La primera vuelta de las legislativas, hace 15 días, asombró por la aplastante ventaja de la derecha: "La derecha arrasa en Francia"; "marea azul", etc.; entre las dos vueltas, las proyecciones de voto llegaron a predecir que el Parlamento de Francia quedaría casi monocolor: el 15 de junio de un total de 577 escaños, le daban 501. Todo eso con una abstención de 60% que contrastaba mucho con 85% de participación para las presidenciales, una abstención especialmente fuerte entre los jóvenes que habían votado por Segolene Royal (socialista) en las presidenciales.

Por cierto, en las legislativas de 2002, la tasa de abstención había sido del mismo 40%: permanencia. Luego vino la segunda vuelta del domingo pasado y nunca se había cotizado tan bajo el futuro del Partido Socialista y tan fuerte el dominio del partido presidencial. ¡Error, tres veces error! Si bien hay una mayoría "azul" en el Congreso, resulta inferior a la de la Legislatura 2002-2007, puesto que baja de 365 a 324 para la Unión por un Movimiento Popular (UMP), mientras que el PS sube de 141 a 205. Las derechas unidas tendrán, más o menos, 346 diputados y las izquierdas 227; el centrista Bayrou tiene 4 diputados, pero sus electores han ayudado de manera decisiva el progreso del PS en la segunda vuelta... Otra vez 40% de abstenciones, con un cambio radical: en la segunda vuelta, los electores derechistas de las regiones donde arrasaron en la primera vuelta (noreste y mediterráneo), se quedaron en casa, seguros del triunfo, mientras que el electorado de izquierda, ausente en la primera vuelta, se lanzó a votar, como se ve claramente en el mapa por regiones.

¡Ay,ay,ay, esos franceses! La sabiduría popular dice que no hay que meter todos los huevos en la misma canasta, porque si se cae. Cuando todo el mundo, en Francia y en el extranjero, anunciaban que el presidente Sarkozy iba a gozar de una mayoría de 67% que le permitiría hasta reformar la Constitución, cuando se profetizaba una "monarquía presidencial absoluta", sin más contrafuertes legislativos, el electorado desmintió todos los pronósticos. Sarkozy se queda con una mayoría confortable, sin más, pero esa retirada relativa de la derecha es una ventaja: no podrá dormir sobre sus laureles y no está dispuesto a hacerlo, como lo demuestra la serie de nombramientos en el gabinete que hizo al día siguiente de la segunda vuelta. Además la historia ha demostrado que los tsunamis electorales son costosos. Cuando cayó Napoleón, la monarquía restaurada tuvo, en las primeras elecciones, la famosa "Cámara imposible de encontrar", totalmente dominada por la ultraderecha; al final de la Primera Guerra Mundial, pasó lo mismo con "la cámara azul-horizonte", así llamada por el color del uniforme de los soldados franceses. Esas mayorías aplastantes no sólo no dejaban gobernar a sus jefes, sino que prepararon la victoria de la oposición.

Ahora bien, si el inesperado repunte socialista oscurece el triunfo de Nicolás Sarkozy, tampoco resuelve los problemas de la izquierda francesa. A largo plazo volverá a ganar, desde luego, y Sarkozy le ayudará. Los años de gobierno triunfal de la Dama de Hierro en Inglaterra prepararon el regreso al poder de los laboristas y 10 años de reinado de Tony Blair. Sin embargo, por lo pronto el anuncio de la ruptura sentimental entre Segolene Royal, la candidata del PS a la Presidencia, y François Hollande, el secretario general del PS, su compañero de toda la vida y padre de sus cuatro hijos, ha eclipsado la recuperación electoral del partido. Ella trata de capitalizar su popularidad y se lanza, contra su ex y contra muchos otros, a la conquista de la dirección del PS y reclama un Congreso anticipado.

Un asunto de corazón opacó la verdadera noticia política, algo que no ocurría desde el siglo XVIII cuando los amores de Luis XV y Madame de Pompadour tenían serias consecuencias políticas, y hasta internacionales y militares. Hace un año que un amigo en París nos decía que el señor Hollande y madame Royal tenían sus amantes respectivos y una psicoanalista presente en la conversación comentó: "Mejor para Francia que la futura presidenta esté satisfecha en la cama". Curiosamente la pareja presidencial presenta el mismo fenómeno de amores y política, con las hesitaciones de Cecilia Sarkozy, que rechaza oficializar su papel político y nos tendrá muy buenas páginas en los ¡Hola! del mundo entero: ¿el poder presidencial se llama deseo? ¡Ay,ay,ay, esos franceses, esas francesas!

Más seriamente, ¿qué se puede decir? Los franceses acaban de votar cuatro veces en poco tiempo; confirmaron la acentuación del presidencialismo y optaron, sin saberlo, por el bipartidismo. El PS y el UMP dominan de manera aplastante la Cámara y el presidente dispone de una mayoría absoluta, lo que corresponde a las intenciones del general De Gaulle, el fundador de la quinta república. Esa derecha francesa es peculiar, promete la "ruptura", el cambio, lo contrario del conservadurismo; el día de su toma de posesión, el presidente Sarkozy depositó unas flores sobre la tumba de un joven comunista de la Resistencia, asesinado por los nazis; ha invitado a su gobierno a personalidades de la izquierda, las cuales han aceptado trabajar con él para cambiar las cosas.

¿Se logrará el cambio, se logrará sacudir a los franceses friolentos, sin enojarlos, sacarlos de su morosidad? Francia tiene los recursos materiales, intelectuales, morales, para salir de su estancamiento de los últimos (¿10,15, más?) años, una nueva generación de "outsiders" llega al poder (hubiera pasado lo mismo si hubiera triunfado Segolene Royal). Los franceses saben muy bien, con todo y flojera y miedo, que no pueden seguir en el callejón sin salida, que su deseo de seguridad debe ahora ceder el paso a su deseo de cambio, frente a un mundo nuevo y demasiado peligroso, como lo demuestra la amenazadora crisis del Medio Oriente.

jean.meyer@cide.edu

Profesor investigador del CIDE