con fines de chantaje? ¿Hasta qué punto explotará operativos emprendidos en legítima defensa, para desacreditar a los israelíes? ¿Cuántas personas inocentes, de uno y otro lado, habrán de perder su vida para que puedan conseguir sus nefastos propósitos?

Nadie es capaz de dar una respuesta contundente a tales preguntas. Israel es un Estado soberano y conoce sus límites: tiene que vérselas con una banda de terroristas, para quienes los medios siempre justifican los fines y la vida humana tiene tan escasa importancia. En cortante contraposición con la santidad que el judío le atribuye. Por lo tanto este país puede obrar… hasta cierto punto. Y lo está haciendo hasta ahora. En forma limitada. Desde luego, no se puede saber lo que ocurrirá mañana. Se sabe cómo empieza un operativo, pero no como habrá de terminar.

Ahora se escucha un coro unánime que apunta al verdadero culpable de la presente tensión en Gaza: Haled Mashaal. El dirigente político del Hamás es conocido por su actitud intransigente. Es el extremista por excelencia. Y además está a buen resguardo cómodamente sentado en la lejana Damasco, bien lejos del campo de batalla de Gaza. Se dice que sería el instigador de la presente situación, que no parece ser del agrado ni siquiera de los dirigentes palestinos de su propio partido. Está complicando la vida a un régimen que desea obtener cierto visto bueno del Occidente, y mina su intento de aparentar moderación por lo menos hacia fuera.

Mientras tanto, sin que nos demos prácticamente cuenta, se ha registrado un fenómeno un tanto extraño: ello habría hecho que desaparecieran de los titulares un asunto del cual mucho se ha hablado, pero de repente ha dejado de ser noticia: la cuestión de proyecto nuclear iraní. Claro puede ser una casualidad. ¿Realmente? Acaso, ¿no se podría considerar que fuera una hábil maniobra para que se trate menos aquel tema? Al fin y al cabo, se sabe que el Hamás está bien vinculado con el gobierno iraní, y se tiene noticia de varias visitas realizadas a Teherán por los cabecillas del terrorismo palestino, quienes de hecho sería la sucursal del pensamiento islámico en estas tierras. Para emplear un lenguaje más cortante, se diría que los esbirros del principal protagonista de la campaña anti-israelí estarían cometiendo desmanes para concentrar en ellos la atención general. Y dejar que aquél siga trazando tranquilamente sus planes para conseguir sus nefastos propósitos. Convendría recapacitar sobre este tema. Y ver dónde está el principal responsable de esa nueva ola de tensión que sacude a nuestra región. Para que, de ser cierto lo que se infiere, no se quede tranquilamente a un lado gozando de plena inmunidad.