Le llaman el «bombero del infierno» por la complejidad de su cargo, pero él lo compara con su verdadera profesión, la medicina. «Mi trabajo es muy parecido al de un médico en una unidad de cuidados intensivos. Cuando acaba el turno lo más importante es que el paciente no haya muerto. Pero mis turnos son de 24 horas. Así durante cinco años. Y no hay relevo».
   

- Su tarea es enorme.
   

- Sí, porque los grupos armados han adquirido mucho poder. Me corresponde la vía de la persuasión, la cual no siempre es fácil porque la gente lo ve a uno charlando con terroristas, a veces de forma distendida. Por eso soy objeto de toda clase de críticas. Afortunadamente, mi formación como psiquiatra me ayuda.
   

- ¿Se ha acostumbrado Colombia a la violencia?
   

- Llegamos a la complacencia. Se mantenía la apariencia democrática, pero era una vivencia disociada: el discurso era democrático, aunque habíamos pactado con el autoritarismo. Vivíamos bajo las pequeñas dictaduras de la delincuencia y las guerrillas. Se había impuesto el terror y se miraba para otro lado.
   

- Eso ocurre en España, en el País Vasco. ¿Cómo se supera?
   

- Nos rebelamos. Muchos nos llamaron guerreristas, porque parte de la complacencia es una malentendida tolerancia. Algunos consideraron que se iba a ir hacia un baño de sangre, pero agarramos el toro por los cuernos. Hay que dialogar, pero sabiendo que el interlocutor mata y que, si puede, hace trampa, y vuelve a disparar. Se pueden ofrecer alternativas a los terroristas, pero presionando militarmente.
   

- ¿Cuál es el origen de tanta violencia en Colombia?
   

- El dinero del narcotráfico, que permite financiar todas las locuras, y la persistencia de una ideología marxista que envenena la conciencia con la lucha de clases. El marxismo, combinado con la plata del narcotráfico, nos ha hecho mucho daño.
   

- ¿Se queda la cúpula de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) con parte de ese botín del narcotráfico?
   

- Sí, claro. Dentro de la guerrilla hay división de clases. La cúpula es muy rica. Todavía hay sectores románticos en Europa que ven a las FARC como un grupo revolucionario, pero los jefes guerrilleros son terratenientes. Son señores feudales con una red de testaferros a su servicio. Y tienen agentes en Europa.
   

- ¿Teme que la mediación del presidente venezolano, Hugo Chávez, acabe por dar carta política a los terroristas de las FARC?
   

- He sido impulsor de la intervención del presidente Chávez, consciente de que abre un escenario político. Pero no para el reconocimiento de las FARC o para darles legitimidad. Por supuesto que ellos lo van a intentar.
   

- Ahí es donde Chávez puede ayudar a la narcoguerrilla.
   

- Hay que conocer los riesgos. Aunque creo que quiere convencer a las guerrillas de que el camino de las urnas es más exitoso. Pero él sabe que no toleramos que se dé oxígeno a las FARC.
   

- ¿Tienen su garantía?
   

- Sí. Confiamos en su franqueza en este asunto. Nosotros convivimos con Venezuela como Atenas convivía con Esparta.
   

- ¿Cuál es el estado de las conversaciones?
   

- Las exigencias de las FARC son inadmisibles. Insisten en que les entreguemos un territorio y que liberemos a 500 asesinos responsables de delitos atroces a cambio de sólo 47 secuestrados. Podemos liberar a guerrilleros que no tengan las manos manchadas de sangre. Si persisten en eso, el diálogo está roto. Al menos, la mediación de Chávez ha logrado ilusionar a las FARC.
   

- ¿Cuál es el papel de Sarkozy?
   

- Ha transformado la liberación de Ingrid Bethancourt en un asunto de Estado. Sarkozy y Uribe son muy parecidos. Tienen una capacidad resolutiva muy acentuada.
   
   

«La actitud hacia el Rey fue ofensiva»
   

Restrepo, que mantiene un diálogo fluido con Chávez por la mediación que ejerce con las FARC, explica el incidente, que vivió en primera fila, entre el Monarca español y el presidente venezolano: «No creo que fuera premeditado, pero la actitud de Chávez fue ofensiva y radical. La reacción de Don Juan Carlos fue natural». Conoció a Uribe cuando el mandatario mandaba en Antioquia. «Nos opusimos a la zona de distensión del ex presidente Pastrana, una entrega territorial a la guerrilla que la fortaleció. Entonces entré en su candidatura porque el país se nos iba de las manos». Y fue entonces cuando se convirtió en su médico de cabecera.

«Él bromea con que me nombró porque todo guerrero necesita un psiquiatra al lado. Es un guerrero contenido que lucha por domar su potro interior».