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15/08/2009 | Argentina - Haciendo cuentas con Cristina

Maximiliano Montenegro

Los economistas coinciden en que la recesión habría tocado fondo. Pero se viene una recuperación lenta, con más pobreza y desocupación. Las dudas están en la política. Después de seis años de administración K, dónde podría hallar Cristina los recursos para un plan social destinado a tres millones de chicos pobres o indigentes, sin cobertura estatal.

 

En dos almuerzos reservados, economistas de empresas, ortodoxos y heterodoxos, bancos y académicos, por primera vez en meses, acordaron en el diagnóstico: la recesión tocó un piso durante el segundo trimestre del año y algunos sectores muestran signos de repunte. Los comensales coincidieron además en que no hay crisis financiera a la vista. Y que la suba del dólar en el último año, junto con la apreciación del real, mejoraron la competitividad de la economía.

Breve repaso a los números que aportó uno de los consultores más cotizados entre los banqueros. La producción del sector manufacturero evidencia una suave recuperación en la mayoría de sus ramas. En el caso del sector automotor se percibe una mejora en el segundo trimestre, en términos desestacionalizados, que continuó en julio. Igual, los niveles de producción de los últimos tres meses son 23% inferiores al tercer trimestre de 2008, previo al derrumbe. En la construcción también se observa cierto rebote, aunque en el segundo trimestre estuvo muy influenciado por el avance de obras viales. Por el lado del consumo, las ventas en volumen en supermercados exhibieron una tenue alza (1%, desestacionalizada, en el segundo trimestre contra el primero). Mientras que en shoppings remontaron 6 por ciento.

A favor de la economía local hoy juegan las mejores perspectivas para el comercio internacional. Los buenos pronósticos para Brasil y China, hacia donde se dirigen más de un cuarto de las exportaciones. El exceso de liquidez internacional –bajas tasas de interés– que amplía la disponibilidad de fondos para los países emergentes a la búsqueda de rentabilidad. Etcétera, etcétera. Las dudas apuntan a la dinámica política en un contexto de lenta recuperación (se discutió un crecimiento de entre 2 y 4% para 2010, tras una caída del PBI este año), con aumento de la pobreza y de la desocupación: para que el desempleo se mantuviera sin cambios, el producto debería expandirse arriba del 4 por ciento anual.

“Teniendo en cuenta el actual desarrollo del nivel de actividad y que el empleo es una variable rezagada del ciclo económico, es de esperar que el proceso de ajuste de la ocupación persista en el segundo semestre”, dice un informe del Banco Central.

También es una incógnita qué sucederá con la inflación, que con la recesión se desaceleró al 13 o 15% anual, un rango todavía elevado. Y podría escalar nuevamente si la economía volviera a arrancar motores, agregando otro ingrediente de tensión social.

En ese escenario el tironeo por los recursos fiscales será mayor, en especial cuando el Congreso incorpore, a partir del 10 de diciembre, la nueva matriz política surgida de las últimas elecciones.

Otra interrogante se abre sobre la magnitud del agujero fiscal en las provincias, algunas de las cuales ya muestran dificultades para pagar sueldos, que representan el 53% del gasto público en el interior del país.

En fin, la buena noticia es que, al menos desde la economía, no existen condiciones que conduzcan inexorablemente a nueva crisis. La mala es que la administración K tendrá por delante un escenario confuso. Muy distinto a la época de reactivación a tasas chinas, en el que gran parte de las tensiones sociales y políticas se resolvían con el crecimiento y otras tantas abriendo la billetera de un Estado opulento.

Desde la política, juega a favor que tanto entre gobernadores del PJ como en el PJ disidente, la UCR y el socialismo, todos se imaginan triunfadores en 2011; y, por lo tanto, buscan tender puentes de gobernabilidad para llegar con la economía ordenada hasta entonces. En contra juega la asombrosa capacidad del matrimonio presidencial para reinventar la realidad. Y tropezar siempre con las mismas piedras.

OPTIMISTA. En esas aburridas tertulias de economistas, Mario Blejer, en su rol de asesor sin cargo de Amado Boudou, ofició de exégeta del flamante ministro de Economía. Derrochando optimismo –“creo que las cosas se pueden arreglar”, repitió frente a los más escépticos–, Blejer explicó a sus colegas que Boudou está concentrado sólo en dos áreas. Transparentar el INDEC, porque sin ese paso la credibilidad de la política económica tiende a cero. Y explorar fuentes de financiamiento en el exterior.

Si el Gobierno lograra recomponer la confianza, ofreciera un horizonte mínimo de certidumbre, para frenar, o aminorar, la fuga de capitales de los últimos dos años, la salida de la recesión sería más rápida. Más crecimiento, a su vez, descomprimiría la situación social y agrandaría los márgenes políticos de acción.

Es la apuesta de Boudou, quien admite sus propias limitaciones en el living de Olivos, mientras teje dentro del Gabinete junto a Julio De Vido y Aníbal Fernández.

Blejer, ex funcionario del Fondo, cree que el Gobierno podría negociar con el FMI bajo el llamado artículo IV, para lo cual sólo debería aceptar una revisión anual de la economía, que los burócratas de Washington realizan en los 184 países miembros, pero Argentina suspendió desde 2006. También dice que podría encararse la renegociación de la deuda con el Club de París, sin un acuerdo con el FMI, mientras se lanza una oferta de canje a los holdouts. Y con esas credenciales, abrir luego una ventanilla financiera en los mercados de capitales.

Durante la primera semana de septiembre, en la reunión del G-20 en Londres, o semanas más tarde en la Asamblea Anual del Fondo en Estambul, el ministro de Economía pretende solicitar el informe del artículo IV. El argumento para venderle el trago amargo a Kirchner es múltiple: uno, no es necesario mendigarle dinero al Fondo. Dos, hasta Evo Morales autoriza la revisión anual del artículo IV. Tres, con la recaudación adelgazando, sólo con financiamiento externo es posible hacer keynesianismo hasta 2011.

CUENTITAS. Del fárrago de cifras que recitó ayer Cristina Fernández, una sobresale con nitidez: hay “2.808.713 menores de 18 años” sin ninguna cobertura estatal. La CTA publicó a fines del año pasado un documento (Geografía de infantilización de la pobreza, Claudio Lozano y Tomás Raffo) en el que denuncian que existen en el país 6,3 millones de menores pobres, de los cuales 3,1 millones son indigentes. Todos los datos son estimados, porque el INDEC oculta, desde principios de 2007, la base de datos de la Encuesta Permanente de Hogares, insumo esencial de cualquier política social.

Es evidente que el plan de crear 100.000 puestos de trabajo vía cooperativas en el GBA, si bien loable, no aspira a resolver sino un mínima fracción del drama.

Sin embargo, resulta muy auspicioso que, por primera vez, la Presidenta haya aceptado la discusión sobre un subsidio (universal o focalizado) a la niñez en condiciones de pobreza, una idea que toda la oposición, de izquierda a derecha, defendió durante la última campaña electoral. Cristina lanzó el desafío de debatir en el Congreso cómo conseguir los recursos para financiar tal proyecto. Adelantó algunos números propios: otorgar 135 pesos a casi 3 millones de menores pobres –se supone contra certificados de salud o escolaridad– costaría 6.900 millones anuales. (Es raro, porque la cuenta por 13 sueldos –aguinaldo incluido– arroja $ 4.929 millones.) Una beca de 250 pesos elevaría el monto a $ 15.600 millones (este periodista piensa que saldría menos: unos $ 9.128 millones).

La Presidenta sugirió también revisar las millonarias exenciones tributarias de las que gozaron diversos sectores de altos ingresos. ¡Después de seis años de Administración K! Pues bien, analicemos la planilla Gastos Tributarios del Presupuesto 2009 –que contiene exenciones impositivas para este año por $ 19.059 millones– para ver dónde podrían encontrarse los recursos:

• Exenciones al Impuesto a las Ganancias por rentas financieras: casi $ 4.000 millones (entre intereses de títulos públicos, depósitos en entidades bancarias y de obligaciones negociables percibidos por personas físicas).

• Dispensa del mismo impuesto por Ganancias de capital (compraventa de acciones y demás títulos valores): sin datos oficiales; pero, según los expertos, sumaría otros $ 3.000 millones, en tiempos normales.

• El privilegio de no pagar Ganancias de los jueces: $ 190 millones.

• La exención en Bienes Personales de las tenencias financieras: otros $ 200 millones.

• El Impuesto a la Herencia de altos patrimonios, vigente en países como Chile y Estados Unidos, eliminado durante la dictadura.

• También habría que “reexaminar” los $ 1.600 millones que se dejan de recaudar en Ganancias por la exención a asociaciones civiles, fundaciones y mutuales, que muchas veces encubren mecanismos de elusión de empresas.

• O repasar los 4.753 millones que no ingresarán al fisco por los diversos regímenes de promoción industrial y mineros, que en buena medida usufructúan grandes empresas locales y extranjeras.

Se dirá que no es el mejor momento para avanzar sobre las exenciones a la renta financiera. Es cierto. Entre 2005 y 2007 eran años ideales para implementar esas reformas. Y Kirchner nunca se animó. Sería saludable que se empezara a debatir en el Congreso.

Crítica Digital (Argentina)

 


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