Los comicios del 12 de junio son claves: si Erdogan revalida su poder tiene intención de cambiar la constitución y transformar el sistema político de parlamentario a presidencialista.
El atentado
de este jueves en Estambul –una bicicleta bomba que dejó ocho heridos, entre
ellos una mujer que ha perdido una pierna-es la sangrienta culminación de la
escalada de tensión que se vive en Turquía dos semanas antes de las elecciones
generales, previstas para el 12 de junio. Es el suceso más grave de una campaña
electoral plagada de incidentes, desde la aparición de una serie de videos
sexuales de miembros de la oposición hasta la candidatura de varios imputados
por golpismo que intentan obtener la inmunidad parlamentaria.
Se trata de
unas elecciones decisivas. De ganar, como está previsto, el Partido Justicia y
Desarrollo (AKP) de Recep Tayyip Erdogán, que abriría su tercer mandato
consecutivo, esta formación ha anunciado su intención de reformar la
constitución, vigente –con enmiendas- desde el golpe de estado de 1980. Se cree
que, entre otras cosas, pretende transformar el sistema político de
parlamentario a presidencialista. Erdogán, que ha prometido no presentarse a un
cuarto mandato, intentaría en su lugar concurrir a la presidencia.
Contra la
reforma constitucional
Están en
contra los dos principales partidos de oposición, el Partido Republicano (CHP,
kemalista) y el ultranacionalista Partido de Acción Nacional (MHP). Este
último, no obstante, afronta un duro vía crucis después de que la aparición de
una serie de videos sexuales grabados con cámara oculta forzasen la resignación
de 10 de sus parlamentarios.
Esto podría
suponer la liquidación efectiva del partido, dado que en las últimas elecciones
logró apenas un 14% de los votos, un resultado que es de esperar que se verá
reducido después del escándalo. El estricto baremo electoral turco establece
que, de no conseguir al menos un 10%, la formación se quedará fuera del
parlamento, lo que beneficiaría al partido mayoritario, al AKP.
Se espera
que éste consiga en torno a un 45% del total de escaños, según las encuestas de
intención de voto. Pero las elecciones podrían traer todavía algunas sorpresas.
Importa el voto kurdo, que supone en torno a un cuarto de la población del
país. Por ello, el AKP ha visto con preocupación cómo Erdogán era recibido con
frialdad por los habitantes de las ciudades del sureste, de mayoría kurda: en
Hakkari, la ciudad más castigada por el conflicto kurdo, los comerciantes
incluso echaron las persianas de sus negocios en señal de protesta durante la
visita electoralista del primer ministro.
La
preocupación se ha tornado en furia cuando se ha visto que su principal rival,
Kemal Kiliçdaroglu, líder del CHP, recibía una acogida mucho más calurosa. Esto
ha llevado a Erdogán a hablar de una “alianza destructiva” entre el CHP y el
Partido Paz y Democracia (BDP, la cuarta fuerza política del país, de base
kurda), con la intención de “revitalizar las organizaciones terroristas y los
grupos golpistas”.
“La
conexión entre Silivri y Kandil ha quedado de manifiesto por el diálogo entre
el CHP y el BDP”, ha dicho Erdogán. Unas afirmaciones muy contundentes para el
consumo interno en Turquía: Kandil es el nombre de las montañas del norte de
Irak donde tiene sus bases el PKK (la organización armada kurda, considerada un
grupo terrorista tanto por Ankara como por los EE.UU. y la Unión Europea).
Silivri, por su parte, es la prisión de Estambul en la que permanecen
encarcelados los numerosos acusados por la presunta trama golpista Ergenekon.
La frase deja clara la postura de Erdogán respecto a sus rivales: para él, el
BDP es el brazo político del PKK; el CHP es el partido de los golpistas.
Y es que el
CHP –que tiene en torno a un 30 % en las encuestas de intención de voto-, de
tradición secularista y pro-ejército, en la estela del fundador del estado
turco, Mustafá Kemal “Atatürk”, está muy implicado en la defensa de varios de
los imputados en el caso Ergenekon. El partido sostiene que esta trama está
siendo utilizada para perseguir a los rivales del gobierno. Entre otras cosas,
decenas de periodistas críticos con Erdogán han sido acusados de pertenecer a esta
red golpista y permanecen en prisión a la espera de juicio.
Algunos
acusados han encontrado una esperanza en las elecciones: concurrir como
candidatos, de modo que, de ser elegidos, obtengan la inmunidad parlamentaria.
Es el caso de Mustafá Balbay, columnista del diario «Hürriyet» y encarcelado
desde 2009, que va en las listas del CHP por el distrito de Izmir. Otros, como
el general retirado Çetin Dogan, no han encontrado un hueco en los partidos
mayoritarios, así que lo intentan como candidatos independientes.
La cuestión
judicial es una de las que más ampollas está levantando durante la campaña.
Como se ha encargado de recordar en los mítines el líder del CHP, Kemal
Kiliçdaroglu, el gobierno de Erdogán ha construido 49 cárceles desde 2002. En
ese tiempo, la población reclusa en Turquía ha pasado de 59.000 a más de
120.000 personas. “Hablan de estabilidad. ¿Qué clase de estabilidad es esta?”,
ha declarado Kiliçdaroglu.