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28/11/2009 | El enemigo escondido en Afganistán

Monica Bernabe

EL MUNDO-España sigue a las tropas estadounidenses en su lucha contra los explosivos. Las canalizaciones construidas hace años se utilizan ahora para plantar artefactos.

 

«El 23 de noviembre un artefacto explosivo afectó a la rueda de uno de nuestros vehículos en esa carretera, y el día 22 se localizó otro antes de que explotara. Mantened los ojos bien abiertos», advierte el cabo mayor Wessler a sus soldados, antes de salir en patrulla a las cinco y media de la mañana de la base militar estadounidense Lagman, en la provincia de Zabul, en el sur de Afganistán. Su cometido es buscar al enemigo escondido: los artefactos que los talibán plantan en los caminos y carreteras y que se han convertido en la mayor amenaza de las tropas internacionales. El 61% de las bajas este año fue por esa causa.

Los vehículos de la Unidad Furia salen lentamente del campamento Lagman en fila india. Se trata de blindados Búfalo, mastodónticos, capaces de cavar y extraer los artefactos ocultos en la tierra. Los jóvenes soldados que conducen uno de los vehículos escuchan rap y se relajan. Saben lo que les espera.

Encabeza la caravana un blindado con una articulación en forma de cuello de jirafa, con la que revisa un lado y otro de la calzada. Ese día debe rastrear un tramo de la Autopista Uno, la principal arteria para el transporte de suministros para las fuerzas extranjeras y que une Kabul, la capital afgana, con la sureña ciudad de Kandahar.

Se trata de una carretera asfaltada y, por lo tanto, los talibán no pueden esconder allí artefactos bajo la tierra. «Aquí lo que revisamos son las canalizaciones de agua», aclara uno de los soldados. Cada 50 metros, bajo la calzada, un tubo enorme cruza por debajo de la autopista para permitir el paso de agua de la lluvia. Cuando se construyó la carretera con fondos internacionales hace escasos años, nadie pensó que los insurgentes utilizarían después esas canalizaciones para atacar a las fuerzas extranjeras. Para evitarlo, ahora se están colocando rejas.

El cuello de jirafa, con una cámara y un radar en uno de sus extremos, revisa canalización por canalización para comprobar que no haya explosivos. El avance es lentísimo, casi nulo. La operación empieza de noche, pero pronto amanece y los afganos miran con curiosidad el armatoste que va de un lado a otro de la carretera como un perro rastreador. Los coches locales también se acumulan parados en el arcén tras los blindados estadounidenses, hasta que al cabo de una hora, a las seis y media, las tropas abren el tráfico por unos minutos para momentáneamente poner fin al atasco.

«Los talibán utilizan tres sistemas para detonar los artefactos: el más utilizado son las minas de presión, que se activan cuando el vehículo pisa encima. Pero también emplean mandos a distancia o cables», explica el teniente Paul Mahoney, experto en explosivos. Las tropas internacionales neutralizan los mandos a distancia con inhibidores de frecuencia, pero ¿qué hacer con las minas y la activación por cable? «Hay indicadores que avisan del peligro», añade Mahoney.

«Cuatro, tres, uno. Cuatro, tres, uno. ¿Alguien había visto esa bandera antes? Cambio», pregunta el cabo mayor Wessler desde el primer vehículo de la caravana a los soldados que escuchan música y van a la cola. «Los talibán utilizan banderas para indicar el lugar donde han colocado los artefactos. Las sitúan a metros de distancia de la carretera y cuando uno de nuestros blindados pasa por delante, hacen volar la carga», expone uno de los soldados. Lo complicado es saber si la bandera advierte realmente de un peligro. «Aquí los afganos usan las banderas para todo, como por ejemplo para delimitar las propiedades de tierra o marcar una tumba», explica.

La caravana rastrea unos 15 kilómetros y después da media vuelta para volver a revisar el mismo tramo. La operación dura más de cuatro horas y eso que no han tenido que interrumpir la marcha por la detección de un artefacto explosivo. «Es un trabajo muy lento», admiten los militares, pero aseguran que aún es peor en las carreteras de tierra. Entonces usan los Búfalo con radares y una especie de rodillos delanteros a modo de apisonadora. «Te puedes tirar hasta 36 horas», dicen.

El teniente Mahoney no sabe precisar cuánto tarda un talibán en fabricar un artefacto y plantarlo, pero detalla que suelen utilizar como explosivo nitrato de amonio, un fertilizante que no es legal en el país. «Sin duda, lo traen desde Pakistán».

El Mundo (España)

 


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