Cualquier padre tiene derecho a vestir a sus hijos como mejor le plazca: de soldadito, de marinerito o de princesita. Sin embargo, el asunto se convierte en público cuando se trata de los hijos del Presidente en un acto solemne y protocolario. Y es que Calderón otra vez está usando al Ejército para apuntalar su imagen. Porque estoy seguro (ojalá se hagan encuestas al respecto) que a la gran mayoría de los mexicanos les encantó que Felipe y Margarita vistieran a sus dos hijos varones de soldados para observar la parada militar.

Como a la mayoría de los estadunidenses les encantó cuando George W. Bush, ataviado de piloto, aterrizó en una aeronave militar en el portaviones USS Lincoln a proclamar que su país había ganado la guerra en Irak. Los mexicanos no somos los únicos que tenemos un Presidente que se monta en la popularidad del ejército para mejorar su imagen. Hay que reconocer, en todo caso, que se trata de una táctica eficaz de mercadotecnia política.

Sé que corro el riesgo de caer en una posición minoritaria pero yo prefiero la imagen contraria, es decir, la de un Presidente (y familia) vestido de civil recibiendo los honores del Ejército. Me gusta porque manda el mensaje de que la máxima autoridad de las fuerzas militares es un funcionario elegido por el pueblo. Que en una democracia, al final de la jerarquía castrense, hay un civil que está a cargo.

Además creo que resultaría chocante que, gracias a la ocurrencia del domingo, se pusiera de moda el disfrazar a los niños de soldados. Una de las características extraordinarias de México es que es un país fundamentalmente pacífico en un mundo crecientemente violento. Sería lamentable que de pronto, por una táctica presidencial para ser popular, los niños mexicanos comenzaran a disfrazarse con uniformes bélicos.

Pero, como dije arriba, los padres de familia tienen derecho de vestir a sus hijos como quieran. Y algunos pensarán que no hay que ponerle tanta atención a este asunto del disfraz de los hijos de Calderón. Sin embargo, el hecho no puede verse de manera aislada ya que no es la primera vez que el Presidente utiliza las insignias castrenses con fines políticos: para mandar el mensaje de que en México sólo hay un comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.