No obstante, el nuevo jefe de campaña, Steve Schmidt, es un gran veterano en estas lides. Y cuenta con un gran equipo. Es más, tiene otro as en la manga: a estas alturas, los demócratas deberían llevar una ventaja de más de 20 puntos sobre McCain habida cuenta de todos los elementos que juegan en contra del Partido Republicano. Y, sin embargo, la lucha sigue estando muy reñida. Obama no despega.

Aún mejor para el campo del senador republicano: las encuestas nacionales son engañosas en un sistema electoral cuyo terreno de juego son los compromisarios de cada Estado. Y es ahí, Estado a Estado, donde Barack Obama sale peor parado frente al senador McCain.

Como dicen en las oficinas de éste, si todo fuera una cuestión de moral, entusiasmo y confianza, Obama andaría ya muy despegado en las encuestas. Pero no lo está porque el pueblo americano, no el staff de cada candidato, es quien vota. Y además de los 32 millones que han votado en las primarias hay otros cien millones que esperan su turno para noviembre.

Por mucho giro al centro que predique Obama sigue despertando serias dudas en temas como el de la raza. Su reciente apoyo a los matrimonios homosexuales en California choca directamente con su deseo de ganarse a los evangélicos descontentos con McCain. Irak no le da y oponiéndose a nuevos pozos de petróleo alimenta las iras de todos los que creen que es la escasez y no la especulación la culpable de la factura energética.

Si el senador McCain, con estos cambios en su equipo organiza eficazmente su estrategia electoral, puede que infunda la imagen de victoria que necesita.