"Lo único que lamento es que él no pueda... creo que desde algún lado lo está viendo, pero me gustaría que me estuviera mirando como hacía siempre, porque él siempre soñó con recuperar YPF para el país". Con estas palabras, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) recordó a su marido Néstor, fallecido en 2010, en el discurso en el que anunció la expropiación de YPF. "Vamos a seguir trabajando incansablemente por la Argentina que él soñó", añadió.

Desde la muerte de Kirchner, su viuda y sucesora en la presidencia lo menciona en cada discurso, siempre aludiendo simplemente a "él". Durante más de un año, de riguroso negro; a menudo, ante una imagen de Eva Perón, uno de los mitos más arraigados en el imaginario colectivo argentino.

Son "peculiaridades que en la distancia pueden confundirse con extravagancias", como escribió Carlos Pagni, columnista del diario conservador 'La Nación'. Como su obsesión por la apariencia, que le ha valido el sarcástico apelativo de 'la Evita botox'. Es conocido su gusto por el lujo: el diario 'Perfil' calculó que en cada acto la presidenta lleva unos 50.000 dólares en joyas.

"¿Acaso tendría que vestirme como si fuera pobre para ser una buena líder política?", argumenta ella, sabedora de que la misma crítica se le hacía a Evita. Claro que no; pero semejante atuendo tal vez no sea el más adecuado para defender políticas de justicia social, máxime cuando es vox populi que la fortuna de los Kirchner aumentó un 700% desde que Néstor llegó al poder en 2003. Según los últimos datos, la fortuna personal de la mandataria alcanza los 80 millones de pesos (cerca de 14 millones de euros).

Mientras tanto, la prensa local sostiene que su hijo Máximo dirige en la sombra La Cámpora, la organización juvenil peronista que acompaña a Fernández allá donde va, proporcionando ovaciones y aplausos. Máximo Kirchner estaría adquiriendo cada vez mayor peso político, lo que alimenta el temor de que el kirchnerismo degenere en una saga familiar.

Políticas K

Pero, más allá de una excéntrica puesta de largo, o de la rareza de que en el anterior mandato el vicepresidente, Julio Cobos, se hubiese convertido en el líder de la oposición, ¿son extravagantes las líneas de la política K (como se conoce al kirchnerismo)? Así pueden creerlo quienes adviertan las consecuencias y riesgos que trae a la economía argentina una inflación del 25% anual, por mucho que las estadísticas oficiales hablen del 10%. El aumento de los precios, unido a una política monetaria que se resiste a la devaluación, ha llevado a la pérdida de competitividad de las empresas, lo que ha provocado un aumento de las importaciones y, con ello, políticas proteccionistas, a veces agresivas, para defender la industria local.

La inflación, en cualquier caso, es una vieja enemiga de la economía argentina, como también el fantasma del desabastecimiento. Tal vez el Gobierno de Cristina Fernández no ha sabido frenar la escalada inflacionista, pero sería reduccionista atribuirle en exclusiva la responsabilidad de la escalada inflacionaria. En gran medida, los precios en Argentina están controlados por los oligopolios y por los sindicatos; por eso, en su discurso de toma de pose del pasado diciembre, la presidenta precipitó un debate sobre el derecho de huelga.

Punto y aparte merece la guerra mediática, principalmente contra el diario 'Clarín', que no ha dado tregua al Ejecutivo. Esta guerra se libra hoy en Papel Prensa, la mayor fábrica de papel del país, de la que 'La Nación', 'Clarín' y el Estado son accionistas. CFK quiere aprobar en el Congreso un proyecto de ley para hacerse con el control de la fábrica.

Muchos argentinos creen, cansados de la imagen de populismo que suele transmitir de América Latina, que no menos excéntricos o corruptos pueden llegar a ser los políticos europeos, mucho menos tras el espectáculo que está dando la clase política europea desde que se inició la crisis del euro.

Sus defensores oponen los logros políticos de la gestión K en materia de redistribución de la riqueza, como la Asignación Universal por Hijo, así como la renacionalización de los fondos de los jubilados o el matrimonio gay. Lo cierto es que CFK no deja a nadie indiferente, como atestiguan el más de un millón de personas que la siguen en Twitter (frente, por ejemplo, a los 286.000 que tiene Rajoy).