Tampoco los españoles, muy dispuestos a colaborar en la mise en scene, quedaron conformes: oyeron algunas cosas que no les gustan y que no están acostumbrados a oír.

Es muy al uso de los candidatos presidenciales latinoamericanos hacer visitas al exterior y a organismos internacionales, tipo jefe de estado”, adelantándose un poco a los acontecimientos. Eso tiene a la prensa en el lugar visitado y recibe bastante espacio en la autóctona, dando un toque “presidencial” al candidato, lo que puede tener un efecto favorable a sus pretensiones en la mente de los electores.

Pese a ser favorita para suceder a su esposo, Néstor Kirchner, en la presidencia de Argentina, a la senadora Fernández no le venía mal mostrarse en esa pasarela, y además le permitía trasmitir un mensaje que es importante.

La candidata necesita precisar, y particularmente en España, que su política internacional y, específicamente, el trato que dará a las empresas extranjeras no será el mismo que se les da hoy. En otras palabras, que las pulseadas y los caprichos de su esposo no son los suyos.

La señora Kirchner mataba dos pájaros de un tiro: le decía al gobierno y empresarios españoles lo que esperaban y querían oír y al mismo tiempo pasaba un mensaje al empresariado argentino hoy con grandes incertidumbres por el “continuismo” que podría implicar el “enroque” Kirchner en la Casa Rosada.

En algunos aspectos todo fue bien. Se reunió y almorzó en Mallorca con el rey, quien distrajo algunas horas de sus vacaciones, y trató asuntos de Estado con Rodríguez Zapatero en La Moncloa. La visitante fue considerada casi como si fuera la “jefa de Estado” y recibió un trato de las cabezas españolas que seguramente no le darían a Elisa Carrió, también candidata, si se le ocurriera viajar a la lejana península. Por su parte, la señora Kirchner pasó su mensaje inicial y todos contentos.

Con la prensa, en cambio, no fue lo esperado. El apagón de Barcelona le quitó espacio y, salvo el entusiasmo de El País de Madrid, que editorialmente la ubicó en la línea de Bachelet y de Lula, los centímetros de columna no fueron muchos. Además, en los contactos con los periodistas, a los que ni ella ni su esposo son proclives, por momentos patinó. La candidata está acostumbrada a exponer, decir discursos y hablar en los mítines ante públicos silenciosos y aquí tuvo que responder preguntas y no preparadas a su gusto. Titubeó, no fue clara y esquivó temas como el de la corrupción, libertad de prensa y uso de los dineros públicos.

La prensa destacó algunas “perlas” —así las calificó un diario— como su defensa de Chávez, cuya condición de “demócrata” remarcó, y algún pensamiento personal como que era más fácil profesar una determinada ideología en el siglo XX, cuando había algunas certezas que se derrumbaron porque “a unos se les cayó el muro de Berlín y a otros, que habían imaginado el mundo perfecto, se les cayeron las torres gemelas”.

Fue en el almuerzo con los empresarios españoles cuando, al principio, alguno la llamaba “presidenta” —quizás, con vistas a contrapartidas futuras— que la señora se habría salido del libreto: mencionó que “en su país existe la sensación de que los bancos y las empresas españolas han abusado y esquilmado a los argentinos”.

Ahí la cosa empezó a oler feo; uno de los comensales que se sintió tocado le recordó que, por un lado, aún no era presidenta y, por el otro, que la “falta de seguridad jurídica ha convertido a Argentina en una de las economías que peor funcionan en el Cono Sur…”.

Hubo intentos de echar un poco de aceite y rescatar algo del viaje, pero el presidente Kirchner se encargó de pudrir todo: pocas horas después de ese almuerzo, desde Buenos Aires dijo que los empresarios españoles son “incorregibles”, pretenden presionar siempre y “están haciendo lobby permanentemente”. “Yo los conozco”, advirtió el presidente, quien concedió que “también hay empresarios buenos”. No es que los Kirchner en esta materia no tengan razón, pero si de este viaje pensaban sacar algún rédito, parecería que no lo consiguieron.

El autor es presidente honorario de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)