Kagame ha sido acusado de suministrar armas a la guerrilla tutsi del general Laurent Nkunda, que en los últimos días ha conquistado posiciones en el este de la RDC enfrentándose al Ejército. Sus críticos aseguran que el líder rebelde actúa como representante del presidente ruandés en la región para evitar que las facciones hutus en el exilio se refuercen en la frontera. Pero Kagame lo niega. «Estamos vinculados a Nkunda sólo por contingencias históricas, por el hecho de que su grupo habla kinyarwanda y nuestro país limita con la RDC», asegura.

Sin embargo, es la propia Historia la que sugiere que existe una relación más profunda entre el jefe guerrillero y Ruanda. Nkunda trabajó como oficial de Inteligencia en el grupo armado liderado por Kagame que subió al poder en 1994 derrotando a los extremistas hutus responsables del genocidio ruandés.

¿Una nueva misión?

Pero el presidente afirma que sus vínculos con el líder rebelde son superficiales: «No consideramos a Nkunda como la solución a nuestros problemas. Mientras en los viejos tiempos cruzábamos la frontera para enfrentarnos a nuestros enemigos [hutus], ahora lo que queda de ellos no es mucho y podemos arreglar el problema desde nuestro territorio». La solución, según Kagame, es enviar una nueva misión de Naciones Unidas a la RDC para «solucionar una situación que requiere el uso de la fuerza militar, [...] tanto si se trata de enfrentarse a los grupos hutus, como si se trata de otras facciones o del mismo Gobierno [congoleño] que mata a sus propios ciudadanos».

Pero el presidente de Ruanda no confía en que esto ocurra convencido de que, más que resolver el problema, la misión de la ONU está contribuyendo a la escalada de violencia en la región