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16/09/2013 | La diplomacia de acero rusa deja K.O. a sus interlocutores de EE.UU.

R. Mañueco

Los negociadores de Moscú en la crisis siria, más sólidos y experimentados que los de Washington

 

La iniciativa para que Siria se deshaga de su arsenal químico ha supuesto un éxito apabullante de la diplomacia de acero rusa. El ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, lo remató el pasado sábado al lograr el consiguiente acuerdo con su homólogo norteamericano, John Kerry. Y ello sin que en el texto figure nada relativo a una posible intervención militar.

Y es que Lavrov, de 63 años, es un peso pesado de la diplomacia con muchas horas de vuelo, y no en el sentido figurado, porque no para de un lado para otro y trabaja, según sus propias palabras, catorce horas diarias. Negociador duro y correoso, Lavrov es diplomático de carrera. Su primera salida al extranjero fue a la embajada rusa en Sri Lanka, tenía entonces 22 años. Después pasó a formar parte de la delegación rusa en Naciones Unidas.

Allí comenzó a forjar su inmensa experiencia internacional y, tras volver unos años a Moscú, fue nombrado representante ruso ante la ONU en 1994. Tuvo que batallar con sus colegas occidentales a cuenta de los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia y en las dos guerras de Irak. Vladímir Putinle puso al frente de Exteriores en 2004, nada más ser reelegido para su segundo mandato.

«Mister No»

Lleva pues más de nueve años dirigiendo la Diplomacia rusa, más que cualquiera de sus predecesores, salvo el soviético Andréi Gromiko, el famoso «Mister Niet» (no), que estuvo 28 años. Precisamente así le llaman ahora a Lavrov, «Mister No», porque es impenetrable y no hay quien consiga doblegarle en una negociación.

La otra pieza de artillería diplomática de Rusia está en Nueva York, es el embajador ante la ONU, Vitali Churkin, de 61 años. No tiene menos experiencia que Lavrov y es uno de los mejores comunicadores que ha tenido Rusia en décadas. También se diplomó en el prestigioso Instituto de Relaciones Exteriores de Moscú (Mgimo).

Su gran habilidad en los encuentros con la prensa le viene de su época de portavoz del Ministerio de Exteriores (1989-1992). Después fue nombrado viceministro, embajador en Bélgica y en Canadá para aterrizar, en abril de 2006, en Naciones Unidas.

El pasado mayo dejó sin argumentos a la reputada periodista de la CNN, Christiane Amanpour, durante una entrevista dedicada fundamentalmente a la crisis siria. Churkin tiene respuesta para cualquier pregunta. Ya tuvo una brillante intervención en la CNN, en agosto de 2008, tras la corta guerra que enfrentó a Rusia y Georgia por el control de Osetia del Sur. Acosado por los reproches debido al desproporcionado ataque ruso contra el pequeño y débil país vecino, Churkin supo salir airoso.

Estos son los dos hombres de hierro que tienen delante John Kerry y Samantha Power en la lucha diplomática.

La fotografía de un Barack Obama con la cabeza gacha mientras por delante pasaba con ímpetu Putin, en la reciente cumbre del G-20, ilustraba el sábado la sección de cartas de los lectores en «The Washington Post». Recogía bien el juicio que un sector de la opinión pública estadounidense hace del pacto alcanzado con Rusia sobre las armas químicas sirias.

Pero ese descorazonamiento puede no quedar ahí. En las Naciones Unidas, donde ahora debe concretarse una resolución del Consejo de Seguridad, EE.UU. tiene una embajadora nueva, sin experiencia diplomática y sin casi carrera política: Samantha Power, de 42 años. Frente a ella, Vitali Churkin, es todo un peso pesado. Power tampoco podrá contar con mucho auxilio del secretario de Estado, John Kerry, que domina los pasillos del Capitolio, por sus largos años como senador, pero no los del edificio de Naciones Unidas.

Power, nacida en Dublín y residente en EE.UU. desde los nueve años, ha sido periodista y activista de derechos humanos. Su principal tarjeta de presentación es su libro «Un problema del infierno: América y la era del genocidio», sobre las masacres cometidas en el mundo contemporáneo. Corresponsal de guerra en los Balcanes, fue especialmente el genocidio de Ruanda ante la pasividad de la Administración Clinton lo que marcó su carrera. Dirigió el Centro Carr de Derechos Humanos, en Harvard.

En el Consejo de Seguridad Nacional

En 2005 comenzó a trabajar para el senador Obama. En 2009 entró en el Consejo de Seguridad Nacional, donde encabezó un equipo pare la Prevención de Atrocidades. Sus críticos destacan que su gestión no ha impedido precisamente la mayor atrocidad durante la presidencia de Obama: la guerra civil siria. En junio fue elevada a embajadora ante la ONU.

ABC (España)

 


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