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18/01/2006 | Chile Gira a la Izquierda

Pia Greene

El domingo se llevó a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile. De los cuatro aspirantes que se enfrentaron para ocupar la presidencia de la República el 11 de diciembre pasado en primera ronda, los dos con más alta mayoría compitieron ayer en segunda vuelta: Michelle Bachelet y Sebastián Piñera.

 

El ganador fue claro: La representante de la actual coalición de gobierno, Michelle Bachelet, obtuvo el 53,5% de los votos, superando al candidato del bloque opositor, Sebastián Piñera, quien obtuvo un 46,5% de los sufragios. Estos resultados implican la consolidación de la Concertación en el poder, la que desde el retorno de la democracia, ha ganado consecutivamente las elecciones presidenciales de 1989, 1993, 2000 (2ª vuelta) y 2006 (2ª vuelta).

Las causas que explican el triunfo concertacionista. Entre los factores que explican la nueva victoria presidencial de la Concertación destacan las cualidades personales de la candidata oficialista; el alto respaldo que goza el actual presidente Ricardo Lagos; el apoyo expreso de los partidos y grupos de izquierda extraparlamentaria (principalmente el comunista); y, la percepción general de una economía en período de bonanza. Asimismo, se debe considerar la no despreciable intervención del aparato estatal en favor de la candidata oficialista, cuestión que fue denunciada por la oposición en la campaña, y que incluso fue avalada por algunos parlamentarios oficialistas (Democracia Cristiana), con ocasión de la formación de la comisión investigadora que se estableció para analizar estas denuncias en el Parlamento nacional.

Hace ya un tiempo, la candidata oficialista (socialista) había logrado conquistar a la mayoría de los chilenos. La empatía y simpatía, sus principales características reconocidas por el electorado, lograron finalmente posicionarla en La Moneda, en una campaña y elección que se pensó que avanzaría hacia el debate de las ideas.

No fue así. Los esfuerzos del candidato de la Alianza por Chile (coalición opositora conformada por los partidos de centroderecha Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional), Sebastián Piñera, por centrar la discusión en los programas de gobierno de cada coalición y en las capacidades de ambos candidatos por traducir dichos programas en políticas y medidas concretas que solucionaran los problemas de los chilenos, no sirvieron.

En este sentido, la intervención del gobierno fue clave para lograr centrar el eje del debate en cuestiones que afectaran la credibilidad de Piñera: se criticó su integridad, dada su condición de empresario exitoso y los conflictos de intereses que se podrían generar a raíz de eso; se intentó afectar el liderazgo sobre su coalición, enviando proyectos de ley con discusión inmediata en el Parlamento en temas que los partidos de la Alianza diferían; y, se le acusó de inconsecuencia por ser el candidato de la centroderecha, habiendo sido opositor al régimen militar de Pinochet y provenir de una familia demócrata cristiana (en Chile, de centro izquierda).

Con ello, Bachelet y sus asesores aprovecharon la influencia del aparato estatal en su favor, reconciliándose con el Presidente Lagos (con el cual no había mantenido relaciones muy fluidas durante la campaña), como asimismo captar la gran popularidad adquirida por el actual presidente.

Por otra parte, Bachelet logró adherir el pequeño – aunque fundamental –porcentaje del candidato de la coalición de izquierda, Juntos Podemos Más, Tomás Hirsch (5,4%) tras intensas negociaciones con los comunistas. La principal moneda de cambio: buscar modificar el actual sistema electoral (binominal), el que en los hechos ha excluido al partido comunista, humanista y otras minorías de representación en el Parlamento.

Piñera, por otro lado, no fue capaz de seducir a la totalidad de votantes que en diciembre pasado prefirieron al otro candidato de la Alianza, Joaquín Lavín, quien en el año 2000 forzó a una segunda vuelta (la primera en la historia del país) a Ricardo Lagos. Esos votos, parte se transforman en nulos o blancos, sobre todo los jóvenes, muchos ni siquiera inscritos en el registro electoral.

Mirando hacia el futuro

Si bien la Concertación (alianza oficialista compuesta por los partidos de centro izquierda PDC, PPD, PRSD y PS) logró situar a su candidata en el sillón presidencial, lo cierto es que pareciera que la coalición salió muy debilitada. Bachelet no obtuvo los votos que la Concertación logró en el Parlamento, la DC salió muy disminuida, y su escisión es inminente en el corto plazo, principalmente porque ya las bases fundamentales de los partidos que la conforman son muy distintas.

La Alianza, sin embargo, puede mirar hacia el futuro con gran esperanza. Por segunda elección consecutiva fuerza una segunda vuelta; sin embargo con condiciones bastante distintas: hoy no existe la crisis económica de 1999 y la población parece satisfecha con su gobernante. Aún así, casi el 50% de la población votó a sus candidatos, logró demostrar su capacidad de gobernabilidad alineando y comprometiendo a todos los sectores que la integran, y uno de los partidos que la conforman (UDI) es el mayor partido de Chile. Asimismo, se han consolidado las bases para formar una nueva mayoría, incluyendo en la Alianza a sectores desencantados con la Concertación y a la expectativa de una posible migración de democratacristianos hacia sus filas, no tan sólo a nivel de base (lo que ya ha sucedido desde el 2000), sino de dirigentes en el mediano plazo.

En síntesis, Chile optó por un giro hacia la izquierda. No sólo en el Parlamento en diciembre pasado, donde la Concertación consiguió una importante mayoría tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, sino que ayer en la primera magistratura. Este giro, es asimismo un giro a la izquierda al interior de la coalición oficialista, cuyo frágil centro de gravedad pasó desde la DC al PS. En este sentido, la agenda que impulse el sector de la izquierda de la Concertación será clave para darle estabilidad o destruir a la coalición oficialista. Lo anterior, puede ser atrasado o acelerado con la reforma al sistema electoral que se plantea con fuerza en estos días. El impacto de la modificación del sistema político chileno desde uno binominal (mayoritario) a uno proporcional, podría ser dramática y cambiar completamente el actual mapa político chileno.

Con todo, Chile perdió la oportunidad de materializar una de las características más importantes de la democracia como es la alternancia en el poder. Además, y junto con eso, pierde la opción de establecer el cierre final a la transición política, la que sólo podrá concretarse con la llegada al poder de un bloque opositor al que ha gobernado desde la llegada de la democracia al país.

Diario Exterior (España)

 


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