Las nuevas autoridades del país árabe han lanzado una dura campaña contra las
fuerzas islamistas, que vencieron en todos los referéndum populares y en los
comicios parlamentarios y presidenciales celebrados en los últimos dos años y
medio. Desde la noche del 3
de julio, cuando se anunció la asonada, se han sucedido arrestos de
sus dirigentes, cierre de canales de televisión o represión policial de sus
manifestaciones.
Represión y amenaza de mano dura
En nombre de la supuesta lucha contra el terrorismo, el Gobierno aplica
'tolerancia cero'. Ayer, el ministro del Interior Mohamed Ibrahim volvió a
asegurar que la policía actuará con "decisión y fuerza" después del
mandato para luchar contra "el terrorismo y la violencia" concedido el viernes
por la población en Tahrir, tras la petición de manifestaciones lanzada
por el comandante en jefe de las fuerzas armadas Abdelfatah
al Sisi. El aparato policial amenaza con desmantelar los campamentos
islamistas, lo que provocaría más derramamiento de sangre. "Han vuelto las
tácticas empleadas durante la dictadura de Mubarak
con la cobertura ahora de los militares", indica a ELMUNDO.es Jalil al Anani,
politólogo egipcio y experto en la Hermandad.
La ley de Emergencia en el horizonte
Ayer, además, el presidente interino Adli
Mansur dio un paso en el camino hacia la restitución de la ley de Emergencia
que algunas fuentes militares citadas por medios de comunicación locales han
considerado probable. El 'rais' publicó un decreto que delega en el primer
ministro, Hasem
Beblaui, la prerrogativa de ordenar a la policía militar el arresto de
civiles. La medida solo podría entrar en vigor bajo la ley de Emergencia, la
norma que desde 1981 y hasta mayo de 2012 permitió prolongados
encarcelamientos sin cargos y menoscabó las libertades públicas.
Persecución judicial
Desde el golpe militar, los tribunales se han aplicado en el ajuste de
cuentas. Parte de la cúpula de la Hermandad ha
sido detenida y el resto de sus dirigentes permanecen refugiados en la
acampada islamista de la mezquita de Rabea al Adauiya con una retahíla de
órdenes de arresto. El símbolo de esta persecución es el ex presidente Mohamed
Mursi, en paradero desconocido. Fuentes castrenses aseguran que el
mandatario depuesto se encuentra en una instalación del Ministerio de
Defensa.
En estas tres últimas semanas, Mursi ha sido sometido a interrogatorios
diarios por la inteligencia militar en busca de nuevos cargos. La justicia civil
ordenó el pasado viernes
prisión preventiva contra él por su supuesta huida de prisión en las
primeras jornadas de la revuelta contra Mubarak. De momento, está
acusado de conspirar con Hamas; perpetrar "acciones enemigas contra el país";
asesinar y secuestrar a policías y presos y urdir el asalto de la
cárcel de Wadi al Natrum. Pero afronta nuevas causas.
Exclusión Política
El Gobierno interino, nombrado hace unas semanas, no incluye ni un solo
representante de la corriente islamista. Ni siquiera los salafistas (rigoristas)
de Al Nur, que apoyaron el golpe, aceptaron participar en un gabinete que debe
guiar al país hasta la celebración de un referéndum constitucional y elecciones
parlamentarias y presidenciales. En principio, la transición debería
estar concluida a principios del próximo año. Los Hermanos Musulmanes
se han negado a entablar diálogo con unas autoridades que consideran
"usurpadoras". Casi un mes después del golpe, la determinación no ha cambiado ni
un ápice.
Apagón informativo y desinformación
Los medios de comunicación estatales y los privados se han abrazado de modo
entusiasta a los generales. Desde el golpe, se han multiplicado la
emisión de cánticos patrióticos y la retransmisión de discursos del líder
militar. La orden es glorificar al estamento militar. Los rótulos de
las principales cadenas insisten en "la lucha contra el terrorismo" y las
imágenes de las multitudinarias protestas islamistas han sido vetadas. Los
Hermanos Musulmanes, hace unas semanas en el poder, se han convertido en
peligrosos terroristas que solo pueden ser tratados a golpe de fuerza bruta.
Los canales de televisión islamistas fueron clausurados minutos después
del anuncio de la asonada. Internet es ahora su refugio.