El candidato panista estaba furioso por los resultados del sondeo y recomendó, al aire, que mejor presentaran otro hallazgo de la misma encuesta. Acto seguido admitió, sin ningún recato, que él tenía documentación, certificada ante notario público, que probaba la participación de los encuestadores en una reunión con el candidato priista para tomar decisiones estratégicas de campaña.

¿De dónde sacó Yunes la encuesta de GCE antes de ser presentada al público? ¿Cómo sabía que esta casa encuestadora se había reunido con el candidato del PRI? Según mi amigo, los panistas veracruzanos tienen montada una red de espionaje en ese estado. Se lo pregunté a otro amigo vinculado con la campaña priista en Veracruz y me lo confirmó: “Saben todo, desde la hora que nos bajamos del avión”. Se trata, al parecer, de un caso de panistas espiando a sus adversarios políticos.

Tres días después, el 16 de abril, se reveló la noticia de que el gobernador de Quintana Roo presentaría una denuncia ante la Procuraduría General de la República (PGR) por el delito de espionaje. Periodistas locales habían descubierto un departamento en el centro de Cancún que “era usado como centro de espionaje y estaba a cargo de Manuel Vera Salinas, que se desempeñaba como asesor del alcalde con licencia, Gregorio Sánchez, precandidato a la gubernatura por el PRD”.

Luego apareció otra casa donde presuntamente se realizaban labores de espionaje. De acuerdo con los medios de comunicación del estado, en estas residencias “fueron interceptadas y grabadas llamadas telefónicas de 200 personas, entre políticos, empresarios y periodistas, incluido el gobernador”. El Ejército cateó ambos domicilios. Fue arrestado un individuo a quien luego lo consignó un juez federal.

Sánchez, sin embargo, negó las acusaciones de que él estaba detrás de la red de espionaje descubierta. El PAN nacional no le creyó y lo vetó como su candidato en una alianza opositora en Quintana Roo. Ahí estaban dos residencias donde se grababan conversaciones telefónicas de la élite quintanarroense en un caso, al parecer, de espionaje de perredistas en contra de sus adversarios políticos.

Días después, el 29 de abril, Reforma publicó que la PGR “investiga una red de espionaje presuntamente vinculada al gobierno de Oaxaca dedicada a intervenir conversaciones telefónicas de políticos y empresarios del estado, incluido el candidato opositor Gabino Cué. De acuerdo con algunas víctimas de las escuchas que ya acudieron a declarar ante el Ministerio Público y han tenido acceso a la indagatoria, la PGR ya tiene identificado como el principal operador de los aparatos de intercepción a un sujeto que trabajaba en la Procuraduría estatal”.

Según Reforma, entre los políticos espiados no sólo estaba el candidato de la alianza opositora al PRI, sino los presidentes estatales del PAN, el PRD, Convergencia y el PT. De ser cierto, tendríamos un tercer caso, éste de priistas espiando a sus adversarios políticos.

Conclusión: tres presuntos casos de espionaje de tres partidos diferentes. PAN, PRD y PRI supuestamente espiando en medio de una campaña electoral. En otro país, estos tres asuntos serían un escándalo. Hay que recordar, por ejemplo, que el presidente Richard Nixon de Estados Unidos tuvo que renunciar porque se descubrió que su campaña espiaba a la de sus adversarios demócratas. Pero aquí, en México, lo normal es que todos los partidos espíen. Lo normal es la trampa. Y lo normal es la impunidad, es decir, que no haya consecuencias por cometer un delito como es el espionaje.

En otro país, estos tres asuntos serían motivo para un escándalo de grandes proporciones.