Cuando Sayyid Qutb, el «Karl Marx» del islamismo político, nacía en una provincia del sur de Egipto en 1906, el Irán persa atravesaba su primer gran periodo de reformismo constitucionalista y, tres años más tarde, los «Jóvenes Turcos» iniciaban el periodo de reformas en el Imperio Otomano. Levantar el velo de la Historia en el universo islámico desvela una región en la que los impulsos democráticos no han sido ajenos, pero nunca suficientes para tejer sociedades liberales. El llamado mundo árabe lucha todavía por definir su modelo de civilización y, en este proceso, Egipto ha «brillado» siempre como un Vaticano árabe del que han emanado las grandes narrativas. Nasser «proyectó un espíritu de esperanza que hizo creer a muchos en la posibilidad de un nuevo y poderoso orden árabe capaz de vengar la derrota de 1948 (Israel) y de preservar la independencia árabe frente al exterior», escribe William Cleveland en su antológica Historia de Oriente Medio. En los años 50 y 60, Egipto difunde el nacionalismo y el socialismo árabes como ideales motores de la región. Egipcios son también los miembros de la «aristocracia» de Al Qaida, con el doctor Al Zawahiri a la cabeza, hijos intelectuales de Qutb.