La anécdota pinta de cuerpo entero al actual senador justicialista, que es lo mismo que decir peronista. La trayectoria deportiva y política de Reutemann se enmarca, en ambos campos, dentro de las más estrictas reglas del juego limpio. En tiempos donde la trampa y los atajos al borde de la ley no desatan la furia masiva de los países -ni del norte ni del sur-, Reutemann es una excepción.

Tan raro resulta el personaje que ha sido capaz de dar con la puerta en las narices al matrimonio Kirchner y, ni el anterior presidente ni la actual, que es su esposa, le han dedicado una palabra de desprecio, crítica o censura, como acostumbran a hacer cuando alguno de sus filas decide correr por cuenta propia. Y eso que ahora son muchos los que emprenden la huida. Entre otros, una veintena de legisladores y los ex gobernadores Felipe Sola (Buenos Aires), Juan Carlos Romero (Salta) y José Manuel de la Sota (Córdoba).

Conocido popularmente como «El Lole», Reutemann, de 66 años, se ha destapado como el candidato opositor a un Gobierno que, como él, comparte el sello peronista. Sin definir si irá directamente a por el gran premio de la presidencia de Argentina en el año 2011 o primero renovará su escaño en el Senado, el próximo mes de octubre, el piloto, en cualquier caso, calienta motores.

«Si es que soy candidato en octubre --declaró a «Clarín»-, tener buen resultado te pone en la grilla (parrilla), la grilla del partido que les gusta a todos los argentinos... Yo creo que, en el fondo, hay 38 millones de argentinos que quieren ser presidente y 38 millones de argentinos que queremos ser director técnico de la selección. A mí me preguntan: ¿Vas a ser presidente? Y yo digo al revés, primero voy a ser candidato». La ambigüedad como respuesta, cuando se habla de elecciones, es una de las características naturales de Reutemann. Algunos lo consideran una virtud, otros un defecto al que ponen nombre: «Es el Fernando de la Rúa peronista», señalan acusando sus dubitaciones.

Gobernador de Santa Fe

En su entorno lo niegan: «Tiene las ideas claras pero él decide cuándo tomar las decisiones. Nadie le marca los tiempos», aseguran. Quizás, prueba de ello sea el salto del asfalto a la arena política, hecho realidad de la mano del ex presidente Carlos Menem, en 1991. Ese año ganó la gobernación en su provincia natal de Santa Fe y tras un periodo de descanso, obligado por la Constitución, revalidó el título en 1999.

Su segunda administración estuvo marcada por las turbulencias del gobierno central de De la Rúa y la quiebra argentina de 2001. Dos años más tarde se produjeron unas inundaciones que, de acuerdo a sus críticos, eran una crónica anunciada que podía haber evitado si hubiera acometido la obra pública pendiente.

Pero, pese al naufragio de la segunda provincia más importante por detrás de Buenos Aires, Reutemann, «El Lole», gozaba de enorme popularidad en Argentina. El efímero presidente Eduardo Duhalde (2002-03) le invitó a ser su delfín pero Reutemann, como hace ahora al desmarcarse de los Kirchner, le dio calabazas. Aunque lo niega, las crónicas del momento le atribuyen la siguiente expresión: «Vi algo que no me gustó».

Tanto si la expresión es cierta como si no, peor fue el escenario que divisó con Cristina Fernández de Kirchner el año pasado. La «guerra gaucha», como algunos bautizaron el enfrentamiento entre el sector rural y la presidenta, por un aumento de las exportaciones agropecuarias (retenciones), despertó del aparente letargo a un hombre tranquilo que defiende el campo como lo que es: la sangre que corre por las venas heridas de Argentina. El senador, sin dudas de ninguna clase, votó en contra del proyecto oficial y éste quedó desterrado, también, gracias al voto de desempate del presidente del Senado y del vicepresidente, Julio Cobos (radical), hoy marginado del poder.

Demostrado con ese gesto su independencia, su divorcio del bloque oficialista, que se agrupa en la corriente Frente para la Victoria, liderada por Néstor Kirchner, era, como dicen los suyos, una cuestión de tiempo, de «sus tiempos».