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16/09/2009 | Reino Unido - El 'complot de Heathrow': Castigo ejemplar a los extremistas

Eduardo Suárez

Reino Unido condena a cadena perpetua a los terroristas de las 'bombas líquidas'. La conspiración, que fue descubierta, trastocó las normas de seguridad de la aviación.El complot de Heathrow revolucionó la seguridad de los aeropuertos en todo el mundo. Ayer, la Justicia británica condenó a sus cuatro máximos responsables a cadena perpetua.

 

El líder de la trama, Abdulá Ahmed Alí, en ningún caso saldrá de la cárcel antes de 2046 y sólo lo hará entonces si se arrepiente de sus actos y deja de ser una amenaza para la seguridad del Estado.

A sus compinches les han correspondido penas algo inferiores: 36 años para Asad Sarwar, 32 para Tarvir Husain y 22 para Umar Islam. La Justicia británica decidirá en los próximos días si juzga o no a otros tres presuntos terroristas sobre cuyo veredicto el jurado no se puso de acuerdo.

El complot se destapó a principios de agosto del año 2006 y, según la sentencia, su intención era «perpetrar una matanza terrorista que dejara en la historia del mundo una huella similar a la de los atentados del 11 de Septiembre».

En el momento de su detención, los terroristas habían seleccionado siete vuelos que partían de Heathrow a ciudades de Estados Unidos y Canadá, habían grabado varios vídeos reivindicando el atentado y habían empezado a fabricar 20 bombas a base de peróxido de hidrógeno que tenían pensado camuflar dentro de botellas de plástico. Fue este extremo el que puso patas arriba las normas de seguridad de la aviación y propició las restricciones en el equipaje de mano que aún hoy sufren cientos de millones de viajeros.

Según el juez, Alí era el líder operativo del atentado, pero en ningún caso el cerebro de la trama, cuyos responsables últimos están en Pakistán y siguen siendo un enigma para la Justicia británica.

Durante el juicio, ninguno de los acusados admitió los hechos y aseguraron que no estaban preparando un atentado sino un documental para denunciar la política exterior de Occidente en Oriente Próximo. Una milonga que no convenció ni a los miembros del jurado -que condenaron a los cuatro hombres clave de la trama a cadena perpetua- ni al juez, que les ha puesto penas mínimas similares a las de los responsables de los atentados fallidos del 21 de julio de 2005.

La sentencia fue recibida ayer con satisfacción por todas las fuerzas políticas británicas. El más explícito fue el ministro del Interior, Alan Johnson, que felicitó a los servicios secretos y a la policía por los arrestos: «Nuestras fuerzas de seguridad son un activo nacional y esta sentencia ha vuelto a demostrarlo. Estoy encantado de que el jurado haya dado a los terroristas una sentencia a tono con el delito que querían cometer».

Las palabras de Johnson coinciden con el relato del juez, que calificó ayer el complot como «la conspiración más grave y malvada que nunca antes se haya demostrado en esta jurisdicción». Una etiqueta que se antojaría una hipérbole de no conocerse en detalle los planes de los terroristas, que se proponían volar por los aires siete aviones comerciales en una cadena de atentados que hubiera dejado pequeña la masacre del 11-S.

Según diversos testigos, los terroristas escucharon ayer sus sentencias impertérritos. Sólo Abdulá Ahmed Alí negó en un par de ocasiones con la cabeza, pero sin levantarla del libro de oraciones que mantuvo abierto durante la sesión. Vendedor de teléfonos móviles y experto en electrónica, el jurado escuchó cómo se había ido radicalizando hasta decidirse a pasar a la acción y cómo en los días previos a su arresto recibió órdenes por correo electrónico desde Pakistán.

El atentado, dice el juez en la sentencia, «fue un acto de venganza inspirado por el pensamiento islamista extremista» contra los gobiernos de «varias fuerzas aliadas en Irak y Afganistán».

El complot de Heathrow ha acabado por tener consecuencias penales, pero también cuantiosos efectos económicos. Desde agosto de 2006, toneladas de líquidos han sido requisados y se han endurecido los controles en los aeropuertos.

En los últimos meses, se ha recrudecido el debate en torno al levantamiento de las restricciones de líquidos en los aviones. Una decisión que dependerá del desarrollo de escáneres capaces de detectar explosivos líquidos como los usados por los terroristas.

El Mundo (España)

 


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