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03/05/2012 | Islandia - revolución a medias

Jesús Aldabi Olvera

Antes que los tunecinos y los españoles, los islandeses salieron a las calles pidiendo la renuncia de su gobierno. Hoy, casi cuatro años después, se cuestionan si realmente funcionó eso que los medios de comunicación de todo el mundo llamaron “la revolución silenciada”.

 

En octubre de 2008, el cantautor Hördur Torfason se plantó frente al Parlamento islandés para denunciar los efectos de la especulación financiera en su país. En poco tiempo se le unieron muchos jóvenes asolados por el desempleo. El 26 de enero pasado los manifestantes lograron la dimisión del gobierno del primer ministro conservador Geir H. Haarde.

Comenzó entonces el verdadero reto.

Berglind Ósk Bergsdóttir, estudiante en ese entonces y actualmente periodista, cuenta que participó en algunas manifestaciones pacíficas de los sábados en Austurvöllur, la plaza central de la capital Reikiavik.

“El espíritu era bueno porque todo mundo estaba unido y disgustado debido a la manera en que el gobierno y los banqueros actuaron. Demandábamos un cambio, ahora demandamos transparencia, ética y honestidad”, dice.

“Creo que la revolución se mostró mucho mejor de lo que realmente fue; al menos, en cómo las cosas evolucionaron después de ella”, añade.

Berglind cuenta que ahora los islandeses lidian con una constante inflación (6.5%, la segunda mayor de la OCDE), el aumento de impuestos, restricciones sobre la moneda y el recorte de los presupuestos de salud y educación.

Berglind señala que “muchos empresarios y gobernantes no quieren cambiar nada. Muchas personas quieren regresar al estilo de vida del 2007 sin ver las consecuencias. La división entra la gente está aumentando. Tengo amigos que no pueden ir a la escuela y tienen que ir con sus padres por comida”.

Sin embargo, dice que la costosa Land Cruiser de Toyota fue el auto más vendido en Islandia y, Lindex, una tienda de ropa, abrió y vendió en un día lo que vendió en una semana en la tienda más grande en Oslo.

“Tenemos mucho de ese loco consumismo y la gente compra y compra, y a la vez hay gente que ya no está teniendo qué comer. Aunque, debo decir que no conozco a ninguna de estas personas locamente consumistas, pues donde escucha uno estas historias todo el tiempo es en las noticias”, afirma.

“Si bien la gran protesta del 2008 trajo a un nuevo gobierno, no hay mucho cambio en las condiciones de la sociedad”, confiesa a Apro Eirikur Bergman, académico de la Universidad de Bifrost y miembro del Consejo Constitucionalista de Islandia.

Aclara: “Creo que lo que pasó en Islandia es el giro a soluciones sociales, no una Revolución”.

La idea de la “Revolución silenciada” salió de diversos medios internacionales como El Mundo de España y diversos blogeros que en el 2009 comenzaron a circular noticias sobre la “nacionalizaron los bancos”, la “negación popular de pagar la deuda”, la “redacción de una nueva Constitución”, y la “soberanía popular”.

El medio islandés Reykjavik Grapevine publicó el pasado 24 de agosto un texto titulado Una deconstrucción de La Revolución islandesa. El texto aclara que el país realmente no se fue a la quiebra, no nacionalizó los bancos, la Constitución no se ha redactado y la gente sigue descontenta con el gobierno que surgió tras las protestas.

Para Bergman, hay mucho desconocimiento acerca de la naturaleza del caso islandés: “Se piensa que la banca islandesa fue nacionalizada, lo cual no fue cierto. Los bancos (Kaupthing, Glitnirse y Landsbankie) fueron intervenidos”, matiza. “No es que se haya decidido no pagar la deuda ni dejar quebrar los bancos; es que no se pudo, así que colapsó el sistema. El gobierno realmente trató de salvarlo al final”.

Tras la desregulación de la banca islandesa en el 2001, el sistema financiero comenzó a adquirir deudas, al igual que los particulares. La crisis comenzó cuando los bancos no pudieron refinanciar sus deudas que ascendían a 85 mil millones de dólares.

Islandia se convirtió en una paraíso de la especulación monetaria, y la corona era la moneda más sobrevaluada del mundo (Islandia no pertenece a la Unión Europea), según publicó The Economist en el 2007.

“En los medios se habló de un total colapso económico, pero el país no estaba en quiebra, sino los bancos”, dice Bergman. “Como en muchos países europeos, los contribuyentes pagaron el costo esta caída financiera”.

Los responsables

¿Quién fue el responsable de esta debacle económica?

En 2009 Eva Joly, la ambientalista francesa que fue contratada por el Ministerio de Justicia islandés para investigar el caso de corrupción, dijo en conferencia de prensa que encontrar evidencias para llamar a cuentas a los responsables de esta crisis financiera tardaría de dos a tres años.

Sigurdur Einarsson, quien encabezó el banco Kauphting, fue detenido el 9 de marzo de 2011 por fraude, pero fue liberado al siguiente día. Un año antes, otro directivo, Hreidar Már Sigurdsson, fue detenido sólo durante 12 días. Davíd Oddson, exprimer ministro de 1991 a 2004 –“probadamente la persona más corrupta de todos los tiempos en Islandia, afirma Berglind Ósk–ahora vive una buena vida y es editor del diario Morgunbladid, lo que provocó la renuncia en 2009 de un tercio de sus suscriptores.

Jón Ásgeir Jóhannesson, dueño del grupo Baugur, enfrentó a la corte en diversas ocasiones por fraudes relacionados con el banco Glitnir, pero salió bien librado. En internet circula un documental traducido al español que cuenta cómo especuló con las finanzas del país y su deuda de 6 mil millones de euros. Ásgeir sigue libre y participa en programas de radio.

Geir Hilmar Haarde, exprimer ministro de 2006 a 2009 y líder del conservador Partido de la Independencia, se convirtió en septiembre de 2010 en el primer y único ministro islandés enjuiciado por hacer mal uso de su cargo público. El juicio sigue actualmente, pero el tribunal especial para este caso lo absolvió en octubre del año pasado de los dos principales cargos que enfrentaba: negligencia grave y falla por evaluar los riesgos financieros.

“Las personas olvidaron lo poco ético de las acciones de los partidos de derecha y no entendieron que el estilo de vida del 2007 de los islandeses –gastar más allá de tus ganancias, endeudarse por todo– no funcionaba y ahora nos conducimos a una nueva crisis que nos llevará de nuevo abajo en el camino”, sentencia Berglind.

Constitución detenida

De acuerdo con Eirikur Bergman, son los partidos de la Independencia y Liberal, ambos de derecha, los que han detenido la redacción de la nueva Constitución islandesa, derivada de las manifestaciones populares.

“El proceso necesita ser ratificado por el Parlamento e ir a referéndum nacional, pero la oposición no quiere el referéndum: es la pelea por el poder de la vieja guardia contra el nuevo gobierno”, dice.

El citado artículo del Reyjkavik Grapevine explica que el proceso de selección de los miembros de la Asamblea Constitutiva fue anulado porque no se siguieron procesos adecuados de selección. En vez de convocar a otro referéndum, los miembros simplemente fueron puestos otra vez para lanzar una “propuesta”, pero “todavía reina la vieja Constitución”, dice la nota.

Bergman explica que esta Constitución permite que el primer ministro tenga un fuerte control de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Señala que la nueva Constitución pondría mayor el énfasis en los aspectos sociales y de Medio Ambiente, “algo que, por supuesto, (los políticos) no quieren”, dice el experto.

Al buscar testimonios sobre los eventos de diciembre, este reportero logró contactar con un empresario islandés que no quiso dar su nombre ni ser entrevistado. Cuando se le dijo que era para hablar sobre la revolución islandesa, respondió: “¿Cuál Revolución?”.

Al insistir sobre los eventos de diciembre, contestó al reportero: “Si está bajo la impresión de que hubo una Revolución de algún tipo en Islandia, está desinformado”.

La joven periodista islandesa Berglind Ósk piensa diferente:

“Sí tuvimos una Revolución y tuvimos un gobierno que renunció y una elección. Eso fue hecho con el poder del pueblo. Pero todo mundo lo olvidó muy pronto, así que las cosas gradualmente volvieron a como eran. La gente participó en las manifestaciones, pero después no actuó”.

Bergman cuenta que Islandia es una sociedad muy pequeña, y que antes de las manifestaciones las personas se involucraban muy poco en los asuntos públicos.

“No hay grandes organizaciones populares, pero los eventos trajeron buenas cosas, como un nuevo espíritu de participación democrática en las calles. Pero los cambios no llegan y eso causa tensión social”, opina.

El académico piensa que algo se debe de aprender de las manifestaciones: se debe consultar a la población sobre las decisiones del gobierno y se debe prevenir que el sistema bancario se salga de control, además de estabilizar la moneda.

“La gente siente mucha tensión, necesita haber calma social, pues experimentamos un fuerte shock cuando colapsaron los bancos. Hay mucho por hacer y toma tiempo”, dice.

Berglind opina que el nuevo gobierno (conformado por la Izquierda Socialdemócrata y el Movimiento de Izquierda Verde) ha enfrentado asuntos muy difíciles, pero “ahora parece que no quieren cambiar nada y la situación se está haciendo muy difícil porque la gente se está hartando”.

Denuncia: “Los viejos políticos han vivido en el sistema por 40 años en un mundo completamente diferente al de nosotros. En nuestro tiempo todo mundo tiene una voz y es realmente fácil comunicarse, así que la democracia debería ser más fácil y necesitamos cambiar el sistema para ello”.

Y expresa: “Queremos ver un nuevo sistema financiero, un nuevo sistema económico, algo más democrático y equitativo. Quiero ver a más gente joven en el Parlamento, elecciones con candidatos independientes y no sólo de los partidos…Quizás cambiar todo el sistema político”.

Proceso (Mexico)

 


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