Con el título Respondiendo a la violencia en Centroamérica, el caucus para el Control Internacional de los Narcóticos de la Cámara de Senadores publicó un reporte de 54 páginas en el que sus autores aseguran que los cárteles de Sinaloa, del Golfo y Los Zetas se desplazaron a Centroamérica, donde hoy controlan también los gobiernos locales.
“Hay muchas razones de por qué las organizaciones del tráfico de drogas de México decidieron moverse a esa región: están libres de una persecución judicial por la debilidad gubernamental, por la mala aplicación de las leyes y por la geografía”, arguyen los autores del documento distribuido por el Capitolio el jueves 22.
Exponen
también que el acceso a las “abundantes cantidades de dinero en efectivo” es
uno de los recursos que utilizan las organizaciones para consolidarse, sobre
todo en Guatemala, Honduras y El Salvador.
Incluso
enumeran los cuatro métodos que, dicen, utilizan para adquirir más poder y
eludir a la justicia: compra de funcionarios en todos los niveles,
reclutamiento de empleados locales para usarlos como subcontratistas,
adquisición de inmuebles y servicios para el trasiego y almacenamiento de
drogas, así como transporte para su traslado y venta.
Además,
las organizaciones mexicanas “emplean niveles de violencia extremos que
incluyen secuestros, tortura, decapitaciones y ejecuciones masivas”, puntualiza
el informe del caucus presidido por Dianne Feinstein, demócrata por California,
y el republicano Chuck Grassley, de Iowa.
Los
autores exponen que “Los Zetas y el cártel de Sinaloa son las principales
organizaciones de narcotraficantes mexicanos asentadas en Centroamérica”, aunque
aclaran que el del Golfo “también tiene presencia” en la subregión continental.
El
reporte, cuya copia obtuvo Proceso, fue redactado luego de que el gobierno de
Estados Unidos, preocupado por la ampliación del ámbito de influencia de los
cárteles mexicanos, envió una misión de investigadores a los países
centroamericanos en mayo pasado.
“La
situación ha empeorado por el hecho de que (los cárteles) se están peleando
entre ellos (en México) y ahora están haciendo lo mismo en Centroamérica”,
donde intentan ganar el control del mercado regional por medio de actos de
violencia más grotescos que los que utilizan en su país, enfatiza la
investigación.
Según
los miembros del caucus legislativo, una de las razones del desplazamiento de
las organizaciones mexicanas hacia el sur es resultado de la lucha militarizada
enderezada contra ellos por Felipe Calderón.
La vieja
ruta
En los
ochenta y los noventa del siglo pasado las rutas del trasiego de drogas
procedentes de Sudamérica hacia Estados Unidos se hacían por Centroamérica, de
acuerdo con la investigación.
En esa
época Estados Unidos se lanzó contra los colombianos, quienes controlaban el
trasiego de cocaína y usaban de paso la región caribeña, especialmente las
Bahamas.
Los
investigadores del caucus sostienen que los narcos colombianos preferían las
rutas aéreas y marítimas caribeñas, que poco a poco desmanteló Estados Unidos
con apoyo de las autoridades colombianas. Cancelada esa vía, los
narcotraficantes recurrieron a los países centroamericanos al tiempo que tejieron
alianzas con sus pares mexicanos.
A
principios de los noventa, tras el desmantelamiento del cártel de Medellín
–cuyo líder, Pablo Escobar Gaviria, fue asesinado el 2 de diciembre de 1993–,
los integrantes de esa organización delegaron el negocio de la introducción y
venta de cocaína en Estados Unidos a sus socios mexicanos.
Los
colombianos mantuvieron el control del tráfico de drogas de Sudamérica a
Centroamérica y más tarde a territorio mexicano. Con ello “redujeron las
posibilidades de ser arrestados en Estados Unidos”, acota la investigación.
Hoy,
según los integrantes del caucus del Senado, en Centroamérica los traficantes
de drogas mexicanos están organizados en “células” para evitar que se conozca
toda la estructura de sus organizaciones cuando alguno de sus miembros es
detenido.
Ese método
de mantener desconectados a sus empleados locales o “subcontratistas” en
Centroamérica es el mismo que usan los narcotraficantes mexicanos en Estados
Unidos, donde también tienen “peones” que les facilitan sus faenas y les ayudan
a neutralizar a las bandas criminales, pandillas y grupos delictivos.
El
efecto balón
La
semana pasada, la senadora Feinstein y su colega Grassley enviaron al
presidente Barack Obama y a sus compañeros del Capitolio una copia del reporte
sobre el problema de las drogas en los países centroamericanos.
“Si un
narcotraficante mexicano no obtiene lo que quiere por medio del cohecho,
recurre a la violencia. Lo mismo hace para conseguir bienes inmuebles y tierras
o si lo traicionan”, destacan los investigadores.
En un
apartado explican que las autoridades de esa región les comentaron que los
narcotraficantes mexicanos son dueños de grandes extensiones de tierras en
ambos lados de la frontera México-Guatemala.
Según
ellos, el incidente más representativo de la narcoviolencia mexicana en
Centroamérica es la tortura y asesinato de 27 campesinos guatemaltecos en una
finca ubicada en el Petén el pasado 15 de mayo, atribuido a Los Zetas.
Con
información de la DEA, el reporte establece que en Guatemala el tráfico está
dominado por tres grupos: los Lorenzana, los Mendoza y los Leones.
Según la
DEA, los primeros controlan la región central de Guatemala y la frontera
oriental; los segundos están asentados en el norte, en el Petén, mientras que
los terceros se encuentran en Zacapa, en la frontera nororiental con Honduras y
Belice.
La misma
agencia estadunidense apunta que los Lorenzana son aliados del cártel de
Sinaloa, en tanto que los Leones tienen nexos con Los Zetas y los Mendoza con
el cártel del Golfo.
Los
investigadores del caucus del Senado aseguran que en una sesión realizada el
pasado 25 de mayo preguntaron a tres “testigos” cuál será el próximo objetivo
de la infiltración de los narcotraficantes mexicanos.
Todos
respondieron que Belice. La razón: en ese país el gobierno carece de recursos
para enfrentar la amenaza y además les facilita las operaciones de trasiego por
aire, mar y tierra, según el documento.
También
exponen que un cambio posible puede ser las Bahamas y el Caribe, lo que
implica, dicen, que se volvieran a usar las rutas de los ochenta. Recomiendan a
su gobierno diseñar un programa regional para combatir al tráfico de drogas en
las Américas y parar este “efecto balón” que provoca que cuando se aplica
presión en una región, el fenómeno se mueva hacia otra.