Ni los
deseos de paz enviados por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, al
pueblo somalí el día de la conmemoración de la independencia impidieron
que un atentado contra el presidente del país africano, Sharif Seikh
Ahmed, terminara frustrando la celebración aunque no hubiera que lamentar heridos.
Sin
embargo, Somalia no siempre fue así. Hubo un tiempo para la esperanza tras la
consecución de la soberanía política en 1960. La Somalia británica e italiana
se unieron mientras que la zona francesa nacía como país independiente, Yibuti.
Nueve años le duró a Somalia su sistema democrático que caía en 1969 con un
golpe dirigido por Mohamed Siad Barre, quien instaló un régimen militar.
Después de una guerra con la vecina Etiopía, en 1991 una insurrección, que
provocó 300.000 muertes, ponía fin al régimen de Siad Barre.
El país
africano se convirtió en la tierra sin ley. El territorio quedó repartido entre
los líderes de clanes tribales, conocidos como "señores de la
guerra", y las milicias integristas islámicas. Comenzó a forjarse entonces
la pesadilla que sería para muchos gobiernos la piratería somalí.
“Los
abordajes a buques fueron creciendo a medida que, tras el derrocamiento de
del presidente Mohamed Siad Barre, el 26 de enero de 1991, Somalia se
desintegraba en medio de feroces luchas de las distintas facciones de los
‘señores de la guerra’ y con el veneno añadido de una fuerza integrista
islámica cada vez más pujante”, explica Miguel Salvatierra en su obra ‘El
próspero negocio de la piratería en África’ (Ed. Catarata, 2010).
Somalia
se sumergió entonces en la miseria que propicia la guerra. La sequía y la lucha
por el poder -‘los tambores de guerra son tambores de hambre”, dice un
proverbio africano- hicieron el resto. Ni los intentos por pacificar la zona de
EEUU, que pasaron a la historia por la batalla de Mogadisco y el derribo
de los dos helicópteros Black Hawk, pudieron sacar a Somalia de la situación en
la que se había metido.
La ruta
del Golfo de Adén
No sólo
las armas y el hambre están destruyendo a los somalíes. Esta misma semana, el
Comité Español de ACNUR hizo un llamamiento en el que solicitaba ayuda urgente
para paliar la situación crítica de los 3,6 millones de somalíes
desplazados al sur de Somalia y en los campos de refugiados de los países
limítrofes, que en algunos casos han triplicado su capacidad de acogida.
Miguel
Salvatierra encuentra en la pobreza y otros aspectos la explicación al aumento
de secuestro de barcos: “Los llamados Estados fallidos o desestructurados,
incapaces de ejercer una autoridad en sus costas, unido a la miseria y un
tráfico ilegal de armas, drogas o personassin apenas obstáculos, integran el
caldo de cultivo básico de la nueva piratería”.
Grandes
superpetroleros, buques-contenedores y pesqueros han hecho del Golfo de Adén
“una de las principales arterias del comercio y suministro energético mundial”,
asegura Salvatierra. “Es la ruta por la que surcan unos 20.000
barcos al año hacia o desde el estratégico canal de Suez, lo que supone un
20% del comercio marítimo internacional y en torno a un 30% del suministro de
petróleo a Europa”.
Ruta que
hacían también el 'Alakrana' y el 'Playa de Bakio', los dos
secuestros más conocidos de pesqueros españoles a manos somalíes. El debate
sobre cómo acabar con el problema dividía entonces a la comunidad internacional
que prefería obviar que “bajo esa miseria que impulsa a muchos piratas
está la sobreexplotación pesquera a cargo de las modernas flotas de
los países occidentales”, como recuerda el escritor Salvatierra. “La eficacia y
la capacidad de los buques-factoría han contribuido a reducir prácticamente a
la nada la pesca tradicional de muchos países y la han dejado limitada, en el
mejor de los casos, a la de mera subsistencia”.
La floreciente
poesía somalí o las apariciones en los medios de comunicación de las incesantes
luchas de mujeres somalíes como Waris Dirie o Ayaan Hirsi Ali han
quedado totalmente eclipsadas en la visión internacional que prevalece del país
por las tropelías de los piratas,tan alejadas de aquella idea
romántica que nos ofrecían hasta hace pocos años libros y películas sobre
los bandidos del Caribe. El sueño de libertad nacido en 1960 reducido a
miseria, violencia y piratería.