No habrá sorpresas en las elecciones argentinas del próximo domingo 28. El kirchnerismo seguirá en el poder: la senadora Cristina Fernández, hoy primera dama, pasará a ser la primera ciudadana como presidenta de la nación, sustituyendo en la Casa Rosada a su esposo Néstor Kirchner.
Así lo auguran prácticamente todas las encuestas de opinión, que dan casi por hecho que la candidata oficialista, tras una campaña desigual respecto a sus contrincantes, en la que contó con todo el respaldo del Estado, el indisimulado favor de los medios de comunicación oficiales y utilizando el dinero de los contribuyentes, obtendrá más del 40% de los votos con una ventaja mayor de 10 puntos porcentuales sobre su inmediato seguidor, lo que le asegurará el triunfo sin la necesidad de ir a una segunda vuelta.
Sería una gran sorpresa que no llegara al 40%. Si se diera, el susto del kirchnerismo no tendría límites; seguramente perdería los estribos, utilizaría cualquier recurso, se saldría de madre mucho más que ahora. Ello, sin dudas, incidiría negativamente en el ánimo de los votantes y le haría más difícil la carrera en el " ballotage" y bastante más incierto el resultado final. Pero eso es muy improbable que ocurra; es casi de ciencia ficción.
Las dudas y las especulaciones para los argentinos y observadores están centradas no en el resultado del domingo, que dan como un hecho, sino en lo que vendrá después. En lo que hará la presidenta.
No parecería que vaya a seguir la misma línea que su esposo; el país no resistiría por mucho tiempo ese estado de cosas con precios reprimidos, tarifas congeladas, presiones y prepotencia con el comercio, manejo arbitrario y poco transparente de los recursos públicos, mercados financieros complicados y semicerrados. desestímulo al sector ganadero. Cristina Fernández no tiene por qué asumir las apuestas y pulseadas, una especie de infantilismo caprichoso, de su antecesor, aunque éste sea su marido. En lo único en que lo imitaría, dado su desprecio por la prensa y el derecho a informarse de los ciudadanos, es en los ataques a los medios de comunicación independientes. Pero ella no puede ignorar que los voluntarismos se pagan y se están pagando: por más que se maquillen los números la inflación no ceja, el problema de la energía es serio y va más allá de los apagones que habrán de repetirse por lo menos cuando llegue el próximo invierno, las reservas se achican, el rodeo se achica y las dificultades con los acreedores externos y los inversores se agrandan, y cada vez son más los que creen que lo que más se agranda es la corrupción.
Muchos esperan, confían y desean, que la nueva presidenta asuma los cambios, tome el toro por los cuernos y reencamine las cosas. Carácter tiene, en esto coinciden todos y casi todos sueñan con que lo use en ese sentido y no para insistir en la línea anterior.
Tan por hecho se da su presidencia, que los pronósticos apuntan y se ocupan de los nombres para el nuevo gabinete ministerial más que de cualquier otro tema. Y es natural, todo depende de quién salta y quién queda. En función de cada vaticinio se especula si habrá cambios o si todo seguirá como está.
Hay por último quienes temen que la influencia de Kirchner en su esposa sea decisiva y ello favorezca el continuismo. Son más, empero, los que aseguran que no es así, que ella es la que predomina en la sociedad y que gobernará con ideas propias y encaminará el gobierno en otra dirección. Y Kirchner no se meterá, se mantendrá apartado e indiferente y quizás hasta no se dé cuenta de lo que esté pasando.
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