En el barco hay leche infantil, mantas, colchones, pero sobre todo armas, muchas armas: pistolas ametralladoras, metralletas pesadas, cohetes, munición de todos los calibres...

Sólo se puede avituallar por mar a los insurgentes libios que defienden Misrata desde hace dos meses de los asaltos de las tropas leales al coronel Gadafi. Es la única vía que une Misrata y Bengasi, la capital de la rebelión.

Abdelsalam (al igual que el resto de personas a bordo, no quiere revelar su identidad) explica: "Llegué a Bengasi hace tres días, para poner a salvo a mi mujer y a mis hijos. Y regreso para defender mi ciudad".

Ingeniero mecánico antes del inicio de la insurrección, ahora es el responsable de la defensa del puerto. "En Bengasi, el CNT (Consejo Nacional de Transición) nos ha dado toda la munición que queríamos. Algunos habitantes nos dieron armas, aunque otros nos las vendieron..."

Con el dinero recaudado en Misrata, los pasajeros del Karuba también han comprado teléfonos satelitales y aparatos portátiles de radio, los únicos medios de telecomunicación en una ciudad en la que se han cortado el resto de redes.

"Hay muchas armas en Bengasi, porque han recuperado el gran arsenal. En Misrata nos faltan", asegura Abdelkader, de 28 años y también originario de la ciudad asediada. "Los soldados de Gadafi masacran a nuestras familias, debemos combatirles", justifica.

En la parte trasera del pesquero, bajo una improvisada tienda hecha con mantas y barras de hierro, una veintena de jóvenes están tumbados en unos colchones. Ninguno de ellos era soldado antes de la "revolución" sino empleados de banca, informáticos e ingenieros en Bengasi y en otras ciudades del este de Libia.

"Hace dos semanas que esperaba en el puerto de Bengasi un barco a Misrata", relata Jallad, un estudiante de 25 años. "Mi familia tiene miedo, seguro. Pero están orgullosos, también, de que forme parte de la yihad (guerra santa) contra los mercenarios de Gadafi. Han colaborado para comprar mis armas".

En medio de las aguas libias patrulladas por los navíos de guerra de la OTAN, el Karuba llama enseguida la atención de una fragata de la marina turca. En el cielo se ve un avión abastecedor cargando de combustible dos cazas. A bordo del pesquero, los señalan con el dedo y espetan "¡Sarkozy!".

El capitán Abdelfatá, antiguo oficial de la marina libia reconvertido en pescador hace unos años, dirige el timón con los pies y no quita los ojos de la brújula.

Con las primeras luces del amanecer, el capitán, en un escueto inglés, asegura por el canal 72 de la radio transportar "avituallamiento para la población de Misrata".

"OK, Karuba. Stand by..." responde la voz femenina antes de recibir la luz verde: Aquí el barco de guerra de la OTAN. Karuba, está autorizado a entrar en Misrata".

Dos horas más tarde, a gritos de "¡Allah akbar! (Dios es el más grande), el Karuba se acerca a un muelle desierto del puerto de Misrata. Vehículos de tipo pick-up se acercan. Todo el mundo se abraza. "¡Bienvenidos!". Dos camiones llegan para cargar con unas pesadas cajas de color verde donde están guardadas las armas.