El resultado de las elecciones fue lo suficientemente contundente como para continuar copando la escena nacional e internacional al punto que ni las largas cadenas realizadas por el jefe del régimen, ni las manipulaciones del TSJ, lograron cambiar el foco de atención.
En medio de la euforia de la sociedad democrática y la incredulidad socialista, a principios de esta semana las redes sociales pusieron a circular rumores sobre la salud del líder. El escepticismo social, en el cual me incluyo, comenzó a recomendar, sensatamente, no dar importancia a este nuevo rumor que daba cuenta que el pasado sábado, sin previo aviso, el líder viajó a Cuba por problemas de salud. Esta noticia difundida por todo el orbe, fue desmentida por los jerarcas del régimen.
Una vez más el líder desmintió a sus subordinados, confesó que este viaje formaba parte de una rutina que debía darse cada 4 meses y que a pesar de que los exámenes resultaron una maravilla, se le detectó una lesión de 2 cm. Lo que extraña es que el mismo Presidente, en anteriores oportunidades, ha declarado que se encontraba muy bien y que había derrotado al cáncer.
Al parecer no hubo tal derrota pues en cuatro meses apareció una nueva lesión, lo suficientemente importante como para ameritar una intervención quirúrgica inmediata. ¿Este evento no era previsible para la ciencia médica? ¿Cómo es que eso no se lo habían hecho saber al paciente?
Me surgen dos explicaciones. Se puede pensar que el equipo de galenos que tratan al Presidente no puede ser digno de confianza, entre otras cosas, porque nunca dieron la cara y dejaron en mano de quien conoce muy bien el arte de la guerra, la explicación científica de un padecimiento: ¿qué le recomendaron al Presidente con relación a su salud?
En segundo lugar, la existencia de partes médicos profesionales hubiese obligado a los galenos a dar detalle sobre la evolución de una enfermedad con repercusiones políticas importantes: ¿Quién puede garantizar que dentro de cuatro meses (junio) no se vuelva a presentar un evento de esta naturaleza y se amerite una nueva intervención? Y, dentro de otros 4 meses (octubre), ¿no pudiera pasar lo mismo?
La explicación no es difícil de entender, la orientación al poder es más fuerte que cualquier enfermedad, el temor a la pérdida del poder es un tumor difícil de extirpar. Pero, ¿qué puede significar para el país este nuevo escenario? Corremos el riesgo de posponer las elecciones presidenciales para diciembre, en espera de la recuperación del líder, con la consabida parálisis de la burocracia pública.
Nos encontramos frente a un episodio neurálgico pues al parecer, la carrera política del mandatario está llegando a su ocaso. Estoy persuadido que si la sensatez es un atributo humano Hugo Chávez debe retirarse pues en su condición no puede gerenciar al país, al PSUV y menos aún conducir la nave socialista hasta la cada vez más distante victoria.
Tengo la sensación que es hora del retiro, a menos que el líder considere que no hay nadie más capaz de conducir el navío de la revolución.
De ser esto último correcto, no es fácil ubicarse en el lugar de aquel líder que reconoce en él la razón de su propia destrucción.