El próximo jueves, los líderes de los Veintisiete se reunirán en Bruselas, pero pasarán de largo de la sede oficial del Consejo de la UE y pararán en una biblioteca de un parque cercano para que su cónclave tenga un aire más «cálido» e «informal», en busca de un debate «auténtico», es decir más cerrado y más lejos de las cámaras.

Ésta ha sido, de momento, la aportación de Herman van Rompuy, elegido en noviembre presidente del Consejo Europeo y, pese al papel de representación exterior de la Unión Europea que le corresponde, convertido desde entonces en una sombra incluso para los funcionarios y reporteros de la burbuja bruselense.

Sin apenas más comparecencia pública que un videoblog donde el guión no pasa del saludo, el presidente del Consejo tampoco se ha prodigado en llamadas -y mucho menos en viajes- fuera de los vecinos europeos. Su primera decisión responde a una preocupación interna, fomentar la charla más relajada entre los primeros ministros de puertas adentro.

Es uno de los resultados del Tratado de Lisboa, cuyas virtudes, en privado, políticos y veteranos comunitarios empiezan a cuestionar. «Hemos creado un sistema muy complejo», dice una política europea. «No sé si va a funcionar», comenta otra alta diplomática en referencia a la nueva superministra de Exteriores, Catherine Ashton.

Criticada por el Parlamento Europeo, incluso por algunos eurodiputados socialistas, la británica laborista empieza a inquietar a los Gobiernos y al propio presidente de la Comisión.

Apenas ha viajado hasta ahora -ni siquiera a Haití-, y en Bruselas se comenta que no responde el teléfono después de las nueve de la noche o se escapa de las ruedas de prensa para coger pronto el tren a Londres y pasar largos fines de semana en su casa.

Una vez claro que ninguno de los dos tiene interés por el liderazgo, las alternativas en la cumbre de la biblioteca el jueves son escasas. La canciller Angela Merkel sigue siendo el referente incluso para Estados Unidos y, como dice Piotr Kaczynski, del Centro de Estudios de Política Europea, «actúa como la presidenta de Europa».

Sin embargo, fuentes americanas reconocen que su estima ha bajado después de que Alemania haya decidido no mandar los refuerzos esperados a Afganistán -Washington pedía a Berlín unos 2.000 militares, pero se tendrá que conformar con un máximo de 850- y que tampoco mediara en las negociaciones sobre el cambio climático.

Nicolas Sarkozy suele hacer dúo con Merkel para poner orden dentro de la UE, pero el Gobierno francés no es considerado un apoyo fiable ni siquiera en Bruselas. El ataque galo de dignidad en Haití ante el control de los marines americanos se estrelló contra la realidad de sus recursos. En cuanto un secretario de Estado aseguró que mandaría un millar de gendarmes, un experto en Exteriores comentaba, a pocos metros: «¿Quién se lo cree?».

Cuando se interroga a los presidentes europeos sobre quién muestra más capacidad de liderazgo, conservadores y socialistas suelen citar a uno de los primeros ministros más impopulares de Europa, Gordon Brown, descrito por sus colegas como «inteligente», «resuelto» y «fiable», pese a sus malas perspectivas en casa.

Ante el complicado despliegue institucional y sin ningún político con quien tenga una relación sólida, Barack Obama no dudó en quitar de la agenda la cumbre con la UE de mayo en Madrid, un golpe que ha sentado mal a los europeos, aunque intenten olvidarse y concentrarse en sus problemas internos.

«No entiendo dónde está la polémica. ¿Qué importa si la cumbre UE-EEUU se celebra en noviembre en lugar de en mayo? ¿Cuál es el drama? ¿Es más importante que el paro o que la crisis financiera?», se quejaba Sarkozy el jueves. «¿Sabéis lo que pienso? Hay demasiadas cumbres. Hay mucho movimiento. Hay mucho tiempo desperdiciado», dijo el presidente francés, que batió el récord en la convocatoria de cumbres en su semestre al frente de la Unión Europea y quien hacía estos comentarios tras la cumbre franco-alemana para preparar la cumbre extraordinaria de Bruselas.

La desilusión del Tratado de Lisboa

• El 1 de diciembre entró en vigor el Tratado de Lisboa, que prometía relanzar el papel exterior de la UE.
• El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, tendrá su estreno más público en la cumbre del jueves, centrada en la crisis y en la tímida reacción europea en Haití.
• EEUU ha suspendido la cumbre de mayo en Madrid por falta de agenda y claridad institucional. La alternativa es celebrarla junto a la de la OTAN en noviembre.